Opinión

Déjame que cuente Perú (y IV)

No podía dejar escapar, encontrándome en Cuzco, la inmejorable oportunidad de visitar el emblemático Machu Picchu, así que a las 7 de la mañana, embarqué en el cómodo tren que me llevaría desde la capital cuzqueña a Machu Picchu Pueblo. También es conocido como Aguas Calientes, el de más afluencia de turistas de Perú. Se encuentra a unos 80 km de la capital y desde el mismo, en autobuses−se está planteando la construcción de un teleférico sustitutivo− que salen cada 10 minutos, se traslada a los visitantes a la entrada de la ciudad inca de Machu Picchu. Está a una distancia de 10 km y se invierten unos 30 minutos en llegar a la misma. Existe otra alternativa para arribar− mucho más sugestiva, por supuesto− que es hacerlo caminando por el Camino Inca. Se atraviesan atractivos bosques, acompañados a veces por espesas nieblas, pero en general con impresionantes vistas y transitando por milenarios escalones de piedra. Hay contar con, al menos, cinco días de desplazamiento, para recorrer sus 43 kilómetros. Con una u otra opción, se calcula que más de un millón y medio de turistas visitan Machu Picchu cada año.

El Santuario Histórico de Machu Picchu, que ocupa un área de unas 35 ha, se encuentra al noroeste de Cuzco− ubicado en la cresta rocosa batolítica, que une las montañas de Machu Picchu y Huayna Picchu− en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, formando parte de la cuenca superior del Amazonas y dentro de un paraje de gran belleza. La llamada, a veces, ciudad perdida de los incas está ubicada en la margen izquierda del cañón del río Urubamba o Vilcanota, que casi la rodea por completo, con un cerrado meandro. Su nombre proviene de las palabras del quechua, machu que significa viejo y picchu, montaña o pico y su significado: “Montaña vieja”.

Al igual que les ocurrirá a muchas otros visitantes − influido por haber contemplado muchos videos e imágenes fotográficas, que dan la impresión de estar como colgado de altas montañas− me sorprendió que Machu Picchu no estuviese a más altura topográfica que Cuzco. Ciertamente, se encuentra casi 1.000 m más abajo: 2. 430 m. frente a los 3.399 m de la capital cuzqueña. Sus dimensiones son de unos 530 m de largo por 200 m de ancho, pudiéndose contar 172 edificios dentro de su área urbana.

Su valor arqueológico e histórico está avalado por los múltiples reconocimientos. En 1981 fue declarado “Santuario histórico del Perú”, en 1983 la UNESCO lo incluyó como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. En 2007, a través de una votación virtual en todo el planeta, fue considerado como una de las 7 Maravillas del Mundo Moderno.

Fue posiblemente la obra de arquitectura e ingeniería más importante del imperio inca y tal vez Pachacutec, impresionado por el lugar, mandó realizar, hacia 1450− aunque recientes investigaciones en la Universidad de Yale, la sitúan unos 30 años antes− la construcción de unas complejas y lujosas edificaciones religiosas y civiles. Se realizó a base de bloques de piedra de considerables dimensiones, unidas sin ningún tipo de argamasa− curiosamente, con diseño antisísmico, ya que se dice que las rocas bailan y se acomodan tras un terremoto− que conformaban las murallas y los edificios. Rodeando la ciudad, como esculpidas en las rocas de las pendientes, hay innumerables terrazas, con seguridad dedicadas a cultivos.

Intihuatana reloj de sol

No existen indicios de construcciones anteriores a esa fecha, aunque en la zona se ha encontrado alguna cerámica, parece ser de la cultura Marcavalle, de hace más de 3.000 años a. C. En realidad, con anterioridad a los incas, muy pocas personas habitaron esta localización. Fue a partir de la construcción de la ciudad, cuando se ordenó el poblamiento de este área montañosa de la selva. Se calcula que tuvo una población variable, entre 300 y 1.000 habitantes, constituyendo un centro urbano y religioso. En verdad, la ciudad de Machu Picchu solo tuvo menos de un siglo de vida. Sobre el 1530 los habitantes fueron abandonándola y cubriéndola, poco a poco, la espesa selva. Los incas no dejaron ninguna documentación que explicara el abandono, y aunque los españoles −quizá por la dificultad de acceso− parece ser que no invadieron el recinto, se han barajado las opciones de consecuencias de la guerra civil entre los incas e incluso por la aparición de un brote de viruela.

El naturalista italiano Antonio Raimondi, estuvo en 1865 cerca de Machu Picchu aunque no accedió a él. El norteamericano Paolo Greer en 1867, si pudo acceder a algunos puntos de la ciudad inca. En 1870, se recogen en mapas su existencia y en 1880 el explorador Charles Wiener entiende, sin llegar al mismo, que debía haber un importante sitio arqueológico. Está comprobado que el agricultor cuzqueño Agustín Lizárraga− dejó una inscripción, datada el 14 de julio de 1902, con su nombre y el de tres personas más, en el templo de las Tres Ventanas, borrada posteriormente− estuvo allí, quizá buscando tierras de cultivo. Pocos años después, falleció ahogado en un desbordamiento por lluvias torrenciales, en el río Vilcanota y quien figura como descubridor científico de Machu Picchu, es el estadounidense Hiram Bingham. En 1911− a través de informaciones de habitantes de la zona y quizá por azar, buscando Vilcabamba, último refugio de los incas− accedió, venciendo la espesa vegetación, a las ruinas de la importante ciudad inca. Durante tres años se desbrozó el terreno y se hicieron excavaciones, iniciándose su importante historia actual arqueológica y turística.

