Categorías: Sociedad

El monte de las cabañas

Todos lo saben pero nadie puede actuar. Es la pescadilla que se muerde la cola en un problema que cada día se agudiza más.

Los asentamientos de grupos de subsaharianos en el monte del Jaral comenzó a ser anecdótico, protagonizando hace semanas varios reportajes en ‘El Faro’, para pasar a ser, hoy por hoy, un problema que inquieta a las fuerzas de seguridad. Se estima la ocupación de unos 800 metros cuadrados de monte y la presencia de entre 40 y 60 personas, entre ellos la gran mayoría varones. Conforman el otro CETI, paralelo al oficial y con sus propios normas. Las mujeres desarrollan sus funciones completamente esclavizadas a unos varones que, ellos mismos reconocen, no quieren cumplir las normas establecidas en el campamento y reclaman su derecho a marchar a la península. Atrás han dejado países carentes ya de arraigo y en el presente tienen un día a día marcado por la rutina.
La Policía Local ha recibido instrucciones de la Consejería de Gobernación para patrullar de manera aleatoria por la zona. Lo hacen, según fuentes oficiales, sólo para que los que allí residan sepan que están siendo controlados. Este tipo de acciones son conocidas por la Delegación del Gobierno, ya que fue la propia Ciudad la que le trasladó su decisión de convertir este punto en zona de paso. También lo hacen las patrullas de la Guardia Civil, que conocen de la existencia de los asentamientos y basan su acción en la presencia por la zona y las identificaciones de quienes son detectados. Fuentes de la Policía Nacional confirman también su preocupación por una situación que constituye un peligro para los propios inmigrantes y un riesgo para la ciudad ante la posibilidad de que sucedan accidentes.
¿Y los vecinos?. Los residentes en la promoción de ‘La Colina’ saben bien de las consecuencias de este tipo de asentamientos. Cada noche son testigos de las hogueras que, en pleno monte, realizan los subsaharianos. “Si está prohibido hacer fuego, ¿cómo se permite esto? Cualquier día tememos que suceda algún accidente”, apunta un residente de la zona mientras advierte del continuo ir y venir de inmigrantes en busca de material para hacerse sus cabañas. Plásticos, piezas de coches para aprovechar su chapa, cuerdas y madera que ellos propios consiguen incluso talando árboles.
Las distintas cabañas se distribuyen además por áreas. Las principales se concentran cerca del CETI pero las hay en sus inmediaciones, aunque algunos son demasiado complicadas de alcanzar. Las hay, además, suficientemente camufladas para ser prácticamente imposible su detección.
¿Qué solución cabe a esta problemática? El propio delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, la ha repetido en cuantiosas ocasiones: la ley es la ley, y hay que cumplirla. Y en el caso de marras dice que hay que seguir un orden: primero que el dueño del terreno denuncie. En este caso Defensa. Segundo que el juzgado ordene la actuación. Y tercero que ese desalojo se practique. ¿Ha ocurrido antes? Defensa asegura que sí, que en otras ocasiones, con mandamientos judiciales, han podido cerrar chabolas, sacar a sus ‘okupas’ y derribarlas. Pero el problema es que mañana vuelven a levantarse.
“Nosotros vemos cómo hacen fuego a diario, llamamos a la Guardia Civil, y poco más se puede hacer, pero tememos que suceda algo”, apuntan los vecinos de La Colina. Los inmigrantes niegan lo evidente. Dicen que no hacen fuego cuando este medio ha sido testigo de ello. También aseguran ser limpios, mientras sus cabañas están rodeadas de auténticos vertederos incontrolados en los que los restos de comida y bebida se mezclan con enseres estropeados, colchones y maleza.

Una problemática común a las dos ciudades

Ceuta y Melilla tienen problemas comunes, entre ellos el de la inmigración y sus efectos colaterales. En este grupo se incluye la proliferación de cabañas alrededor del campamento. En Melilla ya se han producido trágicas situaciones debidas a la generación de incendios incontrolados, en Ceuta también se han producido incendios de chabolas y pequeñas explosiones de bombonas de camping que han dejado heridos. La dirección del CETI ha trasladado sus oportunos informes a Madrid. Es un riesgo para los ‘okupas’ del monte y para el propio centro, ya que de producirse un accidente se vería afectado. Además el modus vivendi que practican los que viven en las cabañas termina contagiando a los que sí residen en el centro oficial, provocando altercados y conatos de enfrentamiento. Como telón de fondo de toda esta historia prevalece el sistema de control migratorio existente y el papel que la UE encomienda a Ceuta y Melilla disfrazándoles de gendarmes pero sin darles los recursos suficientes como para hacer frente a situaciones de este tipo. Los inmigrantes, víctimas de la situación, terminan siguiendo estos caminos.

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