La defensa como un seguro para prevenir las guerras. Es así como define, en palabras muy resumidas, Juan Carlos Domingo, general retirado, en qué consiste este bastión de la seguridad nacional y cuáles son las visiones que se tienen acerca de ella en la actualidad. Este miércoles ha impartido una conferencia en Ceuta acerca de este tema en la biblioteca Adolfo Suárez.
¿Desde qué aspecto se aborda la Defensa? ¿táctico, su historia, evolución…?
Quizá quise ser un poco provocador con el título. Trata, efectivamente, de la defensa. Amparar España es proteger a Ceuta y lo contrario, también. Alguien podría decir que no le parece que esto se deba suponer con tanta sencillez, pero, responde, en parte a su referencia a si se hace alusión a una evolución a la situación actual, al esfuerzo que se hace en defensa y esas cuestiones.
No es tan fácil de traducir este supuesto que he comentado porque nuestro país está muy tensionado por dos clases de nacionalismo. Uno, que está al norte, que es el periférico español y otro, al sur, que el marroquí. Me pareció que es interesante plantear cuál es la calidad del sistema de garantía que puede y que debe aplicarse a Ceuta. Hablo de las alianzas de las que España es miembro, fundamentalmente, de la OTAN y de la Unión Europea con el Tratado de Lisboa y, ya de paso, ver cuál es su condición más que el volumen de las Fuerzas Armadas de Defensa.
¿En qué punto se encuentra a su parecer esta cuestión a nivel de Ceuta? ¿Habría que prestar más atención a ciertas cuestiones?
Viven perfectamente cada día cuáles son esas tensiones a las que hacía referencia anteriormente, es decir, reclamaciones justificadas o injustificadas con Marruecos; ese es el día a día. Fundamentalmente, lo que quería subrayar la defensa nacional es como una tostada a la que se le unta mantequilla. Se hace escrupulosamente para que cubra todo el pan y que no haya alternaciones en el gusto o el paladar. Eso es lo que hay que entender. A Ceuta no solo se la defiende con las fuerzas estacionadas, sino se debe valorar la calidad de todo el esfuerzo nacional en el hecho de que, volviendo al símil de antes, se la protege con toda la mantequilla, no solamente con los cuerpos que hay en la ciudad.
¿Cuenta la ciudadanía con información acerca de la labor que ejerce Defensa?
La sociedad española vive de espaldas a la defensa. No entiende de ello ni tiene mucho interés en entenderlo. Los militares de alguna forma sufren de eso que suelo llamar desafección. Ello se da fundamentalmente porque los españoles por lo general encuentran las razones para anudar los conceptos de defensa y bienestar. Como muchas personas son incapaces de hacerlo, lo contrario también es verdad.
Como no ven sencillo o no presienten cuáles son los beneficios de las cuestiones de defensa a su bienestar, de ahí esa lejanía. Las razones son muy prolijas. Me puedo referir brevemente al papel del ejército de la Armada y su pérdida de peso en el imperio colonial del siglo XIX, que, si no era posible impedirlo, al menos, deberían haberlo ralentizado. Otra es el neutralismo español en las dos guerras mundiales que hizo que la sociedad adquiriese una falsa sensación de seguridad, como si el verse implicados en un conflicto solo dependiese de la voluntad de que quiere estar alejado de él.
Hay tres factores más que se han tratado poco. El primero es la encomienda a las Fuerzas Armadas, al Ejército, de misiones de orden público que constitucionalmente solo se había introducido en la constitución de 1812 y en la ley orgánica del Estado de 1967. Todo el mundo conoce cuál fue el que tuvo en 1934. Eso va calando y creando un poso.
Señala una falsa sensación de seguridad. ¿Seguimos con ella actualmente? ¿Existe la posibilidad de que se desarrolle algún conflicto?
La guerra tiene una lógica interna terrible, pero a la que tendemos el ser humano, es que suele considerar que es capaz de dominar todos los factores o todos los aspectos a pesar de los ejemplos que se dan permanentemente. Hay que recordar Ucrania, Gaza, Líbano, Irán y Rusia. Tenemos inclinación a pensar que todo eso se puede racionalizar y no es verdad.
Hay razones del conflicto armado que son antropológicas y que dependen de la personalidad de quien tiene la capacidad de declararla o no. Es lo que hay detrás de los nacionalismos, esas teorías políticas tan insolidarias, tan corrosivas y es lo que hay detrás ahora mismo de la guerra ruso-ucraniana. Se cree que se puede controlar esa clase de fenómenos tan horribles que pueden terminar con todos nuestros planes familiares, personales y todas nuestras ilusiones. No es posible hacerlo ni tampoco el papel que nos pueda tocar ejercer. Están esos factores antropológicos que no están en nuestras manos. Así que, en definitiva, sí, siempre hay riesgos.
¿Qué podría decir acerca de los presupuestos destinados a Defensa?
Estos gastos funcionan como los seguros de los automóviles. Uno va por carretera por una autopista a 120 por hora. Si es cutre, se puede encontrar con un accidente para el que no está preparado. Si va con uno a todo riesgo, se sale indemnes o con los menos daños posibles. Pasa lo mismo con esta inversión. La defensa siempre es preventiva y activa. Detrás de las acciones, por ejemplo, expansionistas, que siempre está detrás de las políticas nacionalistas, si considero que lo voy a poder apaciguar sin coste, al final se extenderán hasta donde le lleven sus ambiciones.
Si no invertimos en Defensa, se lo ponemos fácil. Si se les consigue convencer de que invirtiendo en ella y de que los costes van a superar a los beneficios o los van a igualar, se abstendrán de hacerlo. Ese es su gran drama porque, mientras no suceda nada y cumpla con su cometido, no habrá una muestra clara de que este esfuerzo presupuestario ha merecido la pena. Esa es la gran contradicción. Este dilema del que estoy hablando solo ocurre en España. Ninguna nación de las que conozco, en las que he trabajado, presentan este paradigma que tenemos. En todas las naciones europeas y americanas que pueden servir de referencia, tienen muy claro que este gasto es el seguro a todo riesgo que evita las guerras.
Todas las guerras y conflictos obedecen a dos motivos fundamentales: económicos y)o religiosos.
Su símil sería interesante plantearlo si la educación y la sanidad y otros derechos que propugna la CE., fueran el aceite de oliva, virgen extra al que tuviéramos acceso todos los ciudadanos.
El consumo excesivo de mantequilla nos dará serios disgustos como altos índices de colesterol malo.
Por otro lado, los escenarios bélicos como bien nos ilustra nuestra historia, no son un buen ejemplo tanto en victorias como en ventajas económicas, si pretendemos ser copartícipes del Orden Mundial.
Prefiero que mis nietos ( si que llegan a existir como el globo terráqueo), puedan sentirse orgullosos de pertenecer a una gran nación que defiende a los débiles y tengamos los mejores sistemas públicos en sanidad y educación, puesto que, sin lugar a dudas, es el único gasto que genera beneficios a largo plazo.
Hablando en plata: me siento seguro si tengo un plato de comida, un techo para dormir, un hospital y un colegio; lo demás forma parte de nuestra naturaleza bélica de defender lo nuestro, y no de apropiarnos como hienas de lo ajeno.