La profundidad del pensamiento espiritual del hinduismo ha sido puesto una vez más a nuestra disposición, en lengua española, gracias al esfuerzo de nuestro estimado sacerdote hindú de Ceuta y a la sazón actual presidente de la Federación hinduista de España. Estoy comenzando este artículo de opinión hablando de un amigo y, como bien indica el mismo, en la bonita dedicatoria de su nuevo texto, que ha tenido a bien otorgarme de su puño y letra, Juan Carlos Ramchandani, hermano en el camino de la trascendencia. Me entusiasma todo lo que escribe Krishna Kripa Dasa (su nombre espiritual) en relación al rico mundo espiritual en el que se desenvuelve el pensamiento religioso hinduista. Mantengo frecuentes contactos con Juan Carlos, me reconforta conocer sus opiniones sobre los temas trascendentales y de alguna manera estamos conectados hacia el progreso espiritual. Por mi parte, mis carencias de conocimientos sacros son enormes, por ese motivo voy acrecentando una gran deuda de gratitud con Krishna Kripa porque me distingue cada tