Ceuta pierde a la persona que ha fotografiado el último medio siglo de historia militar de la ciudad autónoma. Fotógrafo de corazón, militar durante 46 años, Sixto Tabares nació en San Vicente de Alcántara el 15 de marzo de 1926, pero antes de cumplir la edad mínima permitida, que entonces eran 14 años, ingresó en el Ejército “porque me gustaban las películas del Oeste”, recordaba con sorna.
Mayor de cinco hermanos y de madre viuda, la milicia “evitó que acabara como un canalla”, recordaba en una entrevista publicada en El Faro de Ceuta. Pronto cambió Badajoz por Cádiz donde comenzó también su labor fotográfica dentro del cuartel y fuera, como colaborador de El Diario de Cádiz en la sección de Deportes. Llegó a Ceuta en 1971 como brigada del Grupo de Regulares número 3 y allí se quedó el resto de vida. Al igual que le ocurrió en Cádiz, en todo momento compaginó la vida castrense con la fotografía y fue colaborador habitual del decano de la prensa local, El Faro de Ceuta, donde formó pareja profesional con Tony de la Cruz, el cronista que se encargó de elaborar la información relativa a las Fuerzas Armadas hasta 2006, cuando murió a los 83 años.
Siete años después de que Tony dejara la redacción de ‘El Faro’, Sixto sigue sus pasos. Su muerte le dejó huérfano, ya que el primero escribía casi a diario una página entera sobre el estamento castrense y el segundo era el encargado de ilustrar los textos. Una pareja de gran solera a la que acudía cada jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME) cuando visitaba Ceuta.
En tierra deja un legado de miles de fotografías –se encargaba de retratar a todos los soldados de reemplazo para los documentos de identidad y su jura de bandera- y un Mercedes 300 de color chocolate con el que recorría los veinte kilómetros cuadrados de la ciudad y los fines de semana cruzaba a Marruecos. Fotógrafos locales como Quino Sánchez le recuerdan como “un caballero a la antigua usanza” y esperan que su legado se conserve porque “es la historia viva de las últimas décadas en esta ciudad”. Un legado fotografiado con su inseparable Olympus analógica, nunca se adaptó a la era digital. En la redacción ya no se escuchará el saludo alto y ronco de “¡a las buenas tardes!” con el que obsequiaba Sixto a los compañeros cada día, siempre con su inseparable cigarro en la mano.
Las cenizas de Sixto serán trasladadas a Chiclana de la Frontera, pero sus últimos recuerdos permanecerán en Ceuta, la ciudad en la que se convirtió en el fotógrafo oficial del estamento castrense y donde es toda una institución. Sus obras están en miles de hogares de España, en los álbumes de todos aquellos que hicieron el servicio militar en la ciudad autónoma.
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