Este joven discapacitado espera lograr una prótesis. Sufrió vejaciones en un camino muy complicado. Sus compañeros de patera se turnaron para ayudarle.
No hay barrera que no se pueda romper. No hay obstáculo que no se puede sortear. No hay piedra en el camino que no se pueda apartar. Si hay un sueño sustentado sobre una férrea base, se consigue alcanzar la meta.
Mamadou Alfa tenía ese sueño. Sabía que cruzar la frontera significaba, al menos, rozarlo. Por ello atravesó caminos, soportó vejaciones, sufrió como sufren muchos hombres, mujeres y niños cosificados en las estadísticas que conforman la inmigración. Para este joven guineano fue incluso más difícil que para el resto. Ser discapacitado en caminos en los que hay que correr, en los que uno se salva a golpe de huidas, en los que las agresiones son continuadas no lo pone fácil. La combinación de valentía y coraje unida a los muchos amigos que encontró en el camino fueron determinantes para que hoy, este joven guineano, descanse en el CETI soñando con un posible futuro.
Por vez primera desde hace tiempo se apoya en unas muletas de verdad. Por vez primera desde que llegó a Ceuta en una patera que volcó en la playa de la Potabilizadora, conoce algunos rincones de la ciudad en la que permanecerá acogido hasta que se proceda a su traslado a la Península, como parte de las salidas preparadas para los colectivos de vulnerables.
Sus ojos reflejan la alegría de sus logros. Nada tienen que ver con aquellos que escondían una mirada asustada e incluso huidiza cuando en la mañana del 4 de julio se toparon con los ojos de decenas de guardias civiles, policías y sanitarios de Cruz Roja prestos a atenderle.
Atrás queda su Guinea natal, aquella de la que escapó porque no quedaba otra, porque las guerras étnicas fuerzan comportamientos que el corazón rechaza. Alfa dejó a su madre, a sus hermanos pequeños y a su hijo. Los tuvo que dejar después de sufrir en sus propias carnes los efectos de una manifestación que no entiende de derechos humanos ni de permisividad. Un disparo le hirió de gravedad en una pierna, provocando la pérdida de la mitad inferior. Otro pudo haberle costado la vida, al pasar rozándole su cabeza. Una cicatriz en su frente se lo recuerda a diario.
Alfa tuvo que emprender el camino. El duro trayecto que no todos superan, en el que fallecen miles de personas que nunca son encontradas, en el que se asesina, se viola, se veja de manera continuada a los que no pueden defenderse. África pierde a miles de hijos en el camino. Las políticas europeas fracasan en sus fronteras y en los apoyos económicos entregados a dictaduras que no ayudan a sus pueblos ni a sus hijos.
Guinea, Mali, Argelia... fueron escenarios del periplo seguido por este joven. “Para dejar Argelia teníamos que andar durante toda la noche, desde las 19.00 horas hasta las siete de la mañana, sólo de noche, para conseguir cruzar la frontera y entrar en Marruecos”, explica en una entrevista concedida a FARO TV.
Oujda, el agujero de la muerte. Alfa logró superarlo, contó con muchos amigos que le ayudaron a cruzar la frontera, que sintieron lástima por él. Otros quedan atrapados en el cementerio africano en donde las mujeres son obligadas a ejercer la prostitución, en donde los niños son robados para su posterior tráfico, en donde los hombres son vejados.
Alfa siguió su camino, pero recuerda que sus dos compañeros eligieron otra ruta. “Sé que a uno lo mataron, del otro no sé, sigue en Argelia”, explica. “Mucha gente, viendo cuál era mi estado y la valentía que tenía, me ayudaba”, añade.
Fue así como se fraguó la escena anterior a la que conmocionó a muchos ceutíes. La escena que se iba a dibujar la noche del 3 de julio, cuando permitieron que Alfa subiera a la patera, cuando dejaron que el joven pudiera embarcarse en una travesía que podía salir bien o no. “Mis compañeros me ayudaron, pude subirme en la embarcación y emprendimos el viaje”, explica.
La oscuridad y el mar que arreciaba buscando tragarse vidas constituían el escenario en el que una quincena de hombres probaba suerte protegidos por unas endebles cámaras neumáticas erigidas en juguetes para las olas. “Cuando llegó la patera volcó, perdí mi muleta, caímos pero uno de mis amigos me cogió en brazos y me ayudó a salir”, recuerda emocionado mientras intenta encontrarse en la crónica fotográfica que El Faro publicó aquel día.
Cuando un amigo se cansaba de portarlo a hombros otro le relevaba. Ninguno le abandonó. Gente pobre, asustada, con miedo, que huía hacia el Camino de Ronda porque ni sabían dónde estaban... un cúmulo de sensaciones que construía un cóctel maquiavélico... pero nadie abandonó a Alfa. “Cuando uno se cansaba me cogía otro. Este... este, también este”, señala identificando los rostros de quienes ocuparon junto a él plaza en una barcaza de madera que a duras penas podía soportar el hacinamiento de tantas personas.
Pero esa noche Alfa tenía que atraerse la suerte. Y lo hizo. Había soportado demasiado, había acumulado mucho sufrimiento, víctima de agresiones, de desprecios en un camino en el que, a pesar de su estado, le robaban y explotaban; víctima también de una nefasta atención médica y de una acción criminal perpetrada en un país en el que la justicia se aplica sin criterio, en donde los derechos se pierden porque lo mandan quienes gobiernan, en donde ni siquiera hay asociaciones que puedan defender a las víctimas.
Alfa era el eslabón más débil engarzado en una cadena migratoria que se ha llevado ya demasiadas vidas. Ahora, poco a poco se recupera en la Enfermería del CETI. Se desplaza rápido con las dos muletas que le han dado, las guarda y cuida como si fueran una auténtica joya. Son parte de su cuerpo, de un cuerpo todavía dolorido por los golpes sufridos, un cuerpo que va recuperándose gracias a los cuidados ofrecidos por el personal del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes.
La familia de Alfa sabe que está en Ceuta, conoce del final feliz de su periplo. ¿Y ahora qué?, le preguntamos, mientras sus ojos chispean y su rostro se ilumina.
Alfa quiere marchar a la Península, le han dicho que allí le pondrán una prótesis y podrá caminar. No tiene amigos ni familia, pero sabe que la “Cruz Roja es internacional” y que “le ayudarán” por eso, dice, “decidí venir” porque sabía que le ayudarían.
Alfa regresa a su módulo. Lo hace rápido, dominando como nadie los pasos con sus muletas. El coraje mostrado en el viaje sigue dibujando la sombra que nunca ha dejado de acompañarle.
EN FRASES
Herido y con la obligación de huir: Recibió un disparo en la pierna que provocó que perdiera su parte inferior. Los conflictos étnicos son constantes y las manifestaciones también.
Un camino complicado: Para una persona discapacitada, el camino se hace más complicado. Muchas personas viendo el estado de Alfa le ayudaron para seguir.
La travesía y su futuro: La patera llegó a la playa y volcó, sus compañeros le ayudaron a salir. Quiere marchar a la Península en donde confía en que le den una prótesis.
LA INMIGRACIÓN
1. En Marruecos. La presión es constante tras la huida de sus países de muchos inmigrantes subsaharianos que buscan su entrada a Ceuta.
2. Vulnerables. Hay mujeres, niños y discapacitados como Alfa que conforman los colectivos más vulnerables en este tránsito.
3. Denuncia. Hay colectivos que funcionan a ambos lados de la frontera que denuncian la agresividad en el trato al migrante.
4. Atención específica. Personas como Alfa reciben un trato específico en el CETI al formar parte de los colectivos vulnerables.
5. Muertes. No se dan cifras acertadas sobre la cantidad de personas que mueren en el camino, tanto en el paso fronterizo como en el mar.
6. Protocolo. Entidades como Cruz Roja se encargan de atender inicialmente a los recién llegados estableciendo sobre el terreno una filiación inicial.
Para ver el vídeo, entre AQUÍ