Aristóteles nos dejó dicho que, “el hombre es, por propia naturaleza, un animal eminentemente social”, habida cuenta de que todos los seres humanos siempre necesitamos algo los unos de los otros, no podemos bastarnos por sí mismos y, queramos o no, no tenemos más remedio que relacionarnos y ayudarnos mutuamente unos a otros, porque todos somos cohabitantes e interdependientes.
Pero, lo anterior no sólo sucede ahora, que ya ocurría mucho en la antigua Grecia, allá por el siglo V a. de C, que gobernaban en Grecia los “sofistas”, quienes presumían de tener una perfecta eficacia persuasiva respecto al pueblo y a sus interlocutores, sin apenas importarles la verdad de las cosas ni la auténtica realidad de la vida. Un sofista era capaz de defender, a la vez, una cosa y la contraria, sin importarle que sus aseveraciones fueran o no ciertas o inveraces, buenas o malas, morales o inmorales. Lo importante para ellos era hacer de “charlatanes” de barrio que necesitaban perorar mucho para poder comprar y vender su “mercancía” política, que era la retórica, el relativismo y el escepticismo. Diariamente concurrían al foro local a “mercadear” con sus productos y bienes, ya que ellos, todo lo vendían y todo lo compraban, siempre que de ello obtuvieran algún beneficio.
Creo que, los antiguos sofistas griegos, muy bien podían parangonarse en la actualidad con los modernos “populismos” de ahora que forman una tendencia política que pretende atraerse a las “clases populares». Su origen parece traer causa de un movimiento ruso del siglo XIX, llamado “narodnismo” (término que se traduce del griego al español como populismo, derivado del lema: «ir hacia el pueblo»), que obraba como guía para las corrientes democráticas rusas y que no eran ni buenos ni malos, sino gente materialista y especuladora que aspiraba a obtener cuanta más ganancia mejor, pero sin importarle demasiado la forma de cómo pudieran lograrlo.
Y, exactamente, de ese paradigma anterior, me voy a valer hoy para exponer el doble lenguaje que suelen utilizar los políticos actuales. Como ejemplo de ello, traigo a colación el caso ocurrido el 11 de enero de 2025, cuando se nos anunció a bombo y platillo a la opinión pública que la ministra de Hacienda dio un mitin político en Jaén con motivo de presentarse como precandidata a las elecciones primarias para la Junta de Andalucía por la capital jiennense, para la que ella había resultado nominada, tras haber presentado previamente una moción de censura en dicha provincia, con el previo acuerdo de haber asumido su partido pagar (o más bien comprar) una importante deuda que, parece ser, se venía arrastrando desde bastante tiempo atrás por importe de casi 600 millones de euros, aprovechando que se había postulado como ganadora de la moción de censura que ella misma había presentado y ganado en dicha provincia y que, junto con la Diputación Provincial de Sevilla, eran las dos únicas votaciones que su formación había ganado en Andalucía. Últimamente, parece haber sido ella proclamada candidata, al no haber sido el otro candidato aspirante capaz de reunir los avales necesarios para su presentación, por cuyo logro conseguido me permito felicitarla desde mi declarada imparcialidad objetiva.
Los detalles del caso concreto se refieren a que ese día, el 11-01-2025, la ministra de Hacienda, en su condición de precandidata a la secretaria general de su formación política de Andalucía, pues llegó a Jaén a dar el que parece ser el primer mitin preelectoral de su partido y, toda pletórica y exultante ella de pregonar andalucismo y españolidad, pues textualmente ha anunciado en tono no exento de excesiva jactancia un tanto vehemente: "Llevo a Andalucía en el corazón y en mi habla", llamando a los militantes a recuperar el Gobierno de Andalucía frente a un partido de la oposición que, según ella, está nervioso porque siempre le ha tenido "miedo” al suyo. "…Necesitamos - dijo - una Andalucía fuerte, con ambición, que no se resigne, que no se conforme, que no esté permanentemente en el lamento, en la confrontación, para "ser capaces, como siempre hemos hecho durante los gobiernos socialistas, de coger la senda de la modernización, de la convergencia, del progreso".
