La gestión del Gobierno Local lleva ya varios años en entredicho, y aunque nunca he compartido la manera en la que el señor Vivas delpilfarraba el dinero público, en los últimos tiempos las alarmas se han encendido con más fuerza que nunca. Ante la mala situación que atraviesa nuestra ciudad, las excusas del ejecutivo han sido numerosas y han ido en todo los sentidos. La falta de competencia y la “herencia” del Gobierno central se han convertido en la tónica habitual a la hora de echar balones fuera para valorar su gestión. Una gestión deficiente, injusta, insolidaria e irresponsable, volcada en satisfacer a unos pocos y dejar de lado al resto, a los que más apoyo necesitaban, sobretodo en los tiempos tan difíciles que estamos viviendo.
Podría aunar muchos más calificativos para definir los diez años del Partido Popular al frente de la Ciudad, pero prefiero no entrar en términos que puedan descalificar, porque la indignación que provoca la gestión populista e interesada del Gobierno puede hacer que cualquiera pierda los modales.
Tendría que escribir varias triologías para contar las andanzas de Vivas y sus secuaces, perder un valioso tiempo que, sinceramente, prefiero invertir en otra cosa más productiva, como por ejemplo manifestarme por mis derechos junto al resto de ciudadanos que no aguantan más los excesos de la derecha.
Antes de seguir dando rienda suelta a mi indignación, voy a intentar centrarme en el tema que atañe hoy, el Plan de Ajuste para el pago a proveedores aprobado por el ejecutivo local en el día de ayer. Nada más y nada menos que ochenta millones de euros de deuda, que tendremos que abonar todos los ciudadanos de nuestro bolsillo durante los próximos diez años, con un interés del 5%.
Y aunque la deuda real supera los trescientos millones de euros, el Gobierno parece mostrarse sorprendido con todo esto, como si de pronto las facturas hubiesen caído del cielo sin que nadie sepa cómo ni por qué.
La oposición se ha cansado de pedir esas facturas, de recordarle al señor Vivas que esto estallaría cualquier día y que, con cara de cordero degollado, el Gobierno daría absurdas explicaciones que no convencen ni a sus más fieles. Esto no es sino un ejemplo más de la política de despilfarro que llevamos sufriendo en nuestra ciudad durante los últimos diez años, y es que, como ya he dicho en alguna ocasión, contentar a unos y otros sale muy caro.