Opinión

Domingo Piris Berrocal y el legado de la Legión en su centenario

El pasado año 2020 se conmemoró el Centenario de la creación de La Legión por el teniente coronel José Millán-Astray y Terreros, mediante Real Decreto de 28-01-1920, firmado por el Rey Alfonso XIII, disponiendo: “Con la denominación de Tercio de Extranjeros, se creará una Unidad Militar armada, cuyos efectivos, haberes y reglamento por el que ha de regirse, serán fijados por el Ministerio de la Guerra”, designando al Cuartel del Rey de Ceuta para la instalación de las Oficinas de Mando del Tercio. El 2-09-1920 Millán-Astray fue nombrado su jefe.
Los aspirantes a legionarios se alistaban en los Banderines de Enganche, donde eran pasaportados hasta Ceuta, abonándoseles 700 pesetas de enganche, más 2,5 pesetas de dietas hasta embarcar en Algeciras. Y se toma como referencia del Centenario el 20-09-2020, por expreso deseo del Fundador, porque ese día se alistó el primer Caballero Legionario, Marcelo Villarreal Gaitán, de 32 años, precisamente, nacido en Ceuta. Medía de talla poco más de 1,5 metros. Moriría después, luchando bravamente, el 23-09-1925, en Malmusi Alto (Alhucemas), siendo ya sargento. Su nombre figura inscrito en el Libro de Oro de La Legión.
El segundo en alistarse el mismo 20-09-2020 fue Baltasar Queija Vega, primer legionario muerto en combate el 7-01-1921. Fue el bautizo de guerra de él y La Legión. Los aspirantes se alistaban en los Banderines de Enganche, siendo luego pasaportados hasta Ceuta, donde eran recibidos en grupos por Millán-Astray, arengándoles: “¡Legionarios: venís a morir. La Legión os abre las puertas. En ella encontraréis cariño, amparo, una familia. Os ofrece olvido, honores, glorias. Os enorgulleceréis de ser legionarios!”. Por eso Ceuta es “Cuna de La Legión”. Al recoger muerto a Baltasar Queijas, le encontraron en el bolsillo un poema dedicado a su novia que acababa de fallecer. Decía así: “Nadie en el Tercio sabía/ quién era aquel legionario/ tan audaz y temerario/ que a la Legión se alistó/ Nadie sabía su historia, más la Legión suponía/ que un gran dolor le mordía/ como un lobo el corazón/ Más si alguno quién era le preguntaba/ con dolor y rudeza le contestaba/ soy un hombre a quien la muerte/ hirió con zarpa de fiera/ soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tan leal compañera/ Cuando más duro era el fuego/ y la pelea más fiera/ defendiendo a su Bandera/ el legionario avanzó/ Y sin temer al empuje del enemigo/ supo morir como un bravo/ y la Enseña rescató/ Y al regar con su sangre la tierra ardiente/ murmuró el legionario con voz doliente:/ Soy un hombre a quien la muerte… (Estribillo) Cuando al fin le recogieron/ entre su pecho encontraron/ una carta y un retrato/ de una divina mujer/ Y aquella carta decía:/ “…Si Dios un día te llama/ para mí un puesto reclama/ que a buscarte pronto iré/ por ir a tu lado a verte/ mi más leal compañera/ me hice novio de la muerte/ la estreché con lazo fuerte/ y su amor fue mi Bandera”/ Y en el último beso que le enviaba/ su postrer despedida le consagraba:/ Por ir a tu lado a verte/ mi más leal compañera/ me hice novio de la muerte/ la estreché con lazo fuerte/ y su amor fue mi Bandera/ Y aquella carta decía/: “Si Dios un día te llama… (Estribillo de despedida) / Por ir a tu lado a verte/ mi más leal compañera/ me hice novio de la muerte/ y su amor fue mi Bandera”. Después se convertiría en la mítica canción legionaria: “Novio de la Muerte”.