Y, añadió: "Vengo a ganar y voy a ganar las próximas elecciones autonómicas, porque mi partido es mucho partido. Y la oposición sabe que si este partido, todos sus hombres, todas sus mujeres, dan un paso adelante, pelean, luchan, como tenemos que hacer ante esta situación, somos un partido imparable, que tiene el ADN de los gobiernos socialistas, de los gobiernos que han ido progresando a Andalucía, de Manolo Chaves, de Pepe Griñán, de tantos compañeros que siempre han peleado por esta tierra, desde esta tierra".
Y, prosigue: "Es la hora de nuestro partido (…) y, eso, a la derecha de este país, a la derecha de Andalucía, le preocupa mucho, porque el sur de España preocupa mucho en el resto de España", agregando que, “el presidente de la Junta, Juanma Moreno, creía que llegaba aquí al Gobierno de la Junta viviendo de la renta de lo que habían hecho otros gobiernos, de la confrontación, del lamento permanente que tiene también con el Gobierno de España y creía que los andaluces se iban a conformar, pero no, somos los primeros en ponernos al frente para decir que vamos a cambiar la realidad de Andalucía. No vamos a permitir lo que está ocurriendo, que en Andalucía ahora tengamos la menor riqueza por persona que hemos tenido en los últimos años, que nos quiten la sanidad pública, que tardemos más de dos años en recibir la ayuda a la dependencia o que privaticen la educación", etc.
Pero, en lo que más énfasis entusiasta ha puesto la vicepresidenta es cuando se refiere a su doble discurso empleado, en el que, por un lado, defiende con ahínco el Cupo en Cataluña y, por otra parte, reniega de él para Andalucía, habiendo expresado que “Cataluña y el resto de España están en condiciones adecuadas de convivir y Andalucía siempre ha sido una tierra de convivencia”. Y expresó sus deseos de practicar una política nacional con la que imperen y se hagan realidad los principios de “igualdad” y “fraternidad”.
"En lo que más énfasis entusiasta ha puesto la vicepresidenta es cuando se refiere a su doble discurso empleado, en el que, por un lado, defiende con ahínco el Cupo en Cataluña y, por otra parte, reniega de él para Andalucía, habiendo expresado que “Cataluña y el resto de España están en condiciones adecuadas de convivir y Andalucía siempre ha sido una tierra de convivencia"
Y, en esto último es en lo que más me he fijado para replicarle a la postulante a candidata, aunque amablemente, sin ninguna clase de acritud, ni inquina, ni animadversión, pues jamás he sido político, sino como humilde lector perteneciente al pueblo llano, lo que sí le manifiesto es lo bien que, quizá, le podía haber quedado su estrategia política, si la dicente se hubiese limitado a exponerla sin entrar en tan abultados juicios de valor sobre lo bueno, lo intachable y hasta lo inigualable que cree que es su partido, frente a los de oposición, que ella cree que son tan ineficientes y tan mediocres. Y he aquí que ahí es donde vuelve a ver la luz y a ponerse de público manifiesto el título dado a este artículo, es decir: “el doble lenguaje de los políticos”, casi siempre usando de la disputa, del enfrentamiento, la gresca y la revancha contra todo contrincante que se atreva a opinar lo contrario que ellos, de los que, ya Don Quijote solía decir a Sancho: “ladran, luego cabalgamos”.
Y es que, la declarante, parece olvidarse aquí de que, en nuestro ordenamiento jurídico, la “igualdad fraternal” (o más bien política) no se logra a base de regalarle a los ricos para que todavía sean más ricos (caso de Cataluña), a costa de los pobres (las demás regiones que lo son), sino que la auténtica igualdad trae causa legítima de lo dispuesto por nuestra Constitución tanto en cuanto en su artículo 2 constitucional proclama solemnemente: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Y, principalmente, su artículo 14, expresa: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Y una ministra de Hacienda, creo que está obligada a saber que la renta de las personas físicas y jurídicas es “progresiva”, que significa que deben pagar mayor deuda tributaria quienes más tengan, mientras que, a quienes tengan menos por ser más pobres, hasta puede compensárseles mediante subvenciones solidarias. ¿Y cómo se explica que, a Cataluña, dicha ministra haya podido condonar, o tenga en vías de condonación, la abultada deuda que de bastante atrás venía arrastrando de los 15.000 millones procedentes del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), que algunos medios han anunciado que les ha sido condonada a Cataluña?
