Como tantos ceutíes soy asiduo seguidor de El Príncipe. A la serie de ficción de Telecinco hay que reconocerle su gancho. Los índices de audiencia, con sus más de cinco millones de seguidores, son evidentes al tiempo que comienza a oírse ya la posibilidad de una segunda parte.
Mediaset, decidió apostar fuerte por ella y, de momento, ha conseguido situarla como la serie española de mayor tirón. No las tenía todas conmigo ante las posibles consecuencias negativas que El Príncipe pudiera acarrear para la imagen de nuestra ciudad, temores que, por ahora, quedan a un lado. No creo haber encontrado ningún aspecto malintencionado en la serie. Es más, las entrevistas y los aspectos documentales complementarios, que se ofrecen después de cada capítulo, permiten aclarar posibles equívocos. Diría, incluso, que hasta en ciertos casos he creído adivinar un grado de generosidad evidente respecto a determinadas realidades por parte de algunos entrevistados.
Pero por encima de todo hay algo fundamental: la publicidad gratuita que para Ceuta está representando la serie, tramas argumentales y de ficción al margen. Cabe pensar cuánto nos podría costar poner en antena, cada martes, una promoción de la ciudad en un programa con más de cinco millones de espectadores con esas extraordinarias panorámicas aéreas desde diversos ángulos, recreando una percepción completamente desconocida para sorpresa de muchísimos compatriotas. Imposible. Vamos, que la producción puede dejar atrás esa idea encorsetada y equívoca de que esto es algo así como una especie de avanzadilla hacia el desierto. Que existen más avenidas, rúas y plazas que aquella única calle que creían ver nuestros paraguayos. Que merece la pena recrearse y conocer esta perla del Mediterráneo con permiso de las tarifas prohibitivas de los billetes de barco.
Buena oportunidad, cara a la temporada turística, ahora que Ceuta está de moda en la pequeña pantalla, sería una promoción especial mediante precios asequibles que permitieran, especialmente a quienes veranean en la costa de enfrente, animarse a dar el salto para contemplar sobre el terreno la maravilla de imágenes y de ciudad que les ha mostrado la serie de Mediaset. Y vaya usted a saber si no faltarían quienes quisieran rematar la visita subiendo incluso al barrio, como dándole razón a José Antonio Carracao cuando, sorprendentemente, hará unos tres años, se dejó caer con aquella perla suya de que el Príncipe podría convertirse en “un referente turístico para Ceuta”.
Y así podría ser, en cierto modo, con la serie de marras, por qué no, teniendo en cuenta el interés que ha despertado el barrio con sus personajes, sus intrigas y ese paisaje casi de cuento tan bien recreado desde el aire. Algo similar a lo que está sucediendo con Tetuán y Tánger por quienes buscan en ambas ciudades las huellas de la serie El tiempo entre costuras.
Por suponer y soñar que no quede. Pero, barcos aparte, el Príncipe, el real, es otra historia con sus alocados pistoleros sueltos, sus peligrosas e increíbles callejuelas, las armas que por allí andan sueltas en medio del terror y la indignación vecinal ante la evidente alarma de inseguridad generada y el problema y las consecuencias derivadas del paro y marginación social de muchos de sus habitantes a través de sus más diversas ramificaciones. Fue muy significativo que en El Príncipe no se rodara escena alguna en el barrio, alertados sus productores de los riesgos que podrían correr. Riesgos que padecen a diario cualquier vecino o persona que se acerque por el lugar como ha sucedido esta semana con el joven Munir, un chaval extraordinario, estudiante de FP, al que los pistoleros confundieron con otra persona a la que algunos habían encargado matar.
¿Será la gota que colme el vaso? El panorama, insisto, es cada vez más grave. Al Príncipe, al auténtico, se le fue dejando de las manos hasta llegar a esta situación límite. La solución no puede producirse de un día para otro, pero cabe decir de una vez, hasta aquí hemos llegado. Para comenzar, la firme actuación policial debe ser inmediata. Con mayores dotaciones permanentes por todas sus calles y con los medios materiales adecuados, dadas las circunstancias, para acabar con esos enloquecidos pistoleros y con sus armas que, según refería este periódico, pueden venir desde Algeciras. A propósito, ¿por qué desde hace mucho tiempo permanece inoperativo el escáner de la estación marítima de la vecina ciudad para quienes embarcan hacia Ceuta, al contrario que la nuestra, en permanente estado de actividad?
Como era de temer, el Príncipe ha terminado por convertirse en un problema muy grave para la ciudad. De esta guisa a lo mejor hasta sentimos envidia de ese otro de la serie televisiva con su Comisaría de Policía, dependencia que, irresponsablemente, hace muchos años se decidió cerrar precisamente donde y cuando más falta hacía. Increíble.