Llevamos sin pisar tierra ceutí varios meses, desde ese entonces no se nos borra de nuestra mente, ni dejamos de llevarla por bandera entre amigos, conocidos... Así como alabar desde la distancia sus tantísimas virtudes. Nos ocurre tanto a mi mujer, como a mí así como a los invitados que en determinadas ocasiones nos han acompañado en esta travesía y que por comentarios que vierten sobre esta perla del Mediterráneo, nos consta que están deseosos de volver a pisarla, saborearla, visitarla…
Como digo, desde la última visita he podido leer artículos y reseñas que sobre Ceuta he encontrado. Me resultó llamativa en un diario de tirada nacional y en la sección de ‘El viajero’ encontrarla. El periodista la tituló: ‘Ensoñación al cruzar el Estrecho’ y bajo una foto de una embarcación navegando sobre las aguas de las Murallas Reales, extendió una más que golosa invitación al viajero a esta maravillosa ciudad.
El segundo encuentro me llegó a través de un artículo periodístico, del cual, y coincidiendo en alardes a la ciudad, me quedo con dos notas: la primera escribe el periodista que ‘Ceuta es una de las ciudades donde ha visto menos racismo y eso que allí conviven cuatro comunidades: la cristiana, la judía, la musulmana y la hindú’. La segunda nota hace mención a los clubes de lectura en los cuales el periodista muestra la convivencia de mujeres con hijad y que por supuesto sus opiniones son oídas y aceptadas como una más del club lector y cultural.
Me adhiero a estas acertadas visiones de la ciudad y a las vivencias que día a día, olor a olor, sabor a sabor y hospitalidad, desprende esta perla. Estamos deseosos de pasear sus calles, de saborear sus pescados, de visitar el mercado, la playa de la Ribera; de mezclarnos en su ambiente… de pisarla y disfrutarla en su totalidad.