Viven en la ciudad, pero sin empadronar no pueden ser escolarizados. En 2007 atendían a tres, pero cada vez son más Seis años trabajando con niños, algunos de los cuales poco a poco se han ido incorporando a la educación reglada aunque otros muchos continúan sin poder hacerlo. Digmun inicia un nuevo curso pero lejos quedan ya los tres pupitres que atendían a los hijos de las mujeres transfronterizas a las que daban clase de alfabetización y que vivían en Ceuta mientras trabajaban en los servicios del hogar.
Al no tener papeles y ser ilegales no podían llevar a sus hijos a clase aun viviendo aquí y trabajando. El aula de Digmun era la única opción para que los niños aprendieran. Hoy ya son 32 los alumnos de esa aula, atendidos por personas del Plan de Empleo y voluntarios entre los que se encuentra dos colaboradoras europeas, francesas, que consiguen lidiar con los alumnos a través de ese idioma. “Hemos intentado ir sacando a flote una situación que todos conocemos pero que sigue ahí: hay niños a los que se les niega el derecho a recibir una educación y a pesar de que los menores viven en Ceuta no están empadronados por lo que no pueden ir a la escuela”, apuntan desde la entidad.
Son niños y niñas procedentes de una inmigración pendular que están sin escolarizar. El artículo 10.3 de la Ley Orgánica 1/1996 de 15 de enero de Protección Jurídica del Menor dice que “los menores extranjeros que se encuentren en España tienen derecho a la educación. (…), aun cuando no residieran legalmente en España”.
Denuncian, desde hace tiempo, que no se cumple y por ello siguen trabajando con unos alumnos que se esfuerzan y dan lo mejor de sí mismos en un aula que trata de darles el derecho que se les niega.