La distribución del recinto, consta de un sector agrario –con terrazas y andenes para cultivos− y un sector urbano, separados ambos por un muro de unos 400 metros de longitud. En la ciudadela están ubicados templos, santuarios, baños y casas, conectados por más de 100 tramos de escaleras.

Adherido a una enorme roca− sobre una cueva natural y construido con bloques de granito, según la técnica inca− se encuentra el Templo del Sol. En él se realizaban ofrendas al sol como deidad y la parte inferior podía tener función de mausoleo o tumba. Algunos cronistas creen que allí pudo estar la momia de Pachacutec, aunque otros vinculan sus restos al actual barrio de San Blas, de Cuzco.

Exteriormente lo circunda una pared recta y otra de perfecta circularidad –la única de esta forma geométrica existente en la ciudadela− de 10 metros de radio. En su interior, un altar en roca servía para realizar las ceremonias religiosas, con la particularidad de poder identificar exactamente los solsticios de verano−como en un observatorio − al proyectarse sombras por las dos ventanas construidas estratégicamente en la pared. El templo fue incendiado hace siglos, acusándose actualmente a diversos autores, pero su estructura de piedra no sufrió ningún daño.

En el sector alto de la zona urbana, Hanan, se encuentra una edificación en forma de tronco de pirámide. Para acceder a la cumbre existen dos escalinatas, al norte y al sur −esta última está conformada por 78 peldaños, de cuatro pies de ancho, tallados en la roca maciza− y se llega a un espacio abierto, en cuyo centro se encuentra una estructura monolítica de un metro de altura por dos de ancho, labrada en una sola pieza. Tiene una base con distintos niveles hacia arriba− con diferentes planos y ángulos, de no conocida utilidad − situándose en la parte superior, plana con ligera inclinación, una especie de saliente vertical, en forma de prisma rectangular, inclinado 13º hacia el norte. Cada una de sus caras está orientada a un punto cardinal: norte, sur, este y oeste. El conjunto recibe el nombre de Intihuatana, que en quechua significa: ”donde se amarra el sol”. Los incas posiblemente lo utilizaban como reloj de sol –se alinea con la posición del mismo, durante el solsticio de invierno− y como único calendario astronómico. La sombra proyectada en la superficie, cuantificaba las horas y los días del año, identificándose por la misma los solsticios y los equinoccios. Eran elementos indispensables para conocer las estaciones del año y las épocas de siembra y cosecha.

Machu Picchu

El Intihuatana, era además un lugar donde se celebraban ceremonias y cultos de adoración al dios Sol. Adicionalmente se ha considerado que es una fuente de energía−algunos arqueólogos consideran que se encuentra en un vórtice que la acumula− que puede transmitirse a las personas. Cuando estuve allí− aunque soy muy incrédulo− posé la mano sobre la milagrosa piedra, pero la verdad es que no sentí nada especial. Igual me sucedió en México con otra fuente energética, en la pirámide del sol de Teotihuacan, sin ningún resultado apreciable. En la actualidad, para protección del Intihuatana, no se permite el contacto físico con la piedra y el personal se limita a acercar la mano a un palmo, para sentirse irradiado cósmicamente.

Mediante una escalinata desde el Templo del Sol, puede accederse a la Residencia Real o Palacio del Inca. Allí, posiblemente, podía residir Pachacutec en sus estancias en Machu Picchu. Consta de dos habitaciones, dormitorio, estudio, cocina, taller e incluso servicios higiénicos y un acceso inmediato a la mejor fuente de agua del complejo.

En zona importante se encuentra el Templo de Las Tres Ventanas, conformado por tres muros de grandes bloques de roca maciza, con tallado poligonal y poliedros finamente esculpidos. En el orientado al Este, se encuentran tres ventanas en forma de trapecio en perfecta simetría, diseño y construcción. Un único pilar monolítico en el interior, estaba destinado a soportar el techo de la estructura. Los incas representaron una divina trilogía con animales andinos: el cóndor, el puma y la serpiente, considerados como dioses. Se interpreta, que las tres ventanas estuvieran dedicadas a ellos.

Al nordeste de la Plaza Principal, se encuentran unas construcciones rústicas, de barro, que posiblemente tuvieron utilización habitacional, pero básicamente como talleres y almacenes.

