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El general Juan Prim, nombrado director del cuerpo de Ingenieros

Se le veía a diario transitar por el habitual camino que le conducía a la calle Ancha de San Bernardo, en dirección al establecimiento literario y tipográfico de su propiedad, situado en el número 29 de dicha vía matritense. Allí, el escritor e historiador riojano del posromanticismo, D. Manuel Ibo Alfaro, concebía sus novelas, y podemos presumir que haciendo gala de un saber enciclopédico que definió a tantos ilustres personajes que llenaron de gloria la cultura decimonónica española. Embutido en el confort de las ropas de trabajo, se afanaba sobre la pluma, tinta y papel, después de que anduviera por dispersas academias de Madrid enseñando matemáticas, lógica y psicología; todo ello sin menoscabo de su profesión como periodista. Escribió mucho y bien. Siendo así, cuando se casó con la aragonesa Dª Adela Cano, puso su imprenta en la capital (Travesía de la Parada nº 8) y decidió consagrarse a la redacción de exitosos folletines; abarcando en toda su extensión el ámbito de la novela histórica y textos profesionales, educativos o divulgativos de naturaleza histórica. Cuando el Reino de España hubo vencido al Sultanato de Marruecos en la Guerra de 1859-60, Manuel Ibo dio forma a su libro “Corona de Laurel”, obra que dedicó en loor eterno al heroico Ejército Español. En sus páginas podemos apreciar una colección de biografías de los Oficiales Generales que tomaron parte en la gloriosa campaña de África.
Nuestro ejército había descubierto la hermosa Tetuán, la ciudad santa, la perla del sultanato de Marruecos, el archivo de las tradiciones magrebíes: sus blancas casas contrastaban con el verde follaje de la campiña; sus minaretes se dibujaban graciosos en el azul de la atmósfera; la vega estaba embalsamada con el aroma de los naranjos… Los marroquíes habían salido al campo, y empuñando sus gumias y espingardas habían querido defender el ídolo de sus ilusiones; pero las tropas españolas, marcharon valientes hacia Tetuán; 40 cañones abrían la marcha; 40.000 bayonetas enfilaban sus puntas detrás de los cañones. Los soldados cargaron con denuedo sobre aquellas multiplicadas huestes, y puso en fuga al ejército de los blancos alquiceles, y se hicieron señores del rico campamento de los muslimes; y plantaron sus tiendas frente a la hermosa Tetuán. Y la hermosa Tetuán entonó himnos de melancolía, porque tendió la mirada en torno suyo, y no encontró sus defensores; y no encontró sino el pendón español tremolando victorioso.
Escribir la historia del General Prim es cantar las proezas de un héroe. Encontramos en él un valiente, pero un valiente nacido para ser valiente. Hemos de dirigir la mirada sobre la guerra civil (primera guerra carlista) y se le encuentra peleando con denuedo, venciendo cuantas veces entra en combate; dirijamos la mirada sobre Turquía y sobre Crimea, y lo veremos convertido en un gigante que en la patria del Sultán y en la patria del Zad, fue dejando glorioso el pabellón español; ese pabellón bajo cuyos pliegues prestó juramento de fidelidad y que tan gallardo desplegó posteriormente en el norte de África. Pero el general Prim no era como algunos han podido creer un valiente  sin más mérito que el que al hombre puede darle un valor sin igual. Estimo que no. El general Prim estudió mucho, no sólo en la práctica sino en la teoría. Tenía profundos conocimientos en el arte de pelear, y que nunca olvidó. Juan Prim y Prats era valiente, pero nunca le abandonó la prudencia, mucho menos en la batalla; y si no, recuérdese el acierto con que dirigió el peligroso camino de Ceuta a Tetuán, ese camino donde flores debían sembrar a diario el conjunto de todos los españoles porque está regado con preciosa sangre de sus hermanos; porque es el sendero que la España Moderna siguió para llegar al templo de la gloria. Si el pueblo español llamó a Prim el “valiente entre los valientes”; con verdad le llamó también Leopoldo O’Donnell, General en jefe “El primer caminero de España”, y  con justicia le nombró director del cuerpo de Ingenieros, porque era muy presto que al frente de los ingenieros se hallara el que con ellos abrió en escabrosas, enemigas sierras, el camino por donde nuestra Patria simbolizó en su Ejército.
El estudio de su Hoja de Servicios nos participa entre muchos y e importantes datos que, quince años antes de la Guerra con Marruecos -estamos hablando de la fecha: 19 de Enero de 1844-, Juan Prim había sido nombrado Gobernador y Comandante General de Ceuta, cargo que no admitió y rehusó abandonando España. El 27 de octubre, fue conducido a prisión de orden del Gobernador militar de Madrid, e inmediatamente se le formó causa por sospechas de conspiración, sentenciándole por el Consejo de Guerra a seis años de castillo en las Islas Marianas; fue conducido a Cádiz para ser embarcado, y hallándose en el castillo de San Sebastián fue indultado por la Corona y se le restituyó al servicio y destinado en cuartel en Écija. Como antesala a su participación en los combates contra el enemigo marroquí, Juan Prim fue nombrado jefe de la comisión científica militar que se dirigió a Oriente a estudiar la guerra entre Turquía y Rusia. Estuvo en el campo turco en el cuartel de Omer-el-Pachá durante las campañas de 1853 y 1854 en el Danubio.
Rotas las hostilidades entre España y Marruecos en la guerra antes citada, Prim pidió incorporarse a la fuerza expedicionaria y fue nombrado comandante de la división de reserva que estaba formando en Antequera. De allí embarcó en Algeciras y salió hacia Ceuta al frente de sus batallones y de los voluntarios catalanes. Prim dio entonces muestras del valor que hemos definido con avances a pecho descubierto, en inferioridad numérica, en desventajosa posición y con embestidas cuerpo a cuerpo. Destacan los hechos de armas de Castillejos y Wad-Ras (cuyos nombres serían años después otorgados a las calles de su ciudad natal). Fue Prim quien decidió la suerte de la batalla de Cabo Negro y en la de Tetuán alcanzó el campamento de Muley Abbas. Tras la firma de la Paz de Tetuán el 26 de abril de 1860, Prim volvió a España y desembarcó en Alicante, recorriendo el trayecto hasta Madrid en loor de multitud. Después pasó a Cataluña donde el recibimiento fue apoteósico con arcos de triunfo, nombramientos de hijo adoptivo por diversas ciudades, sables de honor, etc. La reina le otorgó el marquesado de Castillejos con Grandeza de primera clase.
El 17 de Abril de 1711, el Rey Felipe V aprobó en real decreto el proyecto presentado por D. Jorge Próspero de Verboom, quedando constituido el Cuerpo de Ingenieros. La fecha es considerada como la de antigüedad del Arma de Ingenieros. El presente año de 2.011, aun establecido en las inducciones de su alborada natal, avistará como en su mes de Abril, los Ingenieros Militares celebrarán y conmemorarán los tres siglos de historia militar propia del Instituto que representan. Y, de sus anales, se sugiere determinar cierta evocación inferida a la figura del valeroso general D. Juan Prim y Prats, a quien le cupo el honor de ser nombrado Director de Ingenieros, en atención a los heroicos méritos contraídos en el teatro de operaciones, en el privativo escenario bélico que, partiendo de Ceuta logró prolongar en camino expedito hacia la victoria, imponiéndose tanto a los obstáculos naturales como a un adversario mermado, vencido y sometido…Así obtuvo los máximos laureles que lo aúpan en la historiografía militar de España.

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