Eran los años finales de la década de los sesenta. Los ceutíes de entonces, demasiado jóvenes entonces, teníamos un lugar al que acudir. Un lugar donde refugiar nuestra pobreza (ni un duro, oiga). Un lugar donde cobijarnos en las tardes de lluvia de aquel otoño en que empecé a cortejar a aquella chica también demasiado joven que estudiaba en la cercana Escuela de Comercio. Un lugar donde cantar con mi vieja guitarra acompañando las voces de aquellos que quedamos en llamar “La Basca” (un grupo de melenudos y barbudos que ilusionaban con cambiar el mundo y que ya oían a Victor Jara y a otros clandestinos). Un lugar que ocupábamos prácticamente y donde solo podía invitar algún afortunado que acababa de cobrar una actuación (solían ser los componentes del grupo Sensación: Juan, Pepe, Luis, Antonio y Juan Carlos). Un lugar donde escribíamos las primeras canciones (hasta una ópera rock compusimos que, más en broma que en serio, titulamos Profilaxis Social). En ese lugar, su dueño, Fructuoso Miaja, desde detrás de sus enormes gafas, nos observaba con su gesto bonachón, permitiéndonos todo.
Ese lugar entrañable era El Noray. Un bar en las Puertas del Campo, en los bajos de los pabellones militares, frente a los Jardines de La Argentina, que tanto saben de mí.
Allí, detrás de unas enormes cristaleras que cogían todo el local, muchos jóvenes cobijamos nuestros sueños mientras empezábamos a percibir un cierto olor a libertad. Siempre había una guitarra a mano para que cualquiera enseñara los acordes de la última canción que había sacado. O hablábamos de música y de libros de autores prohibidos que algunos empezaban a conocer. Allí ideábamos festivales de música y actuaciones que luego se quedaban en nada o que en el mejor de los casos llevábamos al directo en el escenario del salón de actos del cercano instituto de Enseñanza Media, el único instituto que había por entonces en Ceuta. Más de una canción escribí en esas mesas, al socaire del viento de levante que afuera no invitaba al paseo.
Justo enfrente y solo cruzando la calle y si la meteorología lo permitía, la tarde nos abrazaba en los bancos de ladrillo de los Jardines de la Argentina. Ese verano, los amigos que ya estudiaban en la universidad nos contaban cosas que a mí me parecían de otro mundo, historias de asambleas de estudiantes, de policía entrando a caballo en el campus universitario, carreras por la zona huyendo… Ese verano, y en ese jardín, se formalizó mas de una relación de pareja; algunos todavía siguen juntos más de cuarenta años después.
Pero volvamos dentro, al Noray. Hay imágenes que se quedan grabadas para siempre y no sabes porqué.
Muchas de aquellas tardes en las que dábamos la tabarra con nuestras músicas y sin tomar ni un café, observaba que desde una mesa en la esquina cerca de la ventana, al oír nuestras canciones, unos señores mayores nos miraban desde el silencio de sus gafas, con una sonrisa en la cara y un brillo especial en los ojos. Nosotros no lo sabíamos, pero allí se estaba fraguando el futuro PSOE de Ceuta.
Pasados los años, ya fuera de Ceuta, me enteré de su historia, me alegré de que fuera alcalde y senador y entendí por qué en El Noray se respiraba libertad en 1969. Me enteré por la prensa de su fallecimiento y leí con tristeza que Fructuoso intentó siempre mantener unida a la reñida familia socialista ceutí.
El Noray, desaparecido ya hace años, fue para un buen puñado de jóvenes una buena escuela. Los que no lo conocieron, cuando pasen por aquellos soportales, párense un momento y escuchen y respiren. Tal vez por allí quede algo flotando en el ambiente.
Un bonito y entrañable texto de la memoria que tan bien describes, Carlos, compañero de bachiller y de músicas y cantares de aquellos tiempos. Tú y tu guitarra nos acompañasteis en el tiempo entre los recuerdos adolescentes y de aquella primera juventud que nos abría a la vida. Nunca entré en el Noray, aunque lo recuerdo al pasar o verlo de lejos. No dejaré de recordarlo en mi próxima visita a Ceuta. No dejes de escribir, Carlos, y alentar nuestras Memorias de Ceuta en cuya sección debiera haberse publicado tu articulo, porque Ceuta necesita de esa memoria, antes de que desaparezca su sombra y la nuestra. ¡Enhorabuena!
Oooh! Carlos, viejo amigo. Son las palabras que definen la base de lo que fuimos después. Ese rincón, y la gente que estuvo ahí, fue para algunos de nosotros un punto de inflexion vital. Un recuerdo hecho pura vida. Gracias por compartirlo..
Estupendo relato Carlos. Algún día de estos escribiré algo de otro lugar, bar, de Ceuta donde también se fraguaron y crearon muchas ilusiones: el Bar California de Hadú, donde por cierto solía ir Miajas a reunirse con algunos amigos. Un lugar de reunión de los soldados catalanes que hacían la mili en Ceuta y que a muchos chicos del barrio nos enseñaron cosas desconocidas para nosotros.
- Aquel año, Carlos, del 69 -a un año del mayo francés-, habíamos acabado sexto de bachiller, y acabó el largo ciclo de niñez y adolescencia del bachiller; y, cada uno buscó su camino, algunos continuamos en PREU, otro se fueron a Magisterio, Comercio, a la Banca y a estudiar fuera... Fue la diáspora que nombra Miguel Ángel (Milan), donde acabó un ciclo de nuestras vidas y empezaba otro cargado de incertidumbre, pero lleno de una enorme ilusión por la aventura de la vida que se abría a nuestros jóvenes ojos...
- Aquel curso de sexto, con tantos compañeros: Añón, Cozar, Fuentes, Encomienda, Gaitán, Parodi, Fossati, Larrea, Herrera, Soriano, Pacheco, Robles, etc.; y las compañeras del Instituto del Femenino; y algunos profesores como Arósteguí, Machuca, o la Valderrama, nos dejó un grato recuerdo entrañable difícil de olvidar...
- La vida me llevó a navegar y a atracar en diferente puertos atando los cabos -nunca mejor dicho- a noráis como el «Noray», que mencionas donde Fructuoso Miaja, en compañía de algunos socialista refundaba el PSOE de Ceuta, del que formó parte mi padre hasta su muerte...
- Bonito relato cargado de viejos recuerdos de juventud, donde en ese verano del 69 cambiaron nuestras vidas para siempre.... Acababa el horizonte de la familia y del viejo Instituto, y comenzábamos a volar con nuestras propias alas más allá de las siluetas agigantadas de piedra gris de la Mujer muerta, y las altas murallas del Hacho. Sí; Carlos, estábamos a punto de iniciar un viaje; yo diría el viaje iniciático de la vida, que a cada uno lo ha llevado al resguardo de su inalcanzable Ítaca...
- Aquella canción de una de las rimas de Bécquer, «del arpa y del salón en el ángulo obscuro», que nos cantabas un día sí y otro también, aún resuena, a veces, sin termino, sin que pueda hacer nada por evitarlo... Un abrazo, Manuel.
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Rima VII:
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «Levántate y anda!»
..
Gustavo Adolfo Bécquer
Gran persona fructuoso,político por devoción, salió de la política con lo mismo que entró,n como los pájaros de ahora,si levantase la cabeza y viese en lo que se ha convertido el PSOE por el que tanto lucho hasta el punto de tener que huir..