Es sobradamente conocido que dos hombres muy importantes –españoles los dos– han fallecido recientemente y con muy pocos días de diferencia. Por sus obras, tales como el Banco de Santander y El Corte inglés, ambas de gran categoría y perfectamente conocidas, todos los españoles nos hemos hecho eco de la muerte de cada uno de ellos. Ambos, a pesar de su puesto relevante en la vida económica del país eran
hombres sencillos. Vivían como tenían que vivir, de acuerdo con la responsabilidad de los puestos que les correspondió servir con su trabajo e inteligencia, pero no daban motivos para que los demás nos pudiéramos sentir molestos por algún gesto fuera de tono humano. Es una opinión personal y como tal la doy a conocer. Otras personas pueden tener opiniones diferentes.
Cada día fallece una gran cantidad de personas, algunas de las cuales nos son más o menos conocidas y la inmensa mayoría nos es completamente desconocida. La sociedad es muy numerosa y variada en sus componentes. Conviven con nosotros aunque no tengamos relación directa con ellas y desconocemos sus nombres y particularidades personales, pero son seres humanos que han unido sus esfuerzos a los nuestros, aunque puedan ser en niveles muy diferentes. Por ese hecho de ser hombres o mujeres como nosotros, dotados de un alma igual a los de los demás, y de unos deseos y afanes más o menos similares a lo cualquier otra persona, merecen nuestra especial atención y el trato que sea posible según las posibilidades de proximidad que existan.
Toda persona, cualquiera que sea, merece nuestra atención, nuestra ayuda y comprensión, al tiempo que unas palabras de atención, si fueran necesarias para corregir alguna que otra desviación, de las que nadie está exento. Toda persona merece respeto y consideración por ser ella misma y no por los medios materiales de que disponga para vivir.
El ser humano debe no olvidar nunca lo mucho que vale una palabra amable, un detalle de atención aunque sea discreto y casi sin importancia material pero que pone a la vista, de quien lo necesita un detalle del alma, que se manifiesta en una leve sonrisa o en un pequeño gesto de ayuda; algo que hace sentir la proximidad del alma que es una verdadera caricia.
Muchas veces parece que el mundo ha sido hecho para nuestro disfrute personal y no nos importa lo más mínimo el estado de necesidad en el que viven otras muchas personas. Vamos por un camino en el que hemos hecho desaparecer las inquietudes y necesidades de los demás. No vemos ni siquiera nuestra propia sombra; no la queremos ver porque nos delataría nuestra grave falta de consideración a los demás. Es necesario que "veamos" a los demás aunque no nos anuncien su presencia. Es necesario que pensemos que muere mucha gente anónima cada día y quizás no hemos tenido ocasión de despedirla con un Avemaría. Esa persona, desconocida, es importante; tan importante como tú y yo, y que menos que un Avemaría le debemos ofrecer...
Tú, quienquiera que seas, muestra la gran generosidad de tu alma para cualquiera de esas personas que fallecen cada día en el mundo. Algunos son asesinados por quienes han perdido la idea del amor fraterno y otros por causas muy diversas a lo que podría denominarse muerte natural, por enfermedad o por accidente..
Para cada una de ellas, cualquiera que haya sido su sistema de vida, que les acompañe la caricia de una sentida y amable Avemaría. ¡Que no se sientan abandonados, son, todos, sumamente importantes!