Lo de la Porto me tiene jodida. Sí es tiempo de paz, ya lo sé y debería refrenar mis embestidas, pero no puedo, porque me hierve la sangre. Como decía, la Porto con su manita inocente, en la boquita de Asunta, me tiene rabiosa, porque no sé si es verdá o no, pero la veo, ante mí, en cuanto aparece en el plasma, una foto de la niña.
No sé si tendrán hijos, pero yo sí y les aseguro que duelen. Duelen, como si te los arrancarán por dentro y no por haberlos parido, sino por quererlos y ser parte de ti mismo. La adopción, si lo piensan fríamente, solo es agonía para el que la sufre, porque los futuros padres se pliegan a la Administración, para ver su sueño hecho realidad.
El otro día me decía una amiga que precisamente por hacerse los sueños realidad era por lo que había pasado lo de Asunta, pero yo creo que no, que pasa en las peores familias, sean naturales o no. Sí es verdad que los procedimientos de adopción son largos, costosos, no solo a nivel emocional y nunca una bicoca, más que porque te dan, lo que tanto te pide, tu mente y tu cuerpo.
Tampoco creo que haya profesional , ni reglamento que no se pueda diblar, pero además hay también gente, por los dos lados, que se buscan triquiñuelas para conseguir su propósito, digamos futuros padres que se revisan hasta el último reglamento o libro de indicaciones, sobre qué decir o cómo comportarse y equipos de valoración que se dejan influir por lo que ven más que por lo que es en realidad.
La Porto –con su marido– tenían una buena estampa, una buena mente para desenvolverse, un buen patrimonio y no se veía el iceberg que había detrás, porque debería haberlo, si todo lo que dicen que ha hecho, lo ha hecho en realidad. Tampoco lo vieron los que le dieron la idoneidad a la madre que mató con sus propias manos a su hijo, asestándole una paliza en el cuerpo , que solo era consecución de las muchas que había habido antes.
No es extraño que las adopciones frustradas aumenten, ya que los políticos no hacen más que poner parches, porque no hay nada establecido por la ley, porque las valoraciones son una especie de limbo, donde no hay nada que se establezca con absoluta certeza. Si a eso le añadimos que según qué comunidad sea la tuya o quién te toque en el procedimiento o hasta con qué aptitud vayas a las entrevistas, la cosas pueden variar como de la noche a la mañana, ya me dirán.
En general , se hace un buen trabajo, pero hay que tener en cuenta que existen más padres esperando que niños por adoptar, con lo que te puedes llevar esperando los tres años que duras con la idoneidad para quedarte con los brazos vacíos y colgando, cosa por otro lado que casi nunca te dicen y que, por supuesto, en los medios publicitarios se niega para fomentar la adopción de niños muy mayores, muy institucionalizados y con problemas derivados de todo ello. El tiempo es un enemigo cerval, porque hace que parejas que quieren formar una familia, aumentándola, se encuentren paralizados durante muchos años, viéndolas venir, para que después llegue una consejera y diga que se les ha pasado el arroz y que adiós muy buenas, que abren de nuevo listas de adopción para gente más joven.
Ya les dije que lo de la Porto me tenía jodida, porque no es justo para Asunta, que tenía todo el derecho del mundo a ser querida y nunca debió morir asfixiada, como una perra rabiosa, sedada, drogada y tirada en una carretera, como una muñeca vieja.
No es justo para los que esperan que les llamen diciéndoles que ya está ahí la asignación de su hijo, no, para los que miran el calendario y esperan valoración como agua de mayo, con lo dolorosa que es la incertidumbre, la desazón de no saber cuándo, ni tampoco porqué no, porque no somos Penélope, ni tejemos en el telar de noche para deshacerlo de día.