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El Cristo de Medinaceli de Ceuta

Sobre el Cristo Medinaceli, no descubro nada si refiero que es una de las imágenes a las que en Ceuta se profesa  más cariño, fe, profunda devoción y gran fervor popular, pues se trata de una vieja tradición religiosa que hunde sus raíces en el siglo XVII y que tiene un fuerte arraigo entre los cristianos de la ciudad por estar rodeada de varias leyendas. No hay más que ver la veneración y masivo acompañamiento popular con que los cristianos de Ceuta acompañan a la imagen al sacarla en procesión. Sin embargo, hay bastantes fieles que desconocen la preciosa historia de esa sagrada imagen. Y, por ello, que me voy a ocupar hoy de ella, previa advertencia de que no soy experto en el tema y que sólo me mueve a escribir sobre el mismo el interés que siempre me despierta todo lo referente a Ceuta, su historia y sus gentes.
En 1609, tras la reconquista por los Reyes Católicos de Granada, último bastión árabe en España, se decretó la expulsión de los moriscos que, como se sabe, eran los árabes que, después de la caída del reino nazarí se habían quedado en nuestro país. Los expulsados se distribuyeron por Marruecos, Argelia, Túnez y otros países ribereños del Mediterráneo. Esta expulsión supuso un notable incremento de las actividades de piratería y corso que venían dándose contra las costas españolas desde la época de los turcos, sobre todo en las costas de Cádiz, Málaga e Islas Baleares. Se organizaban en partidas de piratas, bucaneros y saqueadores que atacaban poblaciones costeras y barcos españoles llevándose todo lo que encontraban a su paso, no sólo mercancías, sino también personas e imágenes religiosas que robaban de las iglesias y de los barcos que las llevaban a bordo y a las que los marineros se encomendaban pidiendo la protección contra los numerosos peligros que les acechaban en la mar, y por las que, tras haberlas capturado, los berberiscos ponían un alto precio para su rescate, lo mismo de personas que de imágenes. Dichos buques piratas operaban desde puertos africanos en los que terminaban refugiándose cuando eran perseguidos por los españoles, y a los que se llevaban el botín robado en territorio español. Tales organizaciones vinieron operando, sobre todo, desde los puertos africanos de Larache, Tánger, Mámora, Mazagán, Tremecé, Túnez, Trípoli, Bugía, Argel, Mazalquivir, Peñón de Vélez y otros; de manera que para intentar poner fin a tal estado de cosas España se vio obligada a ocupar al otro lado del mar algunos puntos más estratégicos desde los que continuamente se le hostigaba. Larache en 1610,  Mahdiyya (llamada por los españoles Mámora y San Miguel de Ultramar); en 1614, Argel, etc. Eran tantos los piratas que por entonces saqueaban las costas españolas que el cronista Sandoval recogía: “…De África salen tantos corsarios que no se puede navegar ni vivir en las costas españolas”. Y cuando por mal tiempo no podían salir, de ahí viene el célebre dicho de “No hay moros en la costa”.
Una vez ocupada la Mámora por España, para atender al servicio espiritual de los soldados españoles que se hallaban de guarnición, los padres Capuchinos, a cuyo frente figuraba fray Jerónimo Jacinto de Espinosa, instauraron un templo en Mahdiyya, o Mámora, encargando para su culto la imagen de un Nazareno a Sevilla. La escultura es una talla que representa la escena evangélica de Ecce Homo (he aquí el hombre), que algunos llegan a atribuir al taller de Bartolomé Murillo, aunque otros expertos asignan la autoría a Juan de Mesa, o de algunos de sus discípulos: Luis de la Peña o Francisco de Ocampo. Una vez terminada la imagen en 1645, se dispuso se hiciera cargo de su traslado a la Mámora fray Francisco Guerra, Obispo de Cádiz, que sobre ella ejercía jurisdicción eclesiástica. El rey marroquí Muley Ismail, puso numerosos sitios a la guarnición, hasta que el 30-04-1681 todo un ejército sarraceno la reconquistó frente a la exigua guarnición española de sólo unos 260 soldados, de los que 11 murieron en su defensa y al resto, junto a 45 mujeres y niños españoles, Muley Ismail los llevó prisioneros a Mequinez con todo el botín de guerra, donde les hicieron objeto de muy malos tratos tanto a los soldados como a las imágenes. Francisco Sandoval de Roxas refiere en su crónica de la época: “Dexaron en duras prisiones 250 soldados y 45 mujeres y niños; y lo que más tenemos que llorar y sentir es (no sé cómo llegar a declarar lo que mis ojos vieron, sin perder la vida a manos del dolor) aver visto al Sagrado Retrato de Jesús Nazareno segunda vez entregado a moros y judíos” (Reproduzco el texto con la falta de ortografía de origen).
Después dejó en libertad a los padres capuchinos, pero éstos no quisieron abandonar a sus feligreses y a las imágenes, a las que los marroquíes llevaron ante su rey como despojos. Muley Ismail mandó arrastrar por las calles la talla del Cristo de Medinaceli y que la echaran a los leones como si fuera carne humana para que la despedazaran, haciendo de la imagen burla y escarnio popular. Luego, el rey alauita trató de vender las imágenes a mercaderes o entregárselas a los judíos. Pero se hallaba en dicha ciudad fray Pedro de los Ángeles, religioso trinitario descalzo perteneciente a la Orden, que regentaba allí varios pequeños hospitales y se encargaba de los rescates de los numerosos cautivos españoles. Este religioso español, se presentó al rey alauita ofreciéndole dinero por el rescate de la imagen. Muley Ismail aceptó la oferta, permitiendo al trinitario que la guardara, pero bajo amenaza de que si en tres meses no cumplía su promesa lo quemaría vivo. Los trinitarios comenzaron a hacer las gestiones de rescate de todos los cautivos e imágenes; concretamente, por el Cristo Medinaceli el rey marroquí exigía que le fueran entregadas 30 monedas de reales castellanos de oro, a semejanza de las mismas monedas de plata por las que Judas vendió a Jesús. El Consejo de guerra español acordó destinar caudales al rescate de los cautivos e imágenes, que habían quedado depositadas en el hospital de Mequinez; comprometiéndose a pagar el rescate Fray Pedro de los Ángeles; un hidalgo de Ceuta, Antonio Correa, el capitán de Infantería Domingo Grande de los Coleos, Lucas de Zúñiga y el mismo cronista, Francisco de Sandoval y Roxas.
