Poner cifra a los desaparecidos en la frontera sur es un error seguro. Nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas cruzaron a Ceuta sin llegar a meta. Sólo los casos que ocupan titulares en prensa sirven de orientación para esas estadísticas.
La asociación APDHA cifra en unos 20 los desaparecidos en 2023 de acuerdo con los datos que gestionó esta oenegé. Son más, solo un barrido de artículos publicados en este periódico supera ampliamente ese dato.
El olvido los lleva a la desaparición absoluta. Se escribe de sus historias unos días y al final dejan de ser una reseña en los medios. Es el gran drama de la frontera sur. Dicen que el Estrecho es la gran tumba de los inmigrantes, pero el bordeo de los espigones que separan Ceuta de Marruecos es ya la enorme trampa que termina con los sueños de los desaparecidos y estrangula con dolor a sus familias.
Hazim, solo un niño con sueños en su Beliones natal, dejó la mochila de la escuela encima de la cama. Salió en dirección al espigón de Benzú y lo cruzó junto a unos amigos en un fin de semana en el que Marruecos dejó no ya de vigilar sus fronteras sino también de intentar salvar vidas.
Ese Marruecos al que nadie pide explicaciones dejó Beliones sin control y Hazim, como otros niños, aprovechó para echarse al mar. Nunca llegó. Su nombre y apellidos quedaron recogidos en una denuncia en la Jefatura Superior.
Solo una semana después otro adolescente alertó de que su compañero quedó en el agua. Se le buscó 24 horas. Nada se supo de él.
La cuenta no cesa. Las familias dan parte de la marcha de estos jóvenes cuyos cuerpos nunca aparecen. Son cifras e historias terribles que no trascienden la información local. Es como si esta gran tragedia migratoria no importara más allá de esta ciudad (y en parte).
En agosto de 2023 se perdió el rastro de Maeen Hussein Obad Abdurabi. 27 años, nacido en Yemen. Desde entonces cada vez que se publica la información sobre la aparición de un cadáver la comunidad yemení pregunta si es él. Su rastro se perdió en el espigón de Benzú. No pueden entender cómo nadie ha podido dar con él.
Se preguntó en el CETI, hospital, incluso en la cárcel. Ni rastro. Esa madrugada murió su historia. Se ha convertido en un invisible más.
La lista no cesa. Madres, hermanas, familias al completo siguen buscando a sus hijos sin que exista un centro de coordinación para dar con ellos.
En Marruecos ha habido protestas para exigir que busquen a los desaparecidos, en Ceuta ahora en pleno 2024 se ha establecido un teléfono sin efectividad alguna.
Mientras no haya cuerpos sin vida encontrados no se pueden cerrar ni siquiera legalmente esas historias lo que deja a viudas sin sustento, a padres sin poder dar fe del paradero de sus hijos…
Ese es el otro gran problema que asoma tras estas tragedias: la imposibilidad de cerrar el ciclo del duelo y de dotar de oficialidad algo que no está demostrado.
Mohamed, Ayman, Adil, Youcef… son identidades de crónicas etiquetadas como casos de desaparecidos. Nunca más se supo de ellos.
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