La ministra que nos ocupa estaba haciendo propaganda electoral en su propia región, Andalucía, que tiene una población de 8,411 millones de habitantes y que en la actualidad cuenta con una tasa de pobreza/exclusión social del 37 %. Por su parte Cataluña, dispone de una población menor, de 8,017 millones de habitantes, con una tasa de pobreza/exclusión social de sólo el 20,4 %. ¿Cuál de las dos regiones resulta ser más rica y cuál más pobre?. ¿Acaso es esa la “igualdad” y “fraternidad” de la que la ministra tanto se jacta y tan orgullosa se siente?. Porque, vaya, tal ventaja o privilegio que a dicha región catalana han dado, clama al cielo y creo que es la mayor “desigualdad” con menor fraternidad en la que podía incurrir un grupo político de izquierdas, que también se hace llamar “progresista”. Y a mí, personalmente, eso, sinceramente, me parece el mayor disparate y la más grande injusticia que se puede cometer. Andalucía, la región más grande y de las más necesitadas de España, que cuenta con ocho provincias pobres, frente a sólo cuatro con que cuenta Cataluña, todas ricas, pues, por qué trata a su propia región con tan flagrante desigualdad que ella misma ha propiciado?. Porque, ¿acaso es “igualdad fraterna” que a la región más próspera de España, la catalana, con mayor renta de ingresos, con mayor tejido industrial, comercial y social, se le beneficie con tan enorme cantidad de millones, en claro perjuicio de las demás regiones más pobres?.
Pero es que, a mayor INRRI, la misma ministra de Hacienda ha sido la que recientemente negociara y, después, permitiera a Cataluña la “independencia fiscal”, con lo que se ha vuelto a favorecer a esta última región, concediéndole el ingreso, gestión, administración, recaudación y liquidación del 100 % de todos los y tributos que se generen en la Comunidad catalana, cuya cesión lleva aparejado tener y disponer de la llave de la caja para que Cataluña pueda destinar todos sus impuestos a ella misma y, si acaso le pareciera bien, sólo después, destinaría los ingresos que ella misma considere oportuno, a compensar a las demás regiones; con la particularidad de que si Cataluña detrae para ella de la caja común los ingresos que tuviera por convenientes, pues reduciría las disponibilidades de dicha caja común, con la consiguiente minoración del capítulo destinado a las otras regiones pobres. Y, por otro lado, no satisfechos todavía, pues los catalanes también pretenden recalcular una nueva financiación “singular” , hecha a su propia medida y conveniencia para Cataluña, que, en realidad, eso sería ya un “cupo” para los catalanes, y no un “concierto” con el que se pretende disfrazar para que cuele.
En suma, ¿esa es la “igualdad fraterna” que la ministra pregona, que, lógicamente, serviría para enriquecer aún más a los que son más ricos y, consiguientemente, a empobrecer más a los más pobres?. ¿Es esa la “generosa igualdad” que la ministra ahora pregona, pese a haberla ella misma antes promovido, fomentado y aprobado con tan clamorosa desigualdad en favor de Cataluña y en claro perjuicio de los que menos tienen, incluida su tan querida Andalucía de la que tanto se le llena la boca de ir pregonando?.
No se olvide tampoco que, el artículo 138 de la Constitución dispone: “El Estado garantiza la realización efectiva del principio de solidaridad consagrado en el artículo 2 de la Constitución, velando por el establecimiento de un equilibrio económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español, y atendiendo en particular a las circunstancias del hecho insular. Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”. ¿Se la ha leído la señora ministra?. Pues, al menos, lo tiene por obligación principal. Y ahí está el doble lenguaje de algunos políticos.