No puedo afirmar categóricamente si conocía a Agustín (Agu para los amigos) en la plenitud del término. En mi día a día en la ciudad mis rituales vitales son ásperos y no frecuento bares ni puedo presumir de una dilatada vida social más allá de algunos foros deportivos y un muy reducido círculo de amigos, no disfruto de espectáculos culturales pues hace ya algún tiempo que no soporto las aglomeraciones de personas. No obstante, como de natural soy aventurero envalentonado me posiciono del lado del conocimiento intuitivo de la vida y digo que sentía la bondad, la humildad, la pasión, la laboriosidad, la nobleza y la fina inteligencia de nuestro Agu. Por lo tanto, reconozco que sentir es una forma de conocimiento, acaso posiblemente la más pura y genuina. Esto es lo que honestamente pienso que existía entre Agu y muchas personas que sienten sin tener que saber la una de la otra y entrar en intimidades superficiales y vanas de nuestras pequeñas vidas. Es una especie de sentimiento de humanidad que emanaba Agu y que me atraía como un imán hacia él, magnetismo y fuerte personalidad. Siempre he pensado que podía confiar en él y algunas peripecias acaecidas años atrás que no vienen al caso relatar me dijeron mucho de su valentía y de su capacidad de serenidad para aceptar los avatares de la vida. Desde su niñez trabajando y aprendiendo, siendo productivo y feliz por ello, se levantaba y emprendía nuevos proyectos las veces que hiciera falta haciendo honor al nombre de ser humano que se le puede aplicar con letras mayúsculas. Vendedor en bazares, panadero en el Molino, portero de discoteca, regidor de bares con música durísima y juerguista cuando tocaba pero también bohemio interesado en la literatura y el arte incluido el noble juego del ajedrez. Todo lo hacía y decía con mucha naturalidad. Era capaz de casi todo como dice Gema, su compañera, “planchar un huevo frito y freir una corbata”.
Original y rebelde hasta el fin había montado un bar pequeñito, coqueto que ofrece buenas comidas, celebra acontecimientos deportivos televisivos y atrae por su hospitalidad sin desear la rapiña económica ni el consumo compulsivo de necedades. Ahora le toca a ella continuar con la empresa que no es poco.
En fin, lo efímero de la existencia siempre es un duro zarpazo a nuestra alienada mentalidad de hoy, tan huérfana de modestia y de sensatez que no alcanza para comprender lo insignificantes que somos todos. Pero la falta de sensatez no constituía una afección del alma de Agu, todo lo contrario. El primer rastro de grandeza de nuestro personaje era su capacidad de ponerse en el lugar de los demás y esto podría ser a nuestro modesto juicio una de las esencias de la pureza del espíritu humano. Más admirable en su caso al conocer la ausencia de oportunidades que jalonaron el tránsito por este valle de lágrimas.
La bendita rebeldía de Agu impulsada por su naturaleza inteligente lo transportaba del reino de lo corriente y anodino a la de personaje de su ciudad, ampliamente conocido. Claro y directo no se andaba con mojigaterías, gustaba de fiestas y de la música dura, sobretodo le gustaba la gente y a la gente le gustaba Agu. Estando con él era prácticamente imposible sentirse rechazado o excluido que es lo peor que puede sentir un ser humano junto con la soledad.
El generoso y hospitalario Agu que como en el mito de Filemón y Baucis era bien capaz de darte su propia ropa. En el mito, los dioses premian a la hospitalaria pareja tal y como ellos eligieron siendo devotos de su templo, en este caso los dioses le han otorgado el premio por anticipado a Agu por no soportar la pena de verlo marchitarse poco a poco, secuestrándolo por la mano y el tridente de Neptuno y alojándolo en el mejor templo posible para Agu, los arrecifes plagados de vida de su playa del Sarchal. La cual ya cuenta con el genius loci añadido de Agu. Dicen los muchos congregados en el lugar de la ofrenda que unas extrañas corrientes de agua superficial mecieron las cenizas y las flores ofrendadas dejando un poquito de Agu en cada peña en la que jugó y fue feliz en la compañía de sus amigos.
Sirvan estas muy modestas letras para mostrar nuestro pesar por la marcha precipitada del gran Agu quien cual Ulises se vio arrastrado por la inexorable llamada de su mar, nadie más obstinado e incorruptible que el mar para reclamar a los suyos. Mala pata que no nos diera tiempo a atarlo convenientemente al mástil de nuestra nave existencial y seguir compartiendo su energía positiva y vivacidad un poquito más.
El Ejército de Tierra no ha querido pasar por alto la heroica acción de tres…
Un grupo de profesores interinos de Ceuta se ha pronunciado este domingo tras las recientes…
La magia de la Navidad ha llegado a Ceuta de la mano de Papá Noel…
La Asociación de Vecinos de Parques de Ceuta ha recibido con alegría y entusiasmo la visita, en su…
Los campos del Príncipe Tuhami Al Lal y Aiman Aomar de Ceuta han acogido este…
Ya lo dijo Don Miguel de Cervantes, en su famosa obra “Don Quijote de la…