La Federación de Fútbol emitía anoche un comunicado tras un nuevo incidente, esta vez en el Benoliel. La entidad deportiva se lleva las manos a la cabeza por el “ambiente hostil, con insultos, gritos y tensión”. Refleja la Federación algo que no es nuevo, el deporte se está convirtiendo en la peor de las exhibiciones en cuanto a educación, valores y respeto.
No es de ahora. Desde hace años se ha degenerado tanto el ambiente que incluso en partidos de niños se considera habitual que unos padres que se creen que su hijo es Leo Messi digan todo tipo de tropelías hacia el contrario.
Niños de 5 años a los que se les insulta porque no saben pasar la pelota al compañero, en encuentros en los que se grita para que el entrenador los siente en el banquillo.
Deben pensar que sus hijos están preparados para jugar la liga de los Campeones. En fin.
Esto lleva sucediendo años en los terrenos de juego, pero cada vez va a peor. Es el reflejo de una degradación social en donde los roces se resuelven hoy en día a puñetazos o quemando coches como venganza.
Debemos cambiar primero nosotros, los padres, para que después los niños exterioricen lo que ven en casa.
Las entidades deben endurecer los reglamentos para echar del campo a niños y progenitores que no sepan comportarse y provoquen linchamientos masivos, como ya sucede hoy en día.
Solo así se intentará, al menos, conseguir que se vuelva a la normalidad.
El deporte no se tiene que ver comprometido por este tipo de actitudes porque no son ejemplo de valores auténticos.
Quizá, de forma colectiva, hemos perdido el norte convirtiendo competiciones de chicos de barrio en enfrentamientos a muerte por un título. Antiguamente el deporte se asociaba con vida sana y compromiso; ahora los hemos encauzado hacia un futuro de reproches, violencia y desencuentros.