El determinante posesivo “mi” acompañado de la palabra “muchacha” es o era muy utilizado en nuestra ciudad. ¿Qué haría yo sin mi muchacha? Esa expresión tan habitual y posesiva de las trabajadoras transfronterizas ha pasado a un segundo plano. Las muchachas que han sido despedidas -por utilizar un término laboral- han quedado totalmente desprotegidas, sin derecho a nada.
La frontera marroquí cerro el 13 de marzo y miles de señoras se quedaron sin sus muchachas. Un drama para muchas empleadoras -termino correcto para definir la relación laboral- aunque estas han podido solucionar sus problemas remangándose las vestiduras, recurriendo a los abuelos, familiares o amigos. No pasan hambre, igual sus viviendas están menos lustrosas, pero comer, comen todos días. Sin embargo, muchas de las trabajadoras y trabajadores no tienen esa suerte.
En todas las relaciones humanas, incluidas las laborales, existen dos tipos de personas; las honestas responsables y humanas y, por otro lado, las deshonestas e inhumanas. El cierre de la frontera nos ha mostrado esas dos caras de la sociedad ceutí. Si está leyendo este artículo puede comprobar si es usted una persona decente o es usted una persona dañina, insolidaria y deshonesta. No le llevará mucho tiempo identificarse. Igual le merece la pena, porque nunca es tarde para cambiar.
El cierre de la frontera marroquí ha dejado a miles de mujeres sin la posibilidad de acudir a sus puestos de trabajo. Miles de esas mujeres sin contrato laboral, pero les permitía llevar a sus casas el dinero para mantener a sus familias. Muchas llevan décadas trabajando con las familias y esperaban de ellas una respuesta solidaria, sobre todo porque a veces esa relación de trabajadora-empleadora era cercana, casi familiar.
Han pasado muchos meses y muchas de estas trabajadoras reciben el salario por transferencias, porque las empleadoras saben que es su único sustento y que sin ese pequeño salario solidario no tienen nada que llevarse a la boca. Es la parte solidaria de la gente responsable, humana y honesta de esta bendita tierra, pero existen otras muchas que las dieron de baja o simplemente por no estar contratadas se han olvidado de enviarles un salario que por derecho o humanidad les corresponde.
La aparición del COVID-19 y la nueva realidad de la frontera hispano-marroquí debe servir para poner en marcha mecanismos que regulen esta relación laboral especial, porque la imposibilidad de acudir al trabajo no la provoca el trabajador, la provoca una pandemia o la permisibilidad del tránsito de personas que depende de los gobiernos de ambos países.
Una situación que nos lleva irremediablemente a regular unas normas que protejan a los trabajadores transfronterizos para que el empleador conozca las obligaciones que tiene con l@s trabajador@s que no pueden acudir a su puesto de trabajo por causas ajenas a su voluntad, porque esa protección no puede quedar a expensas de la caridad del empleador. Una ley que evite desencuentros laborales y morales entre ambas partes.
Debo reconocer que a pesar de tener algún desencuentro con Paco Antonio, antiguo delegado del Gobierno -QEPD-, siempre me pareció una persona leal, honesta y capacitada. Un delegado del Gobierno que apostó y consiguió regularizar a miles de trabajadoras, quizás no todas las que esperaba, pero tuvo un resultado más que satisfactorio. Él puso sobre la mesa la obligación de regularizar a las trabajadoras de hogar y, por tanto, no existen excusas para protegerlas desde la administración. No valen medias tintas en las relaciones laborales en los países democráticos y civilizados.
Los tiempos cambian y la singularidad de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla requieren leyes especiales. Sin duda, queda mucho trabajo por hacer.