“Nadie aprende a ser padre, no viene de manual, ni siquiera sabes todo cuando vas por el quinto hijo”. Andrés Felipe Fernández, jefe de estudios de secundaria y profesor de francés y religión en el Colegio Concertado de La Inmaculada de Ceuta, afirma con estas palabras que la figura del padre se trabaja día tras día. No hay un molde único que lo defina.
Las expectativas del “super-papá” se desmoronan como si fuese un castillo de naipes desde el minuto uno. “Nunca voy a dar la talla como el más perfecto. Si yo quisiera alcanzar tal objetivo, me vendría abajo”. Él lo hace lo mejor posible, intenta ser su mejor versión para complacer la vida familiar, conciliar con sus cinco hijos. El más pequeño de todos, Elías, nació este pasado mes de febrero. Este recién nacido apenas se lleva cinco años con el mayor, Francisco. Todos de la misma madre, pero distinto el uno del otro. “Cada hijo es único, irrepetible” afirma este padre de familia numerosa.
Este lustro ha estado repleto de alegrías para Fernández, como para su mujer, Ana Fornell, quienes afirman para El Faro de Ceuta, que no cierran las puertas a tener un sexto. “Nosotros estamos dispuestos a tener más, nos motiva, no cerramos la esperanza. Que sea lo que Dios quiera”. Con estas perspectivas, cada vez esta familia se acercará a algo parecido como un equipo de fútbol. Un grupo numeroso que mira con la cabeza alta, que recuerda a las décadas de los 40, 50 o 60, cuando los hermanos se contaban en nueve o diez.
El día a día es toda una aventura. Una odisea repleta de sorpresas para este padre de familia. “Aprendo mucho, mis hijos son como profesores”. Pequeños docentes que dan clases magistrales. Él admite que “aunque tenga algo de experiencia, a la misma vez soy novato”. Tiene que aprender, no todo lo ha descubierto y está dispuesto a seguir adentrándose en ese mundo. Por ejemplo, el llanto. Un jeroglífico por descifrar del que reconoce que “no siempre es el mismo y significa igual”.
Andrés Felipe trabaja por las mañanas en el Colegio Concertado de La Inmaculada. Las mañanas las pasa entre las aulas con sus lecciones de francés y de religión. Por las tardes, una vez que vuelve a casa, ya dedica su tiempo a sus amores incondicionales. “Mi mujer y yo nos repartimos las tareas, nos compenetramos y formamos un buen equipo”. La paternidad y la maternidad afloran por los cuatro costados. “Yo intento hacer todo lo mejor posible, pero reconozco que la figura de la madre es importantísima”, opina humildemente. Mientras él está en la concertada, ella permanece con sus pequeños en casa. Algunos de ellos ya están en la guardería, pero otros aún permanecen en el lecho familiar.
Aún es pronto para conocer las aficiones de estos menores. El tiempo de ocio ahora se traduce en columpios y toboganes. Los “hobbies” se desconocen por el momento, “ahora nos ajustamos al ritmo de ellos”.
Este profesor lo tiene claro: “Lo que queremos es que desfoguen, que disfruten de la infancia, no queremos atosigarlos con muchas clases extraescolares”. No pretenden que sus hijos tengan un horario de obligaciones de lunes a viernes desde tan pequeños. Por su mente pasa que ya más adelante les llegará el resto. “Ellos tienen que disfrutar con sus amigos”.
Para todo hay una primera vez. Algo que antes uno mismo no pensaba que experimentaría, ahora se hace realidad. A José María del Campo Alarcón, jefe de estudios y profesor de inglés en primaria y secundaria en La Inmaculada, le tocó la lotería en octubre. Hace apenas cinco meses que tuvo a su primera hija. Papá primerizo e ilusionado que ahora no cambia por nada “los momentos de risas” con ella.
Del Campo Alarcón también admite que uno no se prepara para ser padre, sino que esto se convierte en un “ensayo de errores y aciertos”. Todos los días se aprende algo nuevo. “Mis amigos me aconsejan, mis padres igual, pero al final es uno mismo quien aprende a base de los fallos”.
Al igual que su colega de escuela, este profesor de inglés no descarta ser familia numerosa. “Al menos queremos tener otro más”, admite. La meta está puesta, lo que no se conoce es cuándo sucederá.
Además de lo anterior, José María tiene 39 años y confiesa que le hubiese gustado ser papá antes. Los tiempos han cambiado y la situación actual no se lo ha puesto nada fácil. “La estabilidad laboral y económica no lo permitía”. No había nada claro, el futuro era algo incierto.
Tras obtener una seguridad en el trabajo, ahora disfruta de su pequeña revolución. “Nos ha tocado una niña muy buena”. Hasta el momento, ni el ni su mujer, Gema Carneiro, se han encontrado ningún obstáculo por el camino. La compenetración con ella es eficaz. “Aquí los dos cambiamos los pañales, le damos de comer, la bañamos, acostamos o levantamos de madrugada”. Funciones que antes eran más común de un género, ahora lo comparten ambos. Nuevos tiempos, nuevas maneras de vivir en familia. “Aquí los dos jugamos en el mismo equipo, hacemos las mismas labores”, afirma con una sonrisa José María.
Tanto él como su compañero Andrés Felipe, este 19 de marzo tienen mucho que celebrar. El segundo ya está más experimentado, pero para Del Campo Alarcón este día es especial. “Lo vamos a celebrar con mi padre, todos en familia”. Entusiasmado en sus palabras, este año le tocará festejar que lo ha sido por primera vez.
Por el lado de Fernández, lo celebrará con sus cinco hijos y su mujer. Al hilo de este día, él quiere comentar que “cuando mis hijos me recuerden, quiero que se queden con que soy un hombre de fe. De ahí viene la felicidad, la estabilidad, incluso la psicología sana”.
“La evolución del padre es paralela a la familia. Desde los años 60 en adelante, el tipo de familia ha evolucionado porque el rol de los distintos miembros también ha cambiado”, explica Francisco Javier Escobar Rivas, profesor de Sociología en la Universidad de Granada en Ceuta. “Antes, la madre tenía su trabajo en el hogar y el padre era el referente en todo; el trabajo, el ingreso económico, así como en la educación. Él tenía un rol muy importante en esta disciplina”.
Los tiempos son otros y “desde la década de los 60 en adelante, la mujer se introdujo en el mercado laboral. A partir de ahí, el estatus de la familia ha evolucionado”. Un hecho significativo que llegó para quedarse y cambiar a la misma vez el modelo de vida. Los roles son distintos y la equidad es más palpable a la hora de conciliar con los hijos.
“La visión del padre tradicional ha variado”, sentencia este profesor universitario. El núcleo familiar ahora puede estar compuesto por dos padres, un varón divorciado. Por el lado de ellas, igualmente ocurre lo mismo. “Estas modificaciones provocará cambios en las futuras generaciones”, añade.
Estos dos docentes se han adaptado a los cambios, ahora el cuidado de los niños es cosa de dos, no solo de uno. Codo a codo con sus mujeres por el bien de sus pequeños. Experiencia e inexperto se estrechan la mano porque ambos comparten algo en común, ser padre. Y como ellos dos afirman, “todos los días se aprende algo nuevo”, ya sea con cinco que con uno. Quizás el experimentado sepa algo más, pero aún queda mucho por conocer.
Este día del Padre, no hace falta regalos materiales, sino el amor incondicional del progenitor con su hijo. Sin duda, una fecha que se celebra todos los días, no hay descanso.
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