Y el 10-10-1920 llegó a Ceuta un extremeño: Domingo Piris Berrocal, nacido el 2-08-1901 en Herrera de Alcántara (Cáceres), en la noble Extremadura, cuyos hijos siempre fueron audaces y valientes, como si su fortaleza se hubiera templado en el yunque del esfuerzo y sacrificio, como Hernán Cortés y Francisco Pizarro, que a España dieron universalidad en América. Este año se cumplen el 120 aniversario del nacimiento de Piris Berrocal. Sus padres eran humildes trabajadores que, habiendo fallecido ambos prematuramente, dejaron en tan triste situación a diez hijos, entre los que él era el penúltimo de tan prolífera familia. "Y el 10-10-1920 llegó a Ceuta un extremeño: Domingo Piris Berrocal, nacido el 2-08-1901 en Herrera de Alcántara (Cáceres), en la noble Extremadura, cuyos hijos siempre fueron audaces y valientes, como si su fortaleza se hubiera templado en el yunque del esfuerzo y sacrificio, como Hernán Cortés y Francisco Pizarro, que a España dieron universalidad en América" Como los dos anteriores, también Piris Berrocal resultó ser tan corto de talla que ni siquiera dio la exigida, habiendo sido en principio rechazado. Pero cuando lo supo, aseveró: ¡Yo he venido aquí a ser legionario!. Sorprendido el facultativo que lo talló por la firmeza de su convicción y al verlo físicamente menudo y endeble, se compadeció de él y, con carácter excepcional, terminó admitiéndolo. Y es que, en el Ejército, sus hombres y mujeres se miden por su valor y heroicidad, antes que por su altura. Juró Bandera el 21-1-1920. Guiado siempre por el Credo Legionario y El novio de la muerte, fue llenando su extensa Hoja de Servicios con los siguientes hechos de armas: Destinado a la 4ª Compañía de la Segunda Bandera, su bautizo de guerra lo tuvo en agosto de 1921, en Sidi-Amara. Derrochó tanto valor en su primer combate, que ascendió a cabo por méritos de guerra. El 10-10-1921, que cumplía un año desde su ingreso, tuvo otra brava actuación en Monte Arbós y Sidi-Salam, resultando herido grave, siendo promovido a cabo primero. Ese mismo año, igualmente por méritos acumulados de guerra, ascendió a sargento; y por idénticos méritos ascendería luego a brigada y comandante. Sus jefes admiraban su bravura y acometividad, pareciendo luchar retando a la muerte.
Participó en unos 400 combates (en Ambar, Tizzi Azza, Caba Darba, Tarfesit, Xauen, Alhucemas, Yebala, Rif, etc), siempre en vanguardia. Fue citado como “distinguido” y “muy distinguido” 33 veces, propuesto 3 veces para la Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar, y otras 3 para la Medalla Militar Individual, aunque sólo le fue concedida la última. Fue 10 veces herido grave combatiendo, luciendo orgulloso en su brazo izquierdo otros tantos ángulos dorados que daban fe de sus heridas, y fue hasta 28 veces condecorado con otras tantas medallas, que ya no le cabían en su pecho.
En su Escala Legionaria sólo podía ascender hasta comandante. Cuando lo consiguió, tenía una brillante carrera militar ganada a fuerza de derroche de valor y de regar con su sangre los campos de batalla. Más tenía tan plagada su Hoja de Servicio de valerosos hechos de armas que, por Decreto de 2-08-1961, el Jefe del Estado lo ascendió a teniente coronel, con carácter “excepcional”. Fue el único legionario que en toda la historia de la Legión consiguió tal empleo, demostrando ahí su “gran talla”. Numerosas personalidades e instituciones solicitaron que se le ascendiera a coronel, como ejemplo dechado del coraje y valor que en La Legión hay que tener. Pero le fue desestimado porque ya antes ascendió de forma discrecional, no regladamente. El 6-08-1963 pasó a la situación de retirado por edad; aunque el Mando dispuso que continuara asistiendo a actos militares, impartiendo conferencias y teóricas a los legionarios, apareciendo en revistas, formaciones y actos castrenses ante los que era presentado como ejemplo de valor y compendio de las mejores virtudes militares.
Soy civil. Nada me vincula ni a La Legión ni al Ejército que no sean mi mayor estima y consideración desde que en 1959 (hace 62 años), vi con mis propios ojos la intensidad y eficacia con que trabajaba dicho Cuerpo, tras haber estado agregado temporalmente al II Tercio Duque de Alba, cuando todavía tenía su Acuartelamiento en Dar-Riffien (Marruecos), donde se hallaba instalada una Estación Radiotelegráfica de Transmisiones (Unidad donde cumplí la antigua “mili”) para comunicarse La Legión con la Comandancia General de Ceuta,
Allí conocí a algunos legionarios fundadores. Llevaban patillas o barbas largas, tatuajes y cicatrices de heridas de guerra; desfilaban raudos, altivos, cabeza erguida, pecho henchido, camisa medio desabrochada, con mucha prestancia y vivos aires marciales; muy disciplinados, hacían mucha instrucción, gimnasia, duros trabajos y largas marchas nocturnas; tenían un alto grado de compañerismo y solidaridad para ayudarse entre ellos. Después, mis 27 años destinado como funcionario civil en Ceuta, me permitieron seguir conociendo a la Legión y sus excelentes servicios prestados a España. Hoy ya modernizada, especializada y eficazmente pertrechada. Pero, eso sí, en el fondo, con el mismo espíritu y valor que como ideario le inculcara Millán-Astray con su Credo legionario.
