El Líbano en García Aldave; con su riesgo y su cielo azul; con su ruido de amenazas y ‘quejíos’; con las entrañas de las buenas obras y con el chisporroteo del peligro tomados de la mano. El Líbano en García Aldave, ayer como cada día, durante la luz del sol y la blancura de la luna, porque se intensifican los ejercios de preparación para la misión del Líbano en pos de mejorar la instrucción del personal, incluido tropa y mando.
“Ésta es una parte de lo que habitualmente hace la bandera, un ejercicio a nivel sección, encuadrado en una guerra contra fuerza irregular, en una misión de patrullaje en la que usamos cuatro vehículos, entre los que destacan dos ‘BMR’, que son los vehículos que usaríamos en misión”, asegura el teniente Moreno, encuadrado en la sección de reconocimiento de la quinta compañía y de la IV bandera Cristo de Lepanto del II Tercio Duque de Alba de la Legión.
Cuando el teniente termina de pronunciar palabra, o incluso antes aún, dos ‘BMR’ cruzan de repente el polvo del camino, en cuyo interior se sitúan los veinticinco soldados legionarios que participan en el entrenamiento. Entonces los vehículos se ponen en marcha: el primero de ellos se detiene por un artefacto explosivo y en ese momento comienza a desembarcar el personal, fijándose además elementos hostiles sobre las fuerzas propias; el segundo vehículo mientras tanto, en donde va el jefe de sección, despliega también su personal; el tercer vehículo va a por la amenaza para destruirla y el cuarto vehículo coge la carretera y se dedica a cortar cualquier huida del enemigo.
“Nos instruimos”, indica el teniente coronel De Carlos Huriarte, “en una intensidad de combate mucho más elevada de lo que ocurre en el Líbano, de manera que si la Legión está preparada para lo peor es mucho más sencillo llevar a cabo las tareas más fáciles”.
Continúa el entrenamiento: La sección desplegada en misión de patrullaje, concretamente la sección de reconocimiento de la cuarta bandera, sufre la emboscada por parte de una serie de elementos hostiles, iniciada por la explosión de un artefacto explosivo improvisado, que ocasiona daños en el vehículo así como las heridas a un legionario, que se retuerce del dolor, lo que provoca la reacción de la sección que abandona rápidamente la zona de muerte, área donde el enemigo puede hacer fuego, y los vehículos que no estaban incluidos en esa zona se repliegan para poder hacer fuego de sus armas sin ser, a su vez, víctimas de las del enemigo hostil.
El vehículo atacado se evacua y sacan al personal herido, respondiéndose al fuego que estaba recibiendo. El resto de la sección también replica con fuego y además se intenta doblar al enemigo con una maniobra por la espalda, una de esas jugadas maestras propias del ajedrez. No termina ahí la operación, tal y como indica el teniente coronel: “Más adelante, en el punto que estuviera estudiado previamente por el teniente, se produciría el aterrizaje de un helicóptero para atender al herido”.
“Cuanto más se parezca esto a la dureza de la realidad”, prosigue el militar, “más preparados estaremos. Con el credo de la Legión somos capaces de ir al fin del mundo, somos capaces de combatir y de participar en cualquier misión humanitaria o de paz”.
Ahora el silencio retorna a la naturaleza de García Aldave: cosas de los restos de la batalla.
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