Tres meses han pasado únicamente entre las dos visitas que nos ha brindado la rectora de la UGR, Pilar Aranda, a Ceuta. La primera estuvo cargada de anuncios, proyectos y compromisos. La segunda no ha traído más novedad consigo que una estéril polémica de si en la reunión que mantuvo con los responsables del Campus de Ceuta hubo un ánimo de crítica que no fuera constructiva. No negó Aranda que se achacara cierto inmovilismo, quizá en la consecución de objetivos que se marcaran al inicio de curso. Pero preguntada al respecto, la rectora, ante los medios de comunicación locales, corrió a desdecirse y matizar sus palabras para finalmente cambiar completamente la versión y calificar la labor docente en nuestro campus de un “dinamismo muy grande, muy valiente y poderoso”. Ella misma reconoció que hay profesores en nuestro Campus que imparten hasta cinco asignaturas diferentes con el trabajo que ello implica en realizar y preparar clases sobre materias diferentes y atender a decenas de alumnos. Es consciente la rectora, que se apresuró a poner en valor la labor de los docentes, que con este volumen de trabajo y con la clara carencia aún de recursos para una labor investigativa, reconocida en tanto aún se espera la creación de un centro específico en Ceuta en esta materia, los profesores hagan una labor encomiable que no se les puede ni se les niega. Precisamente si este inmovilismo vino en algún momento cargado de reproche, lo mismo se podría decir sobre el proyecto del centro investigador en ciernes. En tres meses, Aranda no ha traído novedad alguna al respecto. Quizá consciente de todo ello, la rectora se apresuró, con razón, a rectificar sus palabras y no solamente alabar a nuestros profesores universitarios sino también a entonar el mea culpa en tanto a la ‘resistencia’ que las personas, como seres humanos que somos, tenemos a los cambios y el esfuerzo que realizamos en adaptarnos a esos cambios. Si es así, bienvenida sea la rectificación, porque como dice el dicho popular ‘rectificar es de sabios’.