Hacia el sur, se abre una lisa terraza que, flanqueada por el pie de acceso al Intihuatana, el Templo Principal y el Templo de las Tres Ventanas, recibe el nombre de Plaza Sagrada. En ella se ubica una pequeña edificación con bloques de granito blanco−curiosamente en la pared exterior existe una piedra con treinta y dos ángulos, superando ampliamente a la famosa de 12 ángulos del Cuzco− que según los expertos podía ser un mausoleo para los emperadores incas. Desplazándome al lado, me acerqué a la impresionante cortada desde la cual se divisaba, cuatrocientos metros más abajo, el ondulante curso de río Urubamba.

El cóndor era para los incas parte de la trilogía sagrada, que identificaban con el poder y la fertilidad. En Machu Picchu, existe un impresionante templo dedicado a él y llamado por ello Templo del Cóndor. Sobre una cueva, en una enorme roca viva, se moldearon las alas del ave y a sus pies se tallaron el cuello y la cabeza. Parece ser que constituían una especie de altar, donde prisioneros ejecutados eran ofrecidos al dios Cóndor. Precisamente, detrás del templo existen una red de calabozos subterráneos y nichos de tamaño humano.

Al lado de la ciudad de Machu Picchu, en una enorme cueva de la montaña de Huayna Picchu, edificaron los incas una construcción a base de mampostería de piedra. Al descubrirla, se la denominó inicialmente la Gran Caverna− popularmente se la conoce como Templo de la Luna− aunque realmente no parece tener ninguna relación con el satélite. No se conoce realmente la función de esta construcción, pero posiblemente pudieron hacerse allí sacrificios. En su interior hay una especie de trono tallado en roca.

Una curiosa experiencia en la visita −que los guías suelen utilizar con frecuencia, con los entusiasmados turistas− consiste en hacerles una foto con el fondo de la conocida imagen de la montaña Machu Picchu. Girándola hacia la izquierda, el relieve montañoso simula el perfecto perfil de un rostro humano con la nariz, boca y frente, que inevitablemente se identifica con un inca.

Hace unos años se puso de moda, en algunos visitantes, fotografiarse desnudos en las ruinas del Santuario, lo que llevó a la expulsión de los mismos por falta de respeto y a incluir, entre las instrucciones de los boletos de entrada, la prohibición de realizar tales exposiciones lúdicas. Luctuosa noticia fue la muerte de un irresponsable turista alemán, que se precipitó a más de 200 m de profundidad, por querer fotografiarse dando un salto entre rocas. Como dato curioso, hay que reseñar que, en septiembre del año 2000, se permitió el rodaje de un comercial sobre la popular cerveza Cuzqueña. Lamentablemente, el brazo de una grúa dañó levemente una esquina del reloj solar Intihuatana.

Durante las operaciones seguidas tras el descubrimiento de Hiram Bingham, en 1911, se recogieron innumerables muestras de valor arqueológico. De alguna manera, el avispado investigador estadounidense, consiguió el permiso para trasladarlas a la Universidad de Yale (EEUU). Desde entonces se encontraban en dicha institución y en el Museo Peabody de la misma.

El Gobierno peruano comunicó, en 2005, a Universidad americana la preparación de una demanda judicial ante el Juzgado Federal de Corte de Connecticut, exigiendo la entrega al país del patrimonio arqueológico, argumentando que se concedió el traslado solo a título de préstamo, para investigaciones sobre el mismo.

Acordada la devolución y el acuerdo de entrega, la institución estadounidense remitió, mediante tres envíos, en 2011 y 2012, al Gobierno de Perú las más de 46.000 piezas de cerámica, metal, líticas, materia orgánica, utensilios y huesos, que tenía en su poder.

Tras cien años de ausencia volvió al país un rico patrimonio representativo de su riqueza cultural y en la actualidad−con cerca de 5.000 piezas declaradas por el Ministerio de Cultura, Patrimonio Cultural de la Nación− se encuentra en la antigua casona colonial de Cuzco, llamada “La Casa Concha”, dependiente de la Universidad San Antonio Abad.

Para finalizar debo hacer referencia a la población punto de inicio a la visita. Se trata de Machu Picchu Pueblo− según denominación oficial del año 1941− aunque comúnmente se le conoce por Aguas Calientes. En realidad es el nombre del río que cruza la ciudad. Se encuentra a 2.040 de altitud y su población se acerca a los 5.000 habitantes. Su origen data de 1901, con el asentamiento de trabajadores y maquinaria en la construcción de una red ferroviaria, pero ciertamente fue a partir del descubrimiento de las ruinas de Machu Picchu y su posterior explotación turística, cuando el pueblo tomó protagonismo subsidiario.

Se dedica totalmente al turismo y cuenta con numerosos hoteles y restaurantes. Si se tiene tiempo, puede disfrutarse de sus aguas termales, su atractivo mariposario − inaugurado en 2006− un Museo ilustrativo de la antigua ciudad inca y su descubrimiento, el ascenso a montañas circundantes e incluso quedarse a dormir, para ser de los primeros en subir a los autobuses de ascenso a Machu Picchu.

Finalizo con esta entrega las experiencias en mis visitas a Perú, tratando de describir parte de las bellezas que atesora, su historia tan cercana a nosotros y el agradecimiento al trato recibido en mis estancias.

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