Este es el título del Informe sobre Desarrollo Humano 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). He accedido al mismo porque me interesaban algunos datos para un estudio que estábamos realizando sobre el efecto que tiene el progreso económico en el planeta. Conforme me he ido introduciendo en la lectura de algunas de sus partes, he descubierto un horizonte de desarrollo humano en el mundo esperanzador, en determinados aspectos, aunque muy preocupante en otros.
Lo primero que se destaca es que en la última década todos los países aceleraron sus logros en las dimensiones de educación, salud e ingresos. Es más, ninguno tuvo un valor del Índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo en 2012 que en 2000. Por ejemplo, los principales países en desarrollo, Brasil, China e India, superarán la producción total de Canadá, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y Estados Unidos. La clave está en la asociación entre comercio y tecnología en el interior del mismo Sur.
Pero también se aportan en el informe otros datos interesantes. Así, se indica que el crecimiento económico por sí solo no se traduce automáticamente en el progreso del desarrollo. Esto es muy importante, pues hasta hace muy poco, muchos teóricos de la ciencia económica así lo creían. Han tenido que ser estudios y evidencias científicas las que nos muestren el camino. Políticas a favor de los pobres e inversiones en las capacidades de las personas (educación, salud y habilidades de empleo), son las que han expandido el acceso al trabajo digno y han proporcionado un progreso sostenido en muchos países emergentes. En concreto, las cuatro áreas específicas para sostener el impulso al desarrollo se fijan en la mejora de la igualdad, fomento de la participación ciudadana, atención a las presiones ambientales y manejo del cambio demográfico.
Relacionado con estas dos últimas cuestiones, el informe nos da cuenta de los resultados de algunos estudios que reafirman los argumentos de que el progreso del desarrollo humano no necesita intensificar el uso del carbono, sino mejorar las políticas ambientales. Y en concreto, lo que más se necesita es prestar mayor atención al impacto que los seres humanos producen en el medio ambiente, pues de lo contrario el desastre ambiental provocará que unos tres mil millones de personas más sufran pobreza extrema en los próximos 30 años.
Es interesante el análisis que se hace de la tasa de envejecimiento poblacional. Según se muestra, las poblaciones ahora envejecen más rápidamente que en el pasado, ya que las tasas de fecundidad bajan y la esperanza de vida aumenta. Sin embargo, este envejecimiento está avanzando más rápidamente en los países en desarrollo. Los retos que se plantean desde las Naciones Unidas, de aquí a 2050, son la duplicación del préstamo por parte de instituciones financieras internacionales por 10 años, el incremento del 20% del gasto en salud en ese mismo tiempo, la expansión del 20% de las infraestructuras en un periodo de 30 años, la mejora del 20% de la gobernanza a lo largo de 10 años y el incremento de la migración del 50% en el lapso de 20 años.
Como se puede ver, y se refleja en las conclusiones del informe, el ascenso del Sur ha cogido al mundo por sorpresa. Ahora son los países del Norte los que están buscando a los del Sur para mantener la economía mundial en movimiento. El Norte necesita que el Sur mantenga la demanda de sus bienes y servicios exportados, y el Sur necesita del Norte como fuente de innovación y tecnologías complejas. Y en general, el ascenso del Sur presenta nuevas oportunidades para un suministro más efectivo de bienes públicos mundiales. Sobre todo porque los intercambios comerciales se están expandiendo más en el eje Sur-Sur, que en el tradicional Norte-Sur.
Por primera vez en siglos, el Sur en su totalidad está impulsando un crecimiento económico global y cambios sociales importantes. Estas perspectivas, junto con la recomendación de incrementar las migraciones en un 50% en los próximos 20 años, parece que no se compadecen con la retrograda ideología xenófoba y racista de la que hacen gala algunos partidos conservadores (y la caterva de “palmeros” que les rodean), que todos hemos podido contemplar a raíz de los trágicos sucesos ocurridos en Ceuta en las últimas semanas.