Mediaba ya el otoño y en las tierras del norte de Córdoba, seguro que las temperaturas se acercaban al invierno. Imagino a mi padre sentado frente a la mesa camilla, con el brasero repleto de ascuas de picón -de olivo y de encina- acompañándolo en aquella madrugada de vigilia.
Entonces se daba a luz en las casas y mi madre en la habitación contigua, en la cama, acompañada por la partera, aguardaba el momento del parto. Estrenaban maternidad y paternidad. Para templar los nervios mi padre, fumador empedernido, liaría no sé cuántos cigarrillos del tabaco que le gustaba y se entretenía rellenando un crucigrama. Al producirse el alumbramiento quedó inacabado sobre la mesa.
Cuando volvió sobre él -y por eso sé la hora exacta de mi nacimiento- anotó al margen: “nació Danielín a las 7,15 del 7 de noviembre de 1944”. No quiso continuar rellenándolo, lo guardó y cuando tuve uso de razón me lo enseñó. Años después, tras su fallecimiento, lo encontré entre sus papeles y desde entonces conservo el ya amarillento recorte. Me hice el propósito de continuarlo cuando me encontrase en la misma situación, esperando mi primer hijo.
Como no he sido padre el crucigrama incompleto ha permanecido intacto. Según el diccionario de la RAE, el crucigrama es: “Pasatiempo que consiste en llenar los huecos de un dibujo con letras, de manera que, leídas éstas en sentido horizontal y vertical, formen determinadas palabras cuyo significado se sugiere”. Etimológicamente la palabra está formada a raíz de un prefijo latino crux, crucis, que significa cruz y el sufijo griego gramma, escrito o letra. Significa por tanto escrito cruzado o letras en cruz.
Los elemento componentes son una red de cuadrículas, donde en cada una de ellas se escribirá una letra y una serie de referencias, en horizontal y en vertical, que darán lugar a las palabras a escribir. En los cruces de ambas se compartirá la misma letra.
El origen de los crucigramas actuales se atribuye al periodista británico Arthur Wynne. Nació en Gran Bretaña pero a los 19 años emigró a EEUU, residió en diversas poblaciones y recaló en New Jersey, ejerciendo en la sección de entretenimiento del periódico New York World, de edición dominical, a finales de 1913. A Wynne se le ocurrió un nuevo entretenimiento para el periódico -parece ser basado en un juego que le enseño su abuelo, cuando era niño- rellenando palabras en horizontal y en vertical.
Se publicó en el New York World el domingo 21 de diciembre de 1913, lo denominó word-cross -la palabra crossword apareció en un diccionario por primera vez en 1930- y en español significa palabras cruzadas. Es considerado el primer crucigrama, tuvo gran aceptación y se difundió en Gran Bretaña y en el resto de Europa.
En 1924, Simon & Schuster publicó en EEUU el primer libro de crucigramas titulado Crossword Puzzle Book, que tuvo una gran difusión y gran número de ediciones.
Sin embargo, esta consideración primigenia del crucigrama tiene históricamente varios antecedentes: Un curioso cuadrado que contiene unas cuadrículas con palabras o palíndromos –se leen igual en ambos sentidos– y que se denominó cuadrado Sator, aparece en muchas excavaciones arqueológicas en Europa y en mucha iglesias medievales.
El más antiguo y célebre, data del siglo I, se localizó en las excavaciones de Pompeya, en 1925, inscrito en una columna o pared. Su origen no está claro pero se le atribuye que contiene un lema o sentencia. Se le ha relacionado con el esoterismo, con la alquimia o incluso como un símbolo en la cultura cristiana. Hace un par de años en unas excavaciones arqueológicas en Esmirna, Turquía, se ha encontrado una curiosa inscripción con varias palabras codificadas de izquierda a derecha y de arriba abajo que podrían ser anteriores a lo hallado en Pompeya.
