Hoy se ha ido mi Coco. Nuestro compañero fiel, el que llenaba la casa con sus ladridos a las palomas y sus pasos curiosos por cada rincón. Ahora su sonido vive en el arcoíris, en un lugar donde no existe el dolor ni la despedida.
Nos deja un vacío inmenso, de esos que se sienten en el alma y en el silencio del hogar. Pero también nos deja recuerdos que jamás se borrarán: sus carreras, sus miradas llenas de ternura y esa lealtad que solo un perro puede tener… una lealtad más pura y constante que la de muchas personas.
Agradecemos todo el tiempo que estuvo con nosotros, cada día, cada gesto, cada momento en el que nos acompañó sin pedir nada a cambio. Gracias, Coco, por tanto amor, por enseñarnos lo que significa la fidelidad y por hacernos sentir que fuimos tu hogar.
Hoy reivindicamos el crematorio porque, aunque ya no esté físicamente, su esencia vivirá siempre con nosotros. En su correa, en sus cosas, en nuestras risas al recordarlo… y sobre todo, en nuestro corazón.






