No hay mayor penuria que ser cómplice en la generación de una costra para convertir el drama humano en algo que no nos afecte. Y eso está pasando. Nos hemos convertido en monstruos para nosotros mismos, hasta el punto de no empatizar con todas esas familias que salen a la palestra mediática como última salida que tienen para buscar a sus seres queridos. En todas las historias se repite el mismo patrón: madres desesperadas que llaman reclamando datos sobre sus hijos, publicación de las historias y falta de empatía absoluta por parte de áreas de responsabilidad que se hacen fuertes en la inepta burocracia para, sencillamente, no hacer nada.
¿Ha denunciado? Cuestionan. Y una se pregunta cómo va a denunciar una madre perdida en un pueblo de Marruecos que ni se puede desplazar a una sede policial y, de hacerlo, sabe perfectamente que esa denuncia no va a llegar a ningún lado. ¿Tiene familia en España que pueda denunciar? Siguen preguntando. Lo hacen hasta dar con la excusa perfecta para convertir esta historia en un problema imposible, sin haber movido un dedo en crear una base de datos de desaparecidos que pudiera servir para, al menos, resolver alguna de estas historias. Pero no, no se hace, porque quizá nada importa lo que les pase a esas madres atrapadas en un drama o porque en el fondo aflora esa típica frase de ‘ellos se lo han buscado’, culpando de haber desaparecido en el mar al que sale por buscar una mejor vida.
He perdido la cuenta de la de crónicas -cada vez más- que publicamos de desaparecidos. Sus familiares siguen preguntando si hay pistas, si hay datos. Y duele decirles que no, como también duele saber que quienes podrían hacer algo no han movido un dedo porque no les importa, porque para ellos la inmigración son números, estadísticas y no personas. Solo moverán un dedo para aquellos casos en los que puedan obtener un beneficio político.
Ceuta como frontera sur no está solo para pedir dinero, está también para darse cuenta de los dramas que crecen a su vera y para hacer algo con vistas a disponer de un enlace, de una base, de ‘un algo’ a lo que se puedan aferrar los familiares de los desaparecidos a sabiendas de que allí no les tomarán el pelo y se preocuparán por sus historias.