Cuando los acosos, escraches por la originalidad argentina de palabra e idea, los sufren en su propia carne los absolutistas por antonomasia, los ultraizquierdistas, radicales y fundamentalistas, los amigos de la algarada intimidatoria, de la opresión, de la persecución, demuestran que eso de probar la propia medicina no va con ellos.
A nadie en su sano juicio le agrada que arrojen huevos a Pablo Iglesias, ni que abofeteen a Mariano Rajoy, por muy antipáticos que estos nos parezcan. Algún problema mental debe concurrir en los que se congratulan por el mal ajeno, tan sólo el sadismo o cierto aire de superioridad que, en esas protérvicas mentes, hacen merecedores de castigos a los condenados , son el origen de estos vesánicos deleites personales.
La política vedette tiene un precio, el hartazgo de la ciudadanía cuando la representación es mala. Cuando ya se le han visto demasiadas veces las desnudeces al orate que tienen por rey, la gente ya no paga arrojando monedas al escenario - léase votos -, sino tomates, lechugas y en este caso huevos para evidenciar su mala actuación.
Cuando se siembran vientos, se recogen tempestades y eso es lo que les está ocurriendo a los fundamentalistas. Ya nadie le ríe las gracias a los hijos de la “black”, las becas sin acudir a la universidad, los pagos en negro, el pitufeo para la financiación, el chalet construido con dinero público, o los ingresos acreditados en juzgados desde Venezuela e Irán. No tiene gracia lo que hacen desautorizando a las instituciones públicas intentando desestabilizar al país - “nos conviene que haya tensión” , Zapatero dixit - ni pizca con lo que ejecutan desde sus gobiernos apoyados por la deriva ultraizquierdista del PSOE, mucho menos con la utilización de la calle ante lo que se les niega en las urnas, ni con el apoyo a los terroristas, ni los ósculos obscenos con los secesionistas. A sus eventos ya nada más que acuden los muy cafeteros, y ahora encima, les arrojan huevos.
La respuesta más clarificadora del nivel político del asunto, por su bajeza, la ha dado Echenique. Que no sólo no ha dimitido todavía tras el escándalo por sus pagos en negro y en régimen de cuasi esclavitud a un trabajador; sino que esto del huevazo le ha debido coger tras una intensa noche de jotas soeces, y se ha quedado aterecido ante tan evidente confusión mental: para este defraudador condenado, la deriva parabólica del huevo tenía una clara intención antifascista, no iba dirigido a su caudillo, eso es algo impensable ¿quién no ama a su líder supremo Pablo ? sino a los antidisturbios. La incapacidad de asumir críticas muestra la cerrazón mental, el narcisismo enfermizo, y la evidencia de una justificación subconsciente a que la agresión estuviese intencionadamente dirigida a los policías.
Pese a tener la cara de hormigón armado, demuestran tener el resto de la piel muy fina a la hora de encajar adversidades. Parafraseando a Abraham Lincoln , no se puede engañar a muchos durante mucho tiempo, mucho menos a unos ciudadanos cabreados.
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