Reportajes

En la Piel | Desde las alturas: los pilotos de helicóptero, de cerca

La sensación de libertad total. Todos hemos soñado alguna vez con volar como un pájaro. Que nuestros pies se despeguen del suelo y poder alcanzar las nubes mientras subimos y bajamos guiados por el viento. La sensación de volar y flotar en el aire engancha. Al menos, así la describen Miguel y Roberto, para los que este sueño se hizo realidad y surcar los cielos, los paisajes y los atardeceres es una pasión que ya se ha convertido en su modo de vida. Sus alas: las hélices del helicóptero.

“Buenas tardes, les habla el comandante”. Estamos acostumbrados a que al comienzo de un vuelo el responsable a bordo se dirija a nosotros con esta frase. Pero más allá de toda la tecnología que incorporan estos helicópteros de última generación, FaroTV entrevista a dos pilotos de Hélity para conocer lo que en realidad les pasa por la cabeza a quienes manejan el control de estas aeronaves.

El jefe de pilotos de Hélity, Miguel Martín Navarro, es de los más veteranos en el servicio y bajo su mando hay otros nueve pilotos. Aunque aún no se plantea iniciar su recta final, lo que sí tiene claro es que lo hará siempre dentro de este mundo. “Descubrí el mundo aeronáutico de rebote porque me hicieron un bautismo aéreo. Un amigo mío me llevo un día a volar en avión y me enamoré. Fue aterrizar y pregunté, bueno esto cuánto vale, qué hay que hacer y cuánto hay que estudiar... y a las pocas semanas empecé a estudiar para piloto de avión con 24 años”, cuenta.

Sin embargo, Miguel no quería quedarse solo ahí y a los 26 dio el salto para seguir avanzando dentro del mundo de la aviación: “Comencé el curso de piloto comercial de helicóptero”. Miguel siempre sintió admiración, desde pequeño, por todo lo que se levantaba del suelo.

Algo parecido le pasaba a Roberto García San Miguel, uno de los pilotos más jóvenes de la empresa a pesar de que ya lleva diez años en esto, que se quedaba embobado mirando los helicópteros. “Vengo de un pueblo donde estaba la primera base aérea del Ejército y desde pequeño me quedaba mirando al cielo los helicópteros. Siempre ha sido algo que he querido realizar y tras mi vida militar, decidí hacer el curso. No he tenido familia piloto, entonces soy el primero de la familia”.

La primera sensación de Roberto al volar fue miedo. “Le tienes respeto porque al fin y al cabo es un aparato que va para el cielo y te causa respeto a la vez que ilusión porque estás superando un sueño que has tenido desde pequeño. Hasta el momento no he pilotado otro tipo de aeronaves, solo helicópteros, pero la verdad que es una gozada volarlo”, explica.

Miguel tiene 39 años y lleva solo uno en nuestra ciudad, pero desde hace más de 15 años está a los mandos de este tipo de aparatos. “Estuve trabajando como instructor, piloto de pruebas, luego he hecho lucha contra incendios y en salvamento marítimo. La primera vez que pude pilotar la verdad es que te da una sensación de libertad que te engancha. Lo que tenemos en común casi todos los pilotos es que nos gusta la sensación de libertad, la naturaleza, los paisajes y la verdad es que volar te engancha”.

Atesoran más de 7.500 horas de vuelo, una experiencia fundamental para poder reaccionar ante cualquier problema que surja en el aire, algo que no pasa casi nunca. Pero hay mucho más detrás: “Muchas horas de trabajo, de estudio, de mantenimiento, protocolos de seguridad, preparación de vuelo, revisión de meteorología, calcular el peso de las maletas y las personas que van a bordo... es la parte que el pasajero no ve”.

La evolución en el campo de la aviación ha hecho que el acto de pilotar dependa cada vez menos de los pilotos ya que cuentan con uno automático, que se activa en la mayoría de los vuelos. Eso sí, el despegue y aterrizaje lo hacen manualmente. Aunque echan de menos volar “a mano”.

Sin horarios normales, muchas veces sin Navidades y sin una vida ordenada con su familia, pero todo esto lo compensa la pasión de volar y las vistas desde el aire, aunque a veces desde la cabina ven objetos extraños.

El piloto anuncia que va a aterrizar. No hay lugar a más maniobras. El helicóptero toca el suelo con suavidad y se inmoviliza. Eso sí, las ganas de seguir volando, nunca se pierden. “Espero que nunca deje de disfrutar de volar porque cada vez que me monto en un helicóptero soy feliz y cuando veo a mis compañeros me gustaría estar ahí”, confiesa el piloto Roberto García San Miguel, quien aunque no tiene hijos, sí que le habla de hélices a su sobrino.

Miguel Martín Navarro sí que tiene uno de tres años, al que echa de menos a rabiar, pero que “ya está metido en este mundo y me dice que no haga ruido cuando aterrizo en Málaga”, comenta entre risas. No le pesa su trabajo porque le encanta y le recomendaría a todos que “lo prueben, aunque sea como pasajeros”.

