La Ciudad dio a conocer ayer un nuevo decreto que contiene similares restricciones en el ámbito sanitario para frenar el avance del coronavirus. Un decreto que varía únicamente el número de personas que pueden estar reunidas, pasando de 2 a 4, pero sigue insistiendo en el cumplimiento del aforo en el interior de los templos o en las restricciones para las salidas a la Península, existiendo los mismos condicionantes como argumentar motivos médicos o profesionales. Aunque los casos van descendiendo poco a poco, no hay que bajar la guardia ante una situación que puede dar la vuelta en cuanto menos lo esperemos. Porque este virus es así de extraño, a la tranquilidad la convierte en tortura y no podemos confiarnos ni un momento en que la normalidad será total. Este nuevo decreto alivia en algo la restricción, pero sigue dejando en manos de la responsabilidad ciudadana eso de acatar lo que es una norma. En este detalle es en lo único que se sigue fallando porque en demasiadas ocasiones la ciudadanía ha demostrado no ser consecuente con una realidad que ha terminado con la vida de 82 personas, dejando mucho dolor en familias completamente destrozadas.