Lo primero que hacen donde van destacados, es construir el escudo de la Legión en el lugar más visible; rinden culto a sus muertos sin nunca faltarles su sagrado sitial de honor para guardar y proteger a su Cristo de la Buena Muerte en la cruz, que sacan en solemne formación los “Sábados legionarios”. En Semana Santa, el pueblo de Málaga se echa cada año a la calle a presenciar el desembarco de la Legión y su Cristo en el Puerto, desfilando hasta su Cofradía y en las procesiones, siendo recibidos con fervorosos aplausos y vítores que ponen el bello de punta. "Como los dos anteriores, también Piris Berrocal resultó ser tan corto de talla que ni siquiera dio la exigida, habiendo sido en principio rechazado. Pero cuando lo supo, aseveró: ¡Yo he venido aquí a ser legionario!. Sorprendido el facultativo que lo talló por la firmeza de su convicción y al verlo físicamente menudo y endeble, se compadeció de él y, con carácter excepcional, terminó admitiéndolo" Piris Berrocal, con mi misma edad actual de 79 años, presintió ya sentirse “Novio de la muerte”. Enfermó sintiendo fortísimos dolores. Ardía en deseos de despedirse de La Legión de su alma que tan generosamente lo acogió en su regazo al llegar a Ceuta. Llamó a su general jefe, que ese día había salido fuera de Madrid en visita de inspección; pero, al enterarse, sintió la llamada del legionario más caracterizado, que le gritaba: ¡A mí La Legión!. Inmediatamente suspendió los actos oficiales y corrió junto al lecho de Piris Berrocal, quien al saber que el general regresaba a verlo, dispuso que no le suministraran calmantes ni fármaco alguno que le impidiera estar completamente lúcido y en plenitud de sus facultades para despedirse sereno de La Legión en la persona de su general.
Ya ambos frente a frente, sin apenas cruzarse palabras, se fundieron en el más fuerte de los abrazos. Emocionados, a los dos les asomaron las lágrimas surcando sus rostros. Dos días después, el héroe Domingo Piris Berrocal fallecía. Con la visita de su general, se cumplía la consigna de La Legión de jamás abandonar a sus muertos. El año 2011 me jubilé como funcionario perteneciente a un Cuerpo Superior del Ministerio de Hacienda, tras 50 años, 9 meses y 6 días de servicio, los 12 últimos años destinado en Ceuta como Presidente de los Tribunales Económico-Administrativo de Ceuta y Melilla, en desempeño simultáneo. Viajé a Madrid invitado por la Presidencia del Tribunal Central que, junto con los Presidentes de Tribunales Económico-Administrativos Regionales, habían organizado en mi honor un generoso homenaje de despedida en el Salón de Actos del Ministerio, presidido por el Subsecretario de Hacienda, con asistencia del personal directivo, ofreciéndome también una comida de hermandad.
Antes del acto, me acompañó por Madrid mi hermano, Emiliano Guerra Caballero, comandante de Ingenieros. Me llevó a una cafetería que él sabía estaba regentada por dos nietas del teniente coronel legionario Piris Berrocal. Mi hermano les comentó que yo había publicado varios artículos sobre su abuelo Domingo. A ambas nietas parecía habérseles encendido sus ojos hablándonos de su abuelo. Imagino lo feliz que él se hubiera sentido de haber podido ver con el cariño con que ellas lo recordaban. Dejo aquí pública constancia de ello, porque los héroes de tan “altísima talla” como su abuelo, merecen ser honrados y recordados,
Como el corto espacio de un artículo no permite reflejar de conjunto la extensa labor colectiva realizada por la Legión en su Primer Centenario, considero modestamente que nadie mejor que el extremeño Piris Berrocal, a quien la misma Legión tan orgullosa se sintió de honrarlo en vida teniéndolo como ejemplo de valor y virtudes legionarias, debía ser el más digno representante en este artículo mío del precioso legado que en estos cien años transcurridos la Legión nos deja, por su derroche de valor, heroísmo, entrega, esfuerzos, sacrificios y ríos de sangre que él y demás héroes de La Legión y otros Cuerpos derramaron por España. Gracias a todos ellos. “Un pueblo que no cultivara filialmente los laureles que dan sombra a la tumba de sus héroes, estaría enfermo de muerte”.

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