La pasada semana, aprovechando los días del puente de agosto, fuimos a Madrid a ver a los abuelos. En algunas épocas del año viven en una preciosa casa en el campo lejos de la ciudad, llena de flores y árboles. A consecuencia de tanta vegetación y de la tormenta de verano que cayó justo el día antes de llegar, tuvimos que dormir tapados con algo más que una simple sábana. Una pequeña tregua en este caluroso mes de agosto, que pudimos disfrutar plenamente. Ellos, aparte de los problemas propios de la edad, están bien de salud (sin entrar en muchos detalles). Ha sido toda una alegría poder vernos todos. También llevábamos a la nieta, que le apetecía mucho estar unos días con ellos. Esto ha supuesto un plus inesperado para todos.
La casa está situada en una urbanización entre Segovia y Ávila. Allí solemos descansar bastante, pues apenas hay ruidos, aparte del canto de los pájaros. También aprovechamos para leer y dar largas caminatas. Una de ellas es a través de un sendero por un extenso bosque de encinas, que viene a desembocar en un antiguo puente, ya en desuso, en el que hay una caseta, con una placa bien conservada, en la que se puede leer que allí estaba el “fielato”. La caseta está situada justo al finalizar el puente. Es de suponer que las carretas y personas que antiguamente pretendieran ir a dicha localidad necesariamente tendrían que hacerlo por allí. No había otra ruta alternativa.
“Fielato era el nombre popular que recibían en España las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías, aunque su nombre oficial era el de estación sanitaria, ya que aparte de su función recaudatoria servían para ejercer un cierto control sanitario sobre los alimentos que entraban en las ciudades. El término fielato procede del fiel o balanza que se usaba para el peaje”. Esto es lo que se nos explica en la Wikipedia. No sé si en otros casos era posible hacer trampas y eludir el control de los fielatos. En este caso parece que no era posible. Evidentemente, en la actualidad se puede controlar la fiscalidad y la sanidad de los alimentos en los municipios de otra forma. En cualquier caso, es curioso contemplar los mecanismos que se utilizaban en la antigüedad para conseguir recursos para el Estado, no siempre bien repartidos.
Pero, si para realizar estos controles en las ciudades hay ya nuevos mecanismos, sin embargo, en los pasos fronterizos sigue habiendo puestos parecidos a los antiguos fielatos. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los puertos de Algeciras y Ceuta, para controlar todo lo que entra y sale de la ciudad. No ser territorio de la Unión Aduanera justifica jurídicamente este control. Sin embargo, para pequeñas compras por internet, a veces es todo un suplicio. Sobre todo, sin te toca una inspección rutinaria al azar. También para pasar con el coche en el barco, o simplemente para salir del barco rumbo a la península. A veces las colas son insufribles. Como en los fielatos medievales, no te queda otra que pasar dichos controles si quieres salir de Ceuta, o entrar con coche en la ciudad. Y que no se te ocurra llevar algún cartón de tabaco de más, o algún producto del que se pueda sospechar determinado tipo de comercio irregular.
A nivel internacional, con la vuelta decretada por Donald Trump al control arancelario, en su particular guerra con el resto del mundo, parece que se vuelve también al sistema de los antiguos fielatos. Lo comentaba días atrás con mi profesor de inglés. Él es un buen amigo y paisano de la localidad que ha pasado bastantes años en Londres. Durante un par de días a la semana mantenemos largas y agradables conversaciones, todas en inglés, sobre diversos temas. Uno de ellos fue, precisamente, acerca de esta política arancelaria del presidente de los EEUU de América. Me decía que esto no ocasionaría ningún beneficio al mundo, tal y como ya había pronosticado en su día Keynes. Este economista explicó que los aranceles, al final tendrían un efecto “zero sum game” en la economía global. Le respondí que, efectivamente así había sido en los años previos a la II Guerra Mundial. Sin embargo, la causa de la insistencia de Trump en esta errónea estrategia, quizás deberíamos buscarla en los beneficios a corto plazo que él, sus empresas y sus amigos empresarios iban a obtener con todo esto, pese al sufrimiento que ocasionarían en el mundo. Cuando todo esto pase, veremos las causas reales que hubo, pese a que dicha política esté llevando al mundo a una situación de inestabilidad como no se vivía desde la guerra fría. Nuevamente, tras este breve descanso, nos hemos metido de lleno en el trabajo de nuestra panadería. Pese a los días de cierre, los clientes, algunos nuevos y la mayoría antiguos, siguen viniendo a comprar nuestros productos ecológicos. También a charlar un rato sobre diversos temas. Es la esencia de este tipo de obradores. Especialmente ha sido interesante la conversación de ayer mismo con una cliente habitual, de origen francés, pero que vive por estos parajes del entorno del Parque Natural de Sierra Nevada.
Es una señora de mediana edad. Discreta y elegante. Con las ideas muy claras. No suele hablar mucho. Pero, por lo poco que ha ido comentando a lo largo de sus diversas visitas, sabemos que es francesa, aunque vivió mucho tiempo en Argentina. Es curioso escucharle hablar en francés, pero con acento argentino. Hoy, además de los panes habituales, se ha aventurado a probar otros nuevos que solemos hacer con harina de algarroba. En un momento de su corta visita me ha preguntado si había ocurrido algún incidente grave en Granada en los últimos días, pues había leído en un cartel de protesta colocado en la autovía algo parecido a ¡no más muertes en Granada! Yo le respondí que lo único que había leído en este sentido había sido el triste asesinato de una joven de apenas 20 años de edad, a manos de su pareja, que la dejó a pocos metros del centro de salud de la localidad de Durcal, aún viva, pero sin avisar a los servicios de urgencia, con la clara intención de que se desangrara, como así ocurrió.
Cuando le conté el incidente, su cara cambió. Y la señora, discreta donde las haya, de pronto quiso entablar conversación con nosotros. Fue así como nos contó, casi entre lágrimas, que ella había sido víctima de la violencia de género. También su madre. Por el relato de los hechos, ha tenido que viajar mucho y vivir en distintos países. Es una señora de un nivel cultural bastante alto. Sobre esta terrible lacra de las sociedades actuales estuvimos charlando un buen rato. La conclusión a la que llegábamos era muy similar. El machismo y el sentimiento de propiedad del hombre sobre la mujer, es algo que llevamos grabado en nuestros genes, independientemente del nivel cultural de las personas, y es muy difícil cambiar. Sólo con la educación desde los primeros años de la vida, lograremos dar un giro a la situación en el futuro. Y, sobre todo, con ¡tolerancia cero frente a las agresiones!.
Nuestro comentario final fue para solidarizarnos con las feministas marroquíes, que estaban luchando desde hacía meses para que se prohibiera la difusión del mensaje machista; “Sé un hombre y cubre a tus mujeres”. Increíble, pero cierto y terrible en pleno siglo XXI.
Gracias, Aureliano. Por escribir estos relatos sencillos en los que quién no entiende, es porque no quiere.