En los últimos días nos hemos enterado de varios sucesos graves acontecidos en el Hospital. Recalco lo de nos hemos enterado, porque en esta infraestructura sanitaria suceden muchísimos más casos que no llegan a trascender a la opinión pública. Un individuo con una hoz se coló para rematar a su víctima, otro logró entrar con un arma blanca pero huyó al ser detectado por los vigilantes de seguridad, un pistolero encañonó a un trabajador del 061, otro sujeto se coló para robar en la misma zona y a un médico le sustrajeron su ordenador... Todo esto en menos de una semana, tiempo en el que, a buen seguro, habrán sucedido más episodios. Debe ser que semejante cúmulo de situaciones entran dentro de lo normal para la Administración, debe ser que exponer a los profesionales sanitarios a estos delitos viene en el sueldo, debe ser que tener a unos vigilantes de seguridad expuestos en el primer filtro y solos ante el peligro es lo normal. No cabe sino otra explicación a la hilera de disparates que ayer soltó por esa boquita el director de Ingesa, Fernando Pérez-Padilla, quien se niega a reforzar la seguridad del centro para que éste no parezca una cárcel.
“No se puede tener como una prisión, con sistemas de seguridad que no son propios de un centro sanitario”, dijo. “Si entra un individuo con una pistola y encañona a un trabajador, aunque tuviésemos un víser, poco podríamos hacer porque cuenta con una defensa personal nada más”, añadió. Oiga pues va a ser que no. Va a ser que Ingesa tendrá que disponer de los medios suficientes como para que sus trabajadores y usuarios tengan garantizada su integridad física. No se trata de que el HUCE parezca o no una prisión, se trata de que haya garantías para que no se te cuele una persona con un arma blanca con la que pueda terminar agrediendo a quien quiera. Porque eso está pasando, no se trata del episodio de la hoz o de la pistola, se trata de que hoy por hoy Ingesa no está garantizando que una persona pueda entrar armada en una infraestructura de la que es responsable y en la que urge la colocación de los medios suficientes más allá de revisar los protocolos de prevención de actos violentos, algo que ya se tenía que haber hecho.
La seguridad no funciona en el HUCE, sus propios vigilantes están desbordados y expuestos a situaciones que no pueden controlar, sus trabajadores tienen que disponer de las garantías necesarias que superen una palabrería hueca que es a lo máximo que ha podido llegar un Pérez Padilla que, mejor, esta vez sí, debía estar callado.