Entre 1570 y 1577, el protomédico Francisco Hernández recorrió México por encargo del rey Felipe II. La intención del monarca era que el científico pudiera explorar el territorio para estudiar nuevos remedios a viejos problemas. Un ejemplo de estos protomédicos fue, también, Nicolás Monardes, aventajado en la lucha contra la peste negra o bubónica. Cuatrocientos veinte años después, el periodista e impulsor de la Ruta Quetzal, Miguel de la Quadra Salcedo, pensó que sería buena idea que los expedicionarios conocieran este periplo y repitieran la misma ruta, la cual en su día ya tuvo un carácter pacífico y científico. El encargado de planificar aquella expedición en 1997 fue el ceutí Jesús Luna Torres (1965), quien ahora se encuentra plasmando estas rutas en una colección de pequeños relatos bajo el nombre de ‘Diario de un Quetzal’, donde, como él mismo señala, “estoy reviviendo esos viajes y esas aventuras”.
Luna Torres destaca de estas experiencias que todas son “un descubrimiento de ti mismo a través de otras culturas”. Afirmar algo así, con tanta rotundidad, en un momento como el de ahora, en el que la crudeza de los nacionalismos se encuentra en auge, dice mucho sobre el valor de conectar a diferentes culturas del mundo a través de la propia experiencia. Luna Torres lo cuenta en primera persona, como si fuese algo natural, como si hablase de una ciudad global conectada. “Compartimos muchísimas cosas con todas las sociedades del mundo, solo que cada cultura se manifiesta de una manera: una vestimenta, un lenguaje, un folclore, etc.”, afirma durante la entrevista en la que se mezcla la conversación sobre el protomédico Francisco Hernández, las rutas expedicionarias y su propia experiencia a lo largo de estas más de dos décadas de viajes.
“Para mí, no han sido veinticinco viajes sino cincuenta. Primero, durante la preparación de la ruta, realizaba las prospecciones sobre el terreno, reconocía los lugares y tomaba decisiones sobre qué era más beneficioso para el viaje. Después, regresaba con el grupo de expedicionarios”, cuenta Jesús como si fueran las aventuras de un viajero de otro tiempo.
Los relatos sobre las expediciones de las Rutas Quetzal también son una excusa para reivindicar el valor de estos viajes que fomentaban la independencia, el intercambio y el contacto entre culturas. Después del fallecimiento de Miguel de la Quadra Salcedo, BBVA retiró la financiación para las expediciones y, según relata Jesús, “estas han dejado de realizarse por la falta de fondos económicos que permitan sufragar los gastos que supone organizar algo así”.
Cada una de las expediciones, comenta quien fuese jefe de campamento de las Rutas Quetzal, “eran viajes diferentes que pretendían rememorar y profundizar sobre la Historia de América y los descubrimientos realizados”. Jesús Luna no habla de América como si fuese un conquistador sino como un primo lejano de quienes comparten las mismas raíces a un lado y otro del océano Atlántico.
Termina volviendo sobre la expedición de 1570, un viaje “apasionante” para aquella época, relata emocionado. “Un protomédico era, algo así, como un maestro que enseñaba el arte de la medicina a quien lo requería”, narra con delicadeza.
En las poco más de cien páginas que tiene este primer ‘diario’, el ceutí Luna Torres mezcla épica, con historia y expedición, donde los valores humanos se ponen por encima de todo. “Pensar que tu sociedad es lo mejor, no es así”, remata antes de concluir la entrevista en la que recuerda que cada expedicionario es un tesoro formado por la Ruta Quetzal para el mundo.
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