Como cada año, un día después de una Mochila que asoma ya descafeinada, la Ciudad echó mano de sus medios para ir retirando la basura acumulada, es decir, la ‘mierda’ que dejan aquellos ‘guarros’ carentes de civismo y mínimo respeto, que pensaron que estaban en su rincón de botellón y marcharon dejando los restos de comida y bebida. Pensarían eso de ‘ya vendrán otros a limpiarlo’. Y así es, no se equivocaron, vinieron otros a limpiar y recoger la basura desperdigada en los distintos puntos de asentamiento.
Desgraciadamente parece que nos hemos habituado a tal despropósito: que unos ensucien y otros vengan a limpiar, sin que haya sanción alguna, ni correctivo, ni medidas contra los que incurren, en mayor o menor grado, en atentados medioambientales.
Llevamos años de retraso, de pérdidas, dando un mal ejemplo a los que vienen y fracasados
No se disponen de los medios necesarios y ágiles para responder como se debe a los que causan estas imágenes, que son los mismos que ensucian las calles o los que nos muestran un Poblado Marinero que más bien parece una leonera cada mañana de fin de semana. Tenemos un grave problema de incivismo en esta ciudad, de hacer lo que venga en gana a sabiendas de que nunca llegarán las sanciones oportunas. Y si bien del incivismo solo tiene culpa el ‘guarro’ de turno, de la falta de respuesta la tiene una Ciudad Autónoma que, de una vez por todas, tiene la obligación de iniciar una dura campaña de sanciones contra estos comportamientos.
En otras ciudades de España llevan años con la asignatura de las ‘cacas’ de perro superada o los montes estercolero aparcada. Aquí no, aquí seguimos penando por igual a todos cuando son unos cuantos los que incurren en estas prácticas y deben ser sancionados de forma dura, es decir, tocando el bolsillo. Poniendo sanciones que sean efectivas, no meros avisos. Solo así podremos empezar a solucionar un problema tan grave que nos está terminando por dañar.
Considerar que lo que hoy sucede es normal se erige en un mayúsculo error que nos pasará factura, o mejor dicho, ya lo está haciendo. No se trata de ‘pagar’ por recibir escobas de plata y que nos digan lo limpios que somos porque así lo valemos. Tampoco hay que llegar a esos extremos, pero cuando menos esta ciudad debe recuperar una dignidad perdida que nos deja mal a ojos de cualquiera que quiera visitarnos y a nosotros mismos. Es algo así como nuestro pequeño fracaso personal.