La educación en la sombra” (como se conoce en el sector a las clases particulares), está adquiriendo una importancia exponencialmente creciente en el conjunto del sistema educativo. Algunos datos, recabados de los informes más recientes elaborados al efecto, nos ayudan a entender la magnitud de su impacto. Se estima que las clases particulares movilizan en torno a mil setecientos millones de euros anuales. Se han multiplicado por tres en apenas doce años. En la actualidad, aproximadamente el cuarenta y siete por ciento de las familias con hijos en edad escolar, acuden a este mercado.
Las clases particulares afectan a todos los niveles y sectores sociales. Y no tienen, en todos los casos, idéntica finalidad. De hecho, y según el mismo estudio, de cada dos euros invertidos por las familias para “completar” la educación de sus hijos, dos están destinados a ampliar conocimientos (especialmente idiomas y música), y uno a “refuerzo y recuperación”. Es en este último segmento en el que es necesario poner el foco. Entre otros motivos porque algo tan aparentemente inocente e inofensivo como las típicas clases particulares, pueden estar socavando el principio de equidad educativo, fomentando desigualdades y, en consecuencia, perjudicando el sistema en su conjunto.
"Casi la mitad de la población no puede acceder a las clases particulares por motivos económicos"
Parece muy obvio entender que determinado perfil de alumnado precisa, en algún momento, un “empujoncito” para salir adelante. Pero si bien es cierto que podemos afirmar que todo estudiante que paga por estas clases las necesita, no podemos decir que todo aquel que las necesita pueda pagarlas. Es lamentable constatar que, aunque las necesidades de apoyo académico extraescolar afectan a alumnado de todos los estratos socioeconómicos, sólo aquellos que pertenecen a familias con mayor nivel de renta tienen la oportunidad de disfrutar de apoyo extraescolar. Los precios de las clases particulares son prohibitivos para las economías más modestas a las que les resulta sencillamente imposible costearlas.
Este fenómeno, en nuestra Ciudad, adquiere una mayor relevancia. No podemos olvidar nunca, cuando hacemos análisis educativos, que en Ceuta el cuarenta por ciento de la población subsiste con rentas por debajo del denominado “umbral de la pobreza”; y que, a pesar del más que sospechoso triunfalismo oficial, Ceuta sigue siendo líder en fracaso escolar. La combinación de ambos hechos produce un efecto demoledor. Casi la mitad de la población no puede acceder a las clases particulares por motivos económicos, mientras que la otra mitad si tiene a su alcance ese recurso adicional que le permite mejorar sus resultados académicos. Se trata de una injusticia tan flagrante que no es necesario abundar en argumentos.
La única iniciativa del MEFP para tratar de paliar las necesidades de refuerzo del alumnado más vulnerable es el Plan PROA. Pero este programa, tanto por su concepción y organización, como por el escaso volumen de recursos aplicados, dista mucho de ser suficiente. Parece más un “quiero y no puedo” o un aliviadero de conciencia, que un intento serio de acabar con este problema. Desde nuestra experiencia docente vivimos con amargura cómo las plazas de refuerzo que nos ofertan no cubren ni de lejos a todo el alumnado que lo necesita.
El modelo de clases particulares debería ser reemplazado por el de refuerzo educativo, que es un concepto mucho más amplio y que aborda, de una manera integral, las necesidades socioeducativas mediante el refuerzo escolar pero también mediante el deporte, música, teatro, el ocio educativo… y cuyo fin último no es solventar provisionalmente casuísticas individuales, sino contribuir a la supresión de barreras económicas. Esto supone trabajar no solo las habilidades de aprendizaje sino también las personales y sociales. Desarrollándose en horario lectivo, no lectivo y extraescolar. Es por eso que las propuestas de mejora incumben a todos los ámbitos implicados: MEFP, administración local, centros educativos y comunidad escolar.
"La única iniciativa del MEFP para tratar de paliar las necesidades de refuerzo del alumnado más vulnerable es el Plan PROA"
Como medida de equidad se debería dotar de más recursos económicos y educativos a los centros situados en zonas deprimidas. Reforzar la atención a la diversidad y la atención individualizada dentro del horario lectivo debería ser otra medida preventiva que intente evitar la necesidad de clases particulares.
Por nuestra parte, a los centros educativos nos toca promover el debate en los claustros sobre la implementación de metodologías que logren mejorar los resultados escolares. Debemos enseñar de tal manera que el alumnado no necesite apoyo externo, no podemos hacer descansar dicha responsabilidad en las familias, ya que no todas tienen los mismos recursos y aumentaría la desigualdad educativa.
En definitiva, frente a las políticas educativas de “sálvese quien pueda” que solo consiguen perpetuar las desigualdades sociales de origen, como docentes tenemos la firme convicción de que las alternativas hay que construirlas desde lo comunitario, entendiendo que las y los estudiantes tienen capacidades, potenciales y contextos socioculturales diferentes. En nuestras manos está gestionar dichas trayectorias educativas desde la óptica de la equidad o desde la “mano invisible” del mercado.