Este último relata así los hechos: “Entre las 17 imágenes rescatadas, se encontraba una hechura de Jesús Nazareno, de natural estatura, muy hermosa, con las manos cruzadas adelante…Al hermosísimo busto de Jesús Nazareno le mandó el rey arrastrar, y echar por un muladar abajo, haciendo burla y escarnio del retrato hermoso, y del original divino. Todas ellas se embalaron y enviaron a Ceuta, donde tuvieron entrada el 28 de enero de 1682”. Las imágenes fueron llevadas primero de Mequinez a Tetuán, y desde aquí a Ceuta, figurando el relato siguiente: “Llegaron los moros con las santas imágenes a las Murallas de Ceuta, cuya llegada causó en toda la ciudad grandísimo júbilo y alegría. Salieron a la puerta a recibirlas todos los caballeros y soldados de la plaza, y tomándolas sobre sus hombros con singularísima devoción y ternura, en forma de procesión, acompañadas de toda la ciudad, las llevaron al Real Convento de los Padres Trinitarios Descalzos, donde se cantó con toda solemnidad el Te Deum Laudamus, en acción de gracias”. Las imágenes salieron luego de Ceuta, pero tal impresión dejó la de Jesús Nazareno, que años después los padres Trinitarios adquirieron una imagen para su convento ceutí con el nombre de Jesús Nazareno Cautivo y Rescatado, manteniédose su culto hasta nuestros días, existiendo en la actualidad una pujante cofradía que lo procesiona en Semana Santa, la Venerable Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado de Ceuta.
Después, el Cristo Medinaceli original fue llevado a Gibraltar, todavía bajo soberanía española; de allí a Sevilla, después a Córdoba; en agosto de 1682, fue depositado en el convento de los Trinitarios de Madrid; en 1810 José Bonaparte  suspendió las Órdenes religiosas y la imagen pasó a la Parroquia de San Martín; en 1814 volvió al convento de los Trinitarios de Madrid; en 1836, la Desamortización de Mendizábal suprimió de nuevo dichas Órdenes, y fue trasladada a la parroquia de San Sebastian de la Villa de Madrid; en 1845, por mediación del Duque de Medinaceli pasó de nuevo al convento Trinitario, que ya estaba regido por las religiosas Concepcionistas de Caballero de Gracia; en 1937 fue llevada a Valencia, al Colegio del Patriarca, formando parte de la "Caravana del Tesoro Artístico" protegido por la Junta; en 1938, fue situada en el Castillo de Perelada, Gerona (cerca de la frontera francesa); en 1939, pasó a Ceret, Francia; el 12-02-1939, llegó a Ginebra, Suiza; en 1939 tuvo una breve estancia en el Monasterio de la Encarnación; el 14-05-1939 fue depositada en su Iglesia del Convento de los Padres Capuchinos.
La imagen de Jesús Cautivo de Ceuta, como antes he apuntado, no es la talla original que fue rescatada por los Trinitarios, ya que la misma fue trasladada a Madrid. Fray Cristóbal de San Felipe, escribe: “La imagen de Jesús Nazareno que está en el altar colateral del Evangelio fue fabricada en Córdoba por fray Juan de la Concepción (hermano lego Mercedario), a quien se encomendó el Padre Manuel de San Ambrosio, Vicario de Ceuta, que con la limoná que juntó hizo el pagamiento de la imagen”. Desde el primer momento el Cristo caló en la devoción de los fieles ceutíes; al año siguiente ya salió en procesión el Viernes Santo a petición de sus devotos. Al derribarse el Convento Trinitario, la imagen pasó al asilo Viejo Nuestro Cristo de Medinaceli. Llega a Ceuta el 1-02-1728, a la iglesia de San Ildefonso en el barrio del Príncipe. Pero fue en 1946 cuando se fundó la Cofradía, que tiene el privilegio de liberar un recluso al pasar por la cárcel de Los Rosales en Semana Santa. Durante la Guerra de la Independencia, muchos nobles y eclesiásticos se exiliaron a Andalucía, entre los que figuraron los Duques de Medinaceli, quienes en 1809 estaban en Ceuta; también el Conde de Aranda, Marques de Ariza y el Arzobispo de Laodicea, entre otros, fijaron su residencia en Ceuta y allí permanecieron hasta 1812-1813, según los casos. Ocuparon los duques de Medinaceli un viejo caserón, próximo a la Iglesia de los Remedios, que hacía esquina con las calles Real y de Bocarro –hoy Agustina de Aragón, por haber fallecido en él la heroína de Zaragoza- y su estancia quedó en la memoria de los ceutíes como un suceso memorable. Próximos a salir de Ceuta, pidieron al Cabildo Catedralicio un manto de la Virgen de Africa, para hacer otro a sus expensas, lo que se concedió y, ya en 1814, se recibió el mismo. En resumen, una imagen ceutí de gran tradición, a la que el pueblo de Ceuta rinde venerable culto y profesa profunda fe y ferviente devoción.

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