Fatoma Ahmed lleva 74 años viviendo en una casa a la que llegó recién casada y por la que pagaban "cinco duros de alquiler".
Ayer por la mañana un estruendo le hizo sobresaltarse. Operarios de Obimace echaron abajo una chabola ubicada en el lateral de su casa y ella, junto a su marido, comenzaron a temer lo peor y que las cuatro paredes que conforman su hogar serían las siguientes en demolerse. No es así. El presidente de la barriada de Poblado y Narváez, Alí Amido, acudió al lugar para explicar a uno de los matrimonios más veteranos de la zona, "que los propios vecinos habíamos pedido que esa caseta se echara abajo porque era un nido de infecciones, había ratas y suponía un verdadero peligro para la salubridad del lugar". Ahora pedirán que construyan un muro alrededor "para evitar que los más jóvenes se reúnan aquí y molesten a Fatoma y a Abdeselam”.
Son los únicos que habitan una casa en esas condiciones. “A nosotros nos gusta y lo más importante es que al lado viven mi hijo y su familia”, cuenta Fatoma temiendo que en un futuro decidan demoler para construir un edificio de viviendas en el lugar que ocupa la vivienda.
Los planes de urbanismo así lo recogen tal y como explica el presidente vecinal, “antes todo esto eran barracas y poco a poco se han ido tirando y trasladando a sus habitantes a pisos en mejores condiciones”. La casa de Fatoma tiene dos habitaciones, cocina y un baño. Es modesta, sí, pero “para mi es suficiente. Llevo aquí toda la vida. Vine con 16 años. En este barrio no había ni comisaría, ni panadería... éramos vecinos que nos llevábamos muy bien y de todas las razas... sólo quedamos nosotros y yo quiero seguir aquí”, comenta. Lo tiene muy claro: “de mi casa a Sidi Embarek cuando me muera”.
Su marido acudió a la mezquita después de disgustarse junto a ella y pedir auxilio para que no les echaran de ahí. A su lado un nieto explica que su padre es el único hijo que han tenido y que sus abuelos viven allí felices y tranquilos y con 90 años de edad es normal que no quieran irse a ningún otro sitio “y lejos de nosotros”. Están contentos porque la caseta que han tirado los operarios no hacía otra cosa más que molestar, pero han visto que con mucha facilidad se puede venir abajo una caseta. “Su casa no se derribará al menos en los tres próximos años pero en los planes urbanos de la barriada está el derribo de otras casas al otro lado de la calle Narváez con motivo de la construcción del futuro vial al Tarajal”, explica el presidente de la zona mientras la tranquiliza.
Ella satisfecha dice “que nadie sabe lo que pasará dentro de tres años” así que la esperanza y el sosiego de dos de los vecinos más ancianos de la barriada siguen impolutos. Si en el futuro, como dice el presidente, se decidiera tirar esa casa, “que en principio no creo porque primero se debe hacer el vial”, se les daría otra “lo más cerca posible de su familia, pero no hay ni siquiera que pensar en eso”, apunta.
Los vecinos de la barriada saben que el lugar ha cambiado mucho “en los últimos años”. Explican que antes eran todo infraviviendas en su mayoría, que poco a poco los dueños iban mejorando sus casas, pero que se han ido tirando todas para mejorar la calidad de vida de los vecinos y ubicando a los habitantes en bloques de pisos. Fatoma y Abdeselam se conforman con lo que tienen. Allí formaron una familia y allí viven felices. Sin más”.