Superaban la docena. Solían instalarse delante del ‘Campanero’ o en el Puente Almina a determinadas horas punta del día, pero habitualmente los domingos por la mañana, protagonizando una típica e inconfundible estampa callejera ya desaparecida. Los había también quienes, sin parroquianos fijos, solían peregrinar por bares, terrazas y veladores en busca de su difícil sustento.
Era digno de ver la rapidez y habilidad con la que estos limpiabotas se pasaban de mano en mano el cepillo, elevando de vez en cuando la cabeza para entablar una parrafada con el cliente. La operación se prolongaba durante dos o tres minutos, por dos o tres duros de entonces.
Metidos en faena o fuera de ella, lo mismo te ponían al día del último chascarrillo de la vida caballa, que ejercían de guía a foráneos y lugareños y hasta te podían dar la información futbolística del día sobre el Ceuta, aún cuando esta no hubiera aparecido todavía en nuestro diario. A ellos podías recurrir también para comprar tabaco, adquirir un número de la Lotería Nacional o de la Cruz Roja, o para que enviasen un mensaje al amigo que querías localizar cuando este pasase por sus dominios.
Con el tiempo todos fueron desapareciendo. Sus hijos no quisieron continuar con un oficio que sus padres habían heredado de sus antecesores. Los más jóvenes terminaron marchándose de Ceuta, mientras que el resto, por imperativos de la edad o por la poca rentabilidad que les ofrecía su trabajo, terminaron jubilándose.
Mas, curiosamente, y en cierto modo, la historia no terminó con ellos. Pocos años después de su éxodo irrumpieron otros ‘limpias’. Todos menores marroquíes, algunos en un lamentable estado de higiene y abandono. Estaríamos entonces en lo que podríamos llamar la irrupción de los primeros MENA a la ciudad. Unos menores en nada parecidos a los actuales, a los que, por supuesto, no me imagino a ninguno con su caja, su betún y su capillo ofreciéndose a lustrar el calzado del primer transeúnte que pase junto a ellos.
Un rol, por fin, el de los limpiabotas, tan desaprobado en muchos lugares del mundo y al que tan magníficamente cantaron Bin Crosby o Frank Sinatra en su precioso tema ‘Chattanoogie Shoe Shine Boy’. Mas, si me lo permiten, yo me quedo con aquella composición que les dedicó el inolvidable Pepe Rodríguez, el gran poeta popular ceutí, en sus entrañables ‘Coplas de Juan Caballa’.
Coplas de Juan Caballa
Qué distinto es el gitano
nacido en nuestra ciudad
del resto de otros gitanos,
que habitan en otro lugar.
Qué poquitas son las quejas
que de ellos se suele dar,
si el gitano caballita
es tan bueno como el pan.
Qué habilidosos son
para buscarse el sustento,
que ‘pa’ estos menesteres
usan ellos su talento.
Antes, el gitano era
el limpia de la ciudad,
pero con la crema en tubo
los han partío por la mitad.
¿Quién sería aquel gracioso
que la esponjita inventó,
mala puñalá le den
o muera de un reventón.
Qué poquitos han quedado
con el cajón y el cepillo,
que hoy con esto no se gana
ni ‘pa’ comprar cigarrillos.
Hoy la gente no se limpia
los zapatos en la calle,
porque en casa tienen ellos
crema en tubo y cien detalles.
Hoy el tinte no se usa
y el cepillo se ha perdido,
ni con un bote de spray
ya el zapato tiene brillo.
Las colas que se formaban
la mañana del domingo,
para limpiarse el ‘calzao’,
por solamente un durillo.
Era gracioso ver
a tanto gitanito ilustre,
en la puerta ‘El Campanero’,
dándole al zapato lustre.
Entonces era el hombre elegante,
y sin tener ‘pa’ tabaco,
prefería gastarse un duro
y tener limpio el zapato.
Hoy tan sólo existe uno,
que es nuestro amigo Miguel,
que por cinco ‘pelotazos’,
hasta te lava los pies.
Esa herencia del cajón,
Que el hijo cogía del padre,
eso ya se terminó
y no hay freno que lo pare.
Y si pudieran reunirse,
y formar un partidillo,
botarían por el cajón
por la crema y el cepillo.
Ellos sólo se conforman
con sacar para el ‘tapiño’,
por eso el gitano caballa
es un gitano tranquilo.
Qué añoranzas leer cosas como ésta, recordando la figura ya desaparecida del limpiabotas, o del "afilador" o del hombre del "cambio", que se llevaba las cuatro prendas o zapatos que ya no ibas a usar, y te las cambiaba por un cuenco, un par de vasos, unas babuchas morunas o cualquiera de las monerías de aquélla cesta que llevaba colgada, y yo pensaba debía pesar como un demonio. El "trueque" , una forma limpia y natural de quedar ambas partes a gusto y satisfechas.