A principios del 1873 un tal Hyperion, en EEUU, comenzó la publicación –que se mantuvo probablemente bastante tiempo– de una especie de rompecabezas «Double Diamond Puzzles» en la revista infantil St Nicholas Magazine. Eran unos juegos mentales en los cuales debían entrelazarse las palabras hasta la correcta solución y tenían características parecidas a los crucigramas.
En Italia en 1961 algunos enigmatistas pretendieron para el país la paternidad del crucigrama, porque en la revista italiana Il Sécolo Illustrato della Doménica, de Milán, el periodista Giuseppe Airoldi publicó, el 14 de septiembre de 1880, un tipo de crucigrama, consistente en una rejilla blanca de pequeñas dimensiones, perfectamente definida, de cuatro por cuatro letras. Sin duda estaba inspirada en el cuadrado sator, no contenía ninguna cuadrícula en negro e incluía una serie de orientaciones para encontrar las palabras.
Parece ser que no tuvo mucho éxito por que no volvieron a publicarse. Existen referencias sobre las primeras versiones de crucigramas en el siglo XIX en Inglaterra. Se basaban en los acrósticos de la Grecia clásica y de los poetas del Barroco y Renacimiento. Por esta razón se explica que Wynne recordara los juegos de palabras de su niñez.
Precisamente, por los antecedentes históricos, el considerado creador del crucigrama no pudo conseguir la patente del mismo. Desde el publicado en 1913 ha tenido lugar una evolución: inclusión de casillas en negro para separar palabras, silábicos, autodefinidos, dameros, en blanco, crípticos, sustitución de referencias por fotografías o dibujos, etc. En 1997, se patentó el Crossword Weaver, primer programa de computadora que creó crucigramas.
Como curiosidades hay que recordar al crucigramista Robert Stilgenbauer que, en Los Angeles, elaboró durante diez años, con 3.185 términos verticales y 3.149 horizontales, el crucigrama más grande del mundo. Distribuyó 125.000 copias en 1949 y según parece nadie ha sido capaz de resolverlo. En el polo opuesto el español Agustín Fonseca creó y publicó en 1967 el crucigrama más pequeño del mundo ya que contaba con una sola casilla.
Fue resuelto por pocas personas a través de un concurso. Curiosamente fue incluido en el Guinness, pero eliminado dos años después por ser un record imbatible. Un reciente estudio concluye que hacer crucigramas rejuvenece hasta diez años el cerebro y los ingleses recurrieron a seleccionar, para interpretadores de mensajes nazis, en la II Guerra Mundial, entre realizadores de crucigramas.
Un suceso no muy conocido fue que precisamente unos crucigramas pudieron cambiar el rumbo de la historia. Churchill y Roosevelt planearon la invasión de Europa para derrotar a Alemania. Decidieron el desembarco, en las playas de Normandía, el 6 de junio de 1944 y lo denominaron operación Overlord. Componentes de MI6, aficionados a rellenar crucigramas, descubrieron que en los que publicaba el Daily Telegraph aparecían nombres relacionados con la secreta operación: Omaha, Mulberry, Neptuno, Utah, Gold, Sword, o Juno. Impresionados interrogaron al autor, un director de escuela, para detectar si era un espía de Alemania, pero finalmente se concluyó que había sido una simple casualidad, realizándose el desembarco.
Me gustó la definición que leí de Ricardo Cantalapiedra: “El crucigrama es una orgía de palabras”. Regresando al inicio del artículo y origen del mismo, vuelvo a recalcar mi vinculación con el crucigrama. Está relacionado con la vida y la muerte. Poco antes del fallecimiento de mi madre, aguardando en el hospital, pasé ratos rellenando un crucigrama. El inacabado en mi nacimiento -si estoy en condiciones- intentaría terminarlo antes de mi despedida. Cerraría, curiosamente, de esta manera -en horizontales y verticales- el círculo vital.
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