Colaboraciones

El jubilata

Dicen algunos, que ya estamos en la tercera edad, jubilado, apartado del «mundanal ruido», tal como dijera Fray Luis de León en sus versos, y ya en el vestíbulo o en espera del viaje definitivo… Y, continúan en sus insulsas y mezquinas palabras -que siempre han estado de más y podrían haberse ahorrado intentar desvalorarnos, porque no humilla quien quiere, sino aquel que puede, y en este caso que nos ocupa, los encartados no tiene ni la sabiduría ni la experiencia suficiente para acometer dicha acción- que tenemos tiempo para todo, incluso para jugar al viejo juego del gato y el ratón con nuestras palabras adornando cada frase, como en un laberinto mediático, donde el Minotauro tiene todas las de ganar…
Sin embargo, dicen mal, porque la jubilación llega después de traspasar de largo más de 30 años de trabajo, donde te has dejado la piel y el alma intentando hacer tu trabajo lo mejor que alcanzan tus conocimientos, y tu propio amor propio por hacerlo bien de la manera más profesional posible.
De tal manera que cuando después de toda una vida laboral te llega la jubilación el cuerpo está resentido de tanto ajetreo de años sin parar, y todos son goteras y consultas al doctor de turno por esta enfermedad o aquella; si acaso, esta pastilla pa el corazón, la insulina pa el azúca, o la otra pa el colesteró… Y, una silla de ruedas, un andador, o un bastón en el mejor de los casos.
Pero hay otros jubilados, que siempre henos deseamos expresar nuestras inquietudes literarias, y escribir de aquello que nos llama la atención, bien sea un poema, una crónica, un artículo; o, sencillamente, contar aquello que has vivido con sobrada intensidad, y no has tenido tiempo de dedicarle tiempo ni a los versos, ni a la prosa que te hubiera gustado dejar sobre unas cuartillas, como un enorme beso salido de los más profundo del alma….
Y, ahora, llegada la jubilación, por fin encontraría el tiempo necesario para dedicarme a enlazar unas palabras -todas las palabras se hallan en el diccionario- tras otras, para narrar bonitas historias o entrañables comentarios… Sin embargo, la diosa fortuna nos ha sido esquiva, y por circunstancias dadas que no vienen al caso explicar -cada uno tiene sus problemas y no es cuestión de andar por ahí pregonándolos- tenemos que realizar todas las tareas de casa menos una que me niego con toda rotundidad. De tal manera, que tengo que preparar por la mañana los desayunos, por la tarde la merienda, y por la noche la cena. Además de hacer la colada que nos lleva a meter la ropa en la lavadora, sacarla y tenderla, más luego recogerla del tendedero y disponerla en los sucesivos cajones donde se guardan… La plancha no la uso, es más la he regalado a la vecina, porque aquí en mi casa nos gusta las arrugas, porque las arrugas nos hace libres…
Después llega hacer las camas, porque los muchachos se levantan con el tiempo justo para salir corriendo al trabajo y no tienen tiempo de hacerla… Más tarde salimos de compra al super y al verdulero-frutero, que me trae la mejor verdura de su campo en Conil, y los huevos más frescos de gallinas ecológicas que anda libres por su campo.
Hecha la compra, vuelta a casa para preparar el almuerzo del día, que hay que andar fino, porque a ca uno le gusta una cosa, y al que le gusta las lentejas, pongamos, no le gusta el arroz y viceversa… Por fin termina de jervir la olla y la menestra, pongamos: está dispuesta sobre la mesa con su mantel, servilletas y cubiertos más limpios que los chorros del oro, como decía siempre mi mare…
Acabado el almuerzo, recogidas de plato, cubiertos y cacharros, llevarlos al lavadero y enjuagarlos pa quitarles la pringue, y a continuación, estibarlos en el lavavajillas, y darle su tiempo de lavado… Hacemos un café en la cafetera especial que hemos comprao, de esas que pitan pa que no se derrame el café y lo pongan to perdío…. Unas galletitas, y si hay tiempo una vez sentada a Araceli en su sillón del salón, vemos un rato: «Acacias 38», el novelón que dura má que un día sin pan.
Y, llega la merienda, pero una merienda especial para los nietos, que es tan especial que to lo que hay en la nevera te parece poco pa darles: que si un yogur, que si queso fresco, que si mermelada y mantequilla con pan bombón…Y, lo peor, nuestra hija Yazmina regañándonos por tanta condescendencia y abundancia para con estas criaturas, que nos parece con sus presencias el mejor regalo de la tarde…
Y, con tiempo, vamos preparando la cena con un caldo a fuego lento, hecho con patatas hervidas, habichuelas verdes, zanahorias, 4 ajitos, una cebolla, 4 clavos, un chorreón de aceite, otro de vino blanco, y la sal correspondiente… Que salen después de jervías las papas, esponjosas y tan suaves que es un placer para el paladar.
Último tramo del día en el salón, por si hay alguna película en la tele que merezca la pena, y camino de llevar a Araceli al dormitorio, para que tenga un sueño reparador… Pero no acaba ahí la cosa, porque entre rato y rato, hay que fregar los cuartos de baños y el suelo de la casa y dejar todo limpio, y a los muebles pasarles una bayeta limpia pa que queden relucientes, y la vecina pase el dedo y luego no nos critique.
Algo, seguro que se me olvida de apuntar, pero mis queridos amigos, díganme, ¿si a este jubilado le queda tiempo para algo, si tiene que atender a la casa y a su esposa que se encuentra enferma, y tengo necesariamente que atender como la primera prioridad del día…?
Pues, aún sacamos tiempo para cumplir nuestro compromiso semanal con el diario decano de la ciudad -El Faro- de mandarle una columna de dos cuartillas y media, y de mantener una cierta correspondencia con algún grupo de Facebook, del que soy fundador y Administrador; aunque, bien es verdad, cada vez más dejado de la mano de Dios, por la imposibilidad manifiesta de poderlos atender… Bueno, tengo que añadir la edición de un libro: «Abdelaziz o la búsqueda de la identidad», que es un compromiso adquirido con la memoria de este muchacho magrebí que tuve la fortuna de conocer en los años 70….
Por eso, a veces hay que ser prudentes, porque decimos a la ligera cosas impertinentes y fuera de la realidad acerca de los jubilados; porque su tiempo está también tasado de sobra, y realizan otras tareas diferentes a las que venían realizando cuando trabajaban de manera profesional. Porque estoy en disposición de afirmar sin ningún temor a equivocarme, que nunca hemos trabajado tanto como ahora que estoy jubilado; y, también puedo añadir, que cuando trabajaba aún tuve tiempo de escribir un libro de 400 páginas titulado: «Ceuta, mi niñez perdida…», pero el de ahora -que ya no trabajo-, sólo he tenido tiempo de dedicarle unas pocas hojas, 70 hojas, na má…
- Sin más, se despide de vosotros este «jubilata», que quisiera tené argo má de tiempo, pa dedicárselo a su afición de siempre, y que por una cosa o por otra, nunca tuvo ese tiempo libre para dedicarse a ello; sino buscando el tiempo entre rumbo y rumbo y navegación y navegación…- Un abrazo a todos los paisanos de bien, pero sólo un momento, por aquello del tiempo… Manuel.

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