Conocimientos de inglés, matemáticas y álgebra en un curso que puede ir de 2 a 4 años

Ambos llevan mucho tiempo en la aviación y es lo más grande que les ha pasado en la vida. Pero los comienzos reconocen que fueron “duros, difíciles y de mucho trabajo”, sobre todo por la formación que puede ir desde los dos a los cuatro años.

“Tienes que tener el Bachillerato y conocimientos de inglés porque todas las asignaturas y las clases son en inglés; conocimientos de matemáticas y de álgebra. El curso entero comprende 14 asignaturas teóricas, en las cuales no puedes tener menos de un 75% de nota en cada examen y después hay que hacer unas 200 horas de vuelo. Las primeras se hacen en helicópteros más pequeños y luego en algo más mayores”, recuerda Roberto, quien a sus 35 años piensa que empezó “tarde” porque con 18 empezó en el Ejército y se pasó a las hélices con 25.

Miguel también le dedicó mucho tiempo a su formación, aunque salió “bastante bien a la primera y con muy buenas notas a pesar de que en el colegio no era un niño que despuntara”, pero destaca que “si esto no te gusta de verdad no lo soportarías” porque por cada modelo de helicóptero tienen que hacer un nuevo examen, además de reconocimientos médicos y estar siempre al día porque la tecnología de la aviación avanza cada día más y más rápido.

“Los únicos vuelos en el confinamiento fueron con personas enfermas que necesitaban ir a la Península para seguir sus tratamientos”

El coronavirus también ha trastocado sus rutinas, las normas de seguridad y su forma de trabajar, pero han sido clave durante los peores meses para muchas personas enfermas que necesitaban viajar a la Península para continuar con sus tratamientos médicos.

“Había que continuar y fueron los únicos vuelos durante el confinamiento, pero hemos estado ayudándoles a acortar esas distancias y que se hicieran menos pesados sus viajes”, rememora Roberto García.

Una de las misiones más gratificantes con pacientes que habitualmente viajan con ellos y a los que conocen “hasta por sus nombres”. “Es más un trato personal que profesional. Ha sido una ayuda que no nos ha pesado, lo hemos hecho encantados y hemos recibido muchas muestras de agradecimiento en la miradas de la gente”, explica Miguel Martín.

“Si algún día te ocurre algo o tienes algún fallo, vete a un sitio alejado donde no involucres a más gente”

Por regla general, todos nos ponemos nerviosos cuando vamos a volar y más si hay turbulencias. Estas también les afectan a los pilotos, aunque “estamos más acostumbrados”. Pero a veces tienen que lidiar con malas caras entre los pasajeros.

“Hay veces que tenemos el compromiso de querer hacer nuestro trabajo bien y llegar a destino, pero no cumplimos los mínimos y las condiciones meteorológicas no permiten el vuelo. La mayoría de las veces los pasajeros lo entienden, compartimos su frustración también”, comenta el jefe de pilotos de Hélity.

Pero lo primero siempre es mantener la seguridad del vuelo “siendo consciente de que llevas un número de personas importante a bordo”. “Eso fue lo primero que nos metieron en la cabeza cuando empecé en el mundo de la aviación. Si algún día te ocurre algo o tienes algún fallo de algún tipo, mátate tú pero no te metas en una ciudad a estrellarte contra edificios o casas. Vete a un sitio alejado donde no involucres a más gente”.

De ahí, que todas las pantallas, controladores y botones de la aeronave estén por duplicado para que “si cualquiera de los dos pilotos estuviera incapacitado el piloto que no va pilotando, sino que solo va haciendo las comprobaciones, pueda asumir el mando”. Y que cada movimiento, la ruta, las comunicaciones y todo quede registrado en la caja negra de la aeronave, que está en la parte trasera y realmente es naranja.

“En mi vida como piloto algún susto he tenido, sobre todo en lucha contra incendios en algún cable o algún compañero que he perdido”

No se cierran puertas. Pero echan la vista atrás para recordar tanto los años buenos como malos. “Algunas de las veces tenemos que volar en condiciones adversas, volar de noche, con nubes, tormentas y al final es una responsabilidad muy grande poder realizar este tipo de vuelos. Pero muchos antes hemos estado en helicópteros sanitarios, de Salvamento Marítimo o de lucha contra incendios, además de los comerciales. Sin embargo, al final yo creo que lo más gratificante siempre es poder ayudar a las personas y esas operaciones son las que más te llenan”, recuerda Roberto, uno de los más jóvenes dentro de Hélity.

Cuando Miguel se hizo piloto de avión su familia ni lo sabía. “Compaginaba mi trabajo en el bar de mi familia con otro trabajo para poderme pagar la formación y hasta que no conseguí la licencia de piloto de helicóptero fue cuando ya se enteraron y lo hice público y me apoyaron”.

El área rotatoria de los helicópteros también le ha dado momentos agridulces. “En mi vida como piloto algún susto he tenido, sobre todo en lucha contra incendios en algún cable o algún compañero que he perdido, que han sido muchos a lo largo de estos años cuando eran menos seguros los helicópteros”.

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