La historia del auxiliar de Policía Local J.M.T. que hoy recordamos en el periódico forma parte ya de una de esas pesadillas permitidas por la administración. En 2005 fue víctima de una brutal paliza que le ha provocado la pérdida casi completa de la visión de un ojo además de graves secuelas psicológicas, hasta el punto de que su vida depende de un montón de pastillas. Aquella agresión no le llegó porque sí, sino más bien por su profesión de auxiliar de Policía Local, esos agentes que no eran policías pero que eran utilizados y explotados por la Ciudad Autónoma como tal. A este hombre, que se tuvo que marchar de Ceuta, le jodieron bien la vida. Se quedó herido y abandonado por parte de la propia institución que le había hecho hacer unas funciones ilegales, ya que por aquel entonces la administración local incumplió, con la contratación de auxiliares de Policía, todas las normas establecidas. Sin derecho a un abogado, teniendo que pagárselo de su bolsillo, sin trabajo, sin indemnización... esta persona se quedó en la calle, sin tener a quién recurrir.
Siete años lleva esperando justicia, que haya una resolución penal. Y otros tantos lleva esperando un pronunciamiento de la Ciudad, contra la que también ha interpuesto la oportuna denuncia y de la que ha escuchado un montón de promesas que nunca se cumplieron. “Ellos me han reconocido que lo han hecho muy mal, y que me tenían que resarcir... aún espero eso, pero no cumplen con sus palabras”, me decía ayer el auxiliar.
Tiene que ser muy triste que te jodan la vida y que te dejen tirado en el camino. Que unos tíos te den una paliza y que encima pasen siete años y el juicio no se haya celebrado todavía. Que te hayan atacado por tu condición de auxiliar de Policía y que la administración que te contrató pasé directamente de ti porque en su día las cosas no se hicieron como debían... La historia de este hombre, que arrastra con desesperación su existencia porque se siente burlado, es la de una marioneta usada en su día en base a una tropelía gubernamental y ahora abandonada en el camino, sin derecho a nada, arruinado y buscando sólo a alguien que le escuche. Al menos le queda su libertad de expresión, de momento.