Me dá añoranza y mucha, recordar aquéllos tiempos, porque para mí, y seguro para much@s otr@s, fueron tiempos mejores. A pesar de tener más escasez material o económica que hoy en día, había abundancia de otras muchas cosas, principalmente algunos valores, de los que estamos cada día más escasos.
El oficio o profesión de limpiabotas se fue perdiendo. Y digo oficio, porque para mí lo era, digno como cualquier otro donde los haya. Cualquier profesión hecha con dignidad, "dignifica" al ser humano. Eso al menos creo yo.
Y lo que me ha resultado más curioso es leer, como estos limpiabotas fueron la mayoría sustituidos, por niños marroquíes (los Mena de hoy en día, como dice el artículo). Se buscaban la vida a cambio de unas "pocas perillas". Y ahí es donde veo la gran diferencia.
Aquellos niños, al igual que los de hoy, venían con un sueño, como supongo vienen éstos, con la diferencia que a los primero se les veía ganas de trabajar y ganarse dignamente con su esfuerzo y trabajo, algo de dinero, que generalmente supongo no sería gran cosa. Pero ahí está el quiz de la cuestión. Se les "veía las ganas" .
Ya sabemos que creo que hasta los 16 años, o si el niño no está escolarizado o no quiere estudiar, no puede trabajar. Se echarían encima las ONG, o los Tratados de Derechos Humanos, (que de humano tienen poco y de "tratados" mucho), para calificarlo de maltrato o explotación infantil, o no sé cuántas cosas más...
El caso es que me gustaría ver en la Ciudad a estos Menas y los que no lo son, que hay mucho zagalón y juventud entre los que cruzan, tener aparte de las mismas ansias de una vida mejor, como también tendrían seguro aquéllos, las mismas ganas y predisposición a trabajar, empleando su tiempo libre, y que ES MUCHO (casi todo el día, en la mayoría de los casos), en múltiples ocupaciones de provecho que hacen falta en la Ciudad, en lugar de procurarse, en cuanto llegan, con un teléfono móvil, cosa que entiendo por querer contactar con l@s suy@s., para luego verlos sentados en cualquier lado escuchando por ejemplo música, que está muy bien, esperando la "llegada de los cigarrones", como diría mi abuela. Ya sabemos que una mente ociosa es la puerta más ancha para casi cualquier cosa y no precisamente buena.
L@s caballas que somos agradecidos por naturaleza, seríamos aún más sensible si cabe con respecto a su situación. Creo nos encantaría, al menos a mí, ver esta aptitud y predisposición. Y de seguros algunos "eurillos" irían cayendo. De eso creo que se trata. Una gran mayoría de estos niños, se escapan voluntariamente, en pos de una nueva vida y sed de alegría y libertad. En otras ocasiones, (muchas), son dejados marchar, o no son reten idos por sus padres, como menores que son, y responsables de su potestad y tutela. Eso es lo que creo le ocurrió al reciente y tristemente fallecido Ilias, intentando hacer "risky", como lo llaman ahora, perdiendo su vida, a pesar de ser aún un "niño".
Nada de esto debiera de pasar. Nadie tendría que abandonar su país, por sentirse precisamente "abandonado por él".
Pero esto desgraciadamente ocurre, y lo estamos viendo en nuestra Ciudad día a día. Lo que si me gustaría verles a éstos, que no creo que vengan con más ansias de vida nueva que aquéllos, es su mismo ímpetu y ganas como digo en este sentido . Tratando como lo hicieron los otros, en tanto en cuanto no podían salir de la Ciudad, verles la "voluntad real" de trabajar, e integrarse de la forma que fuera. Sin escaparse de los Centros en los que se les acogen. Porque se escapan voluntariamente, ya que no quieren someterse a reglas, disciplinas, y mucho menos estudio. También es cierto que no serán así todos, pero sí una gran mayoría.
Si esto pudiera ser, veríamos de nuevo limpiabotas como aquéllos, barrenderos, jardineros, albañiles, fontaneros, ebanistas....y un largo etcétera de profesiones que allí en Marruecos se dan con gran maestría.
Ya que parece no tenemos forma de frenar, que no parar esta inmigración tan desenfrenada, creo se debería regular en este sentido algo. Incluso por ellos mismos, para que lejos de sentirse lo que pueden ser en este momento, y es una carga, con una presión demográfica y económica difíciles de soportar, un grupo flotante de nueva población que "aporte" lo que sea a la colectividad.
Que se dé incluso, algún tipo de "trueque" como aquél del que hablaba al principio, y por el que tod@s creo, nos sentiríamos mejor.
¡¡¡ Ayy, como ha cambiado todo!!!