Mi hermano y yo éramos muy aficionados a la lectura. Un día, husmeando en una librería de anticuario encontré un libro que me llamó la atención; sus tapas cuarteadas de piel granate y su olor a tiempo sin abrir, me subyugaron.
Creo que el libro me escogió a mi, antes de que yo lo eligiese.
Le propuse un reto a mi hermano: El lo leería por la mañana y yo por la tarde y conforme lo fuéramos devorando, debatiríamos en la cena sobre la impresión que nos causaba.
Pronto me di cuenta que la lectura de ese desconocido libro, me llenaba de ternura, de compasión y de esperanza.
En cambio, mi hermano fue transformándose conforme avanzaba por sus páginas: su carácter era cada vez más arisco, más oscuro y me comentaba que aquel libro desprendía maldad, pura y absoluta maldad, adueñandose de sus pensamientos que, cada vez, se volvían más criminales, más diabólicos.
No pudimos terminar de leerlo. El libro (maldita la hora), nos había convertido en dos extraños, que lentamente comenzaron a odiarse hasta extremos no concebidos.
Nos separamos sin despedirnos y, desde hace años, no sé nada de él.
Soy el psiquiatra de Fernando. Vivo y vive en Valencia. Llevo tratándolo desde hace más de un año. En todas las sesiones insiste en un extraño libro, y en como su lectura acabó separandolo de su hermano, con quién siempre le había unido un cariño especial.
Pero lo cierto es que Fernando (según mis informes) era hijo único y que jamás había leído un libro en su vida. Padecía de un trastorno bipolar extremo, por el cual hube de recluirlo en un Centro Psiquiátrico de la capital.
Lo veo hablar con otros internos y contarles con vehemencia, hasta el olor de las páginas de un libro que compró en una vieja libreria y cómo les alteró su fraternal amor, hasta llegar a un odio desconocido.
Soy el psiquiatra de Agustín. Vivo y vive en Ceuta. Me habla continuamente de un libro antiguo de color granate y de un hermano, de nombre Fernando.
He investigado sus antecedentes y parece ser que es hijo único; sus padres fallecieron en un accidente y por nuestro trato semanal, sé positivamente que ama la lectura, siendo una persona culta aunque inestable.
Ambos pacientes continúan internados en sus respectivos Centros y han sido diagnosticados de trastorno bipolar, muy cerca de la esquizofrenia.
Pero lo más inexplicable de esta sigular historia, es que cuando llega la noche, Fernando y Agustín, sueñan con la lectura de un libro del que no recuerdan su título y que debaten con su hermano que cada vez se va alejando más y más.
P.D. ?Sueñan los robots con ovejas mecánicas?....Pues eso.