Los dinosaurios representaron un camino intermedio entre los mamíferos de sangre caliente y los reptiles de sangre fría. La mayoría de los dinosaurios eran probablemente mesotérmicos, una estrategia de supervivencia que les garantizaba una fórmula de éxito para un largo reinado en el Mesozoico.
Por analogía, existen en nuestros días, los dinosaurios políticos que, a pesar de su edad y discurso cansino, siguen anclados en sus deseos de gobernar y mientras tanto se conforman con migajas, y no dudan para ello en utilizar estrategias, fórmulas y prácticas desesperadas a través de la acción de cacarear discursos y proclamas que, en otras personas podrían sonar hasta bien, pero que realmente ellos ni sienten ni creen.
Los dinosaurios carnívoros no conseguían la comida del mismo modo, mientras unos eran cazadores o pescadores, otros eran carroñeros. La especie, perteneciente a los dinosaurios políticos, suele utilizar la artimaña del miedo y amenaza velada para conseguir sus objetivos amedrentando a quien creen débil o de baja dignidad. Otra de las estrategias del dinosaurio político es la de intentar apoderarse de todo aquello que huele a ilusión y lo acaba convirtiendo en desesperanza y derrota. Allá donde posan sus pezuñas todo termina ensuciándose. Otra de las estrategias del dinosaurio político es la de tejer, cual tarántula, una red imaginaria de intereses para acabar engullendo con falsas palabras y falsos discursos a todos los que caen en la red.
Siempre he pensado que para trasladar un discurso lógicamente hay que creer sinceramente en él, interiorizarlo, hacerlo normalidad y luego ya , finalmente, actuar naturalmente en base a él y no intentar venderlo como si fuera una tienda de todo a cien, ni dar “golpes de efecto” con claros réditos personales. Él éxito de un discurso y su articulación no radica en la estructuración del mismo, en el medio por el cual lo haces llegar y ni tan siquiera en el calado y la razón de su contenido, sino que su éxito radica en el emisor y la persona que lo expone. Hay dinosaurios políticos que debido a su desmemoria o quizá movidos por un afán de controlarlo todo y utilizarlo todo en contra de las personas, dejan en el baúl de su desmemoria que quien nace pez no puede acabar siendo pájaro y que quien nace dinosaurio no le cabe otro final que el de su extinción y desaparición a través del tiempo.
Los dinosaurios políticos se hacen viejos y sus movimientos son lentos y torpes, van dejando huella y rastro, y ese mismo rastro son por el que acaban siendo cazados. Los dinosaurios políticos y todos aquellos que los alimentan y dan forma, tienen una característica común y es que sus movimientos se caracterizan o bien por el miedo o bien por el interés. El miedo se huele y el interés apesta. El dinosaurio político cada vez que ha tenido hambre ha sido alimentado con carne blanda y fácilmente conseguida. Debido a su vejez y su principio de desmemoria, algunos dinosaurios políticos olvidan que hay carne que es bastante dura para el consumo, difícilmente masticable y sobre todo que puede indigestar. Esa carne está hecha de dignidad y ausencia de miedo. Ni me asustan los dinosaurios ni me asustan sus crías. E igualmente ni me engañan los dinosaurios ni me engañan sus discursos. La fortaleza la otorga la dignidad y las ganas de trabajar por quienes más lo necesitan oponiéndome “radicalmente” a prácticas de beneficio personal vengan de quien vengan. Los dinosaurios se extinguieron debido a una gran actividad volcánica y los dinosaurios políticos se extinguen debido a una gran actividad electoral ciudadana en forma de rechazo, para todo lo demás, trabajo, trabajo y trabajo, siempre por las personas que más lo necesitan.