Es evidente que Vivas cuenta menos de lo que sabe. Siempre lo ha hecho. Por eso aunque se le pregunte lo evidente siempre te va a salir por el camino que más le conviene.
Así, nos cuenta a los medios de comunicación que no se va a someter a presiones de otros partidos e incluso niega tenerlas. Se ve en la obligación de hacerlo. Imagínense lo contrario, eso sí que sería el capítulo inicial de un peliculón protagonizado por quienes se creen los amos de Ceuta hasta el punto de ordenar el tipo de gobierno que tiene que constituirse.
Y tiene que ser así por sus cojones. Porque son como esos chungos de barrio que se visten de traje pero siguen siendo los mismos matones de discoteca de medio pelo disfrazados de señores.
No buscan precisamente el gobierno más adaptado al bien de Ceuta sino al de sus intereses. Lo tienen claro, no están dispuestos a perder el mercado.
Vivas nos repite que no tiene presiones y que los próximos años van a ser duros. Vivas puede contar lo que quiera y también alejarse cada vez más de la verdad, precisamente cuando quizá lo necesario es dar un buen golpe encima de la mesa para callar bocas y empezar a plantarle cara al bloque de interesados por sus billeteras.
Esto de la política queda muy bonito cuando nos la idealizan. Pero aquí los espabilados de turno ni disimulan mostrando su bloque político-empresarial entre amigotes con derecho a repartir que han visto en esto de lo público un chollo, eso sí, siempre por el interés de Ceuta.
Pues eso, que Vivas dice que no tiene presiones y se queda tan pancho, con esa cara de niño chico que acaba de engañar a su madre.
Esta es la escena y así nos la quieren contar.
Veremos.