La noticia ha vuelto a saltar. Una vez más la condición sexual del ser humano ha vuelto a ser reseña. La constancia del “buenismo” y del pensamiento único por derrumbar todo concepto establecido, buscando confundir, y por tanto engañar sobre cualquier asunto, hacen que lo que no debiera ser noticia, lo sea, y además lo haga como algo constructivo.
Me precio de no haber preguntado a nadie su condición sexual. Además intento practicar una norma de buen gusto: no prestar atención a lo que otros hacen en la intimidad. Por lo que puedo afirmar que me importa un bledo lo que cualquiera haga con su sexualidad, salvo si provoca sufrimiento humano.
Pero no he sido ciego, ni sordo, ni tan torpe como para no darme cuenta de lo que pasa a mí alrededor. El ser humano es sexuado y posee el cerebro más portentoso del universo, lo que hace que la sexualidad sea vital y fundamental, incluso en la abstinencia, el celibato y la castidad. Palabras que suenan a otros tiempos a aquellos que creen que la humanidad se acaba de descubrir.
A lo largo de la historia de la humanidad siempre han existido uniones homosexuales, desde el norte hasta el sur y desde el este hasta el oeste, y pese a lo que la mayoría cree, el catolicismo no condena la homosexualidad, sino el acto homosexual, predicando literalmente que “deben ser acogidos con respeto... Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta.”, de modo análogo a lo que ocurre en el judaísmo y en el islam. Por tanto nadie se escandaliza, ni, mucho menos, critica a los homosexuales.
La necesidad de aportar cobertura legal a la vida de un ser humano no debería estar en ningún programa político, como tampoco lo están el derecho al trabajo o el sufragio universal.
Es una obligación para cualquier gobernante garantizar una vida digna, y la utilización política de conceptos que afectan a las necesidades más básicas de la sociedad es una clara falta de respeto humano.
Defender que cualquier relación afectiva, independientemente del sexo de los afectados, deba ser considerada matrimonio, es un engaño social y lingüístico, denominando a cosas diferentes por el mismo nombre, para hacernos creer que es igual lo que no lo es. Creando así una sociedad monocroma, uniforme y no multicolor como la misma bandera que algunos lucen.
En eso se encuentran, en el camino de la mentira. Existen corrientes políticas, muy extendidas actualmente, que utilizando la condición sexual de seres humanos, y la necesidad, justa, de reconocer una realidad social plural, prometen engañarnos a todos, a homosexuales y heterosexuales, para intentar conseguir unos votos más. Ignorando que generando mentiras, aumenta la injusticia.
Solamente 10 de los casi 200 países que hay en el mundo contemplan el “matrimonio homosexual”. A lo mejor 190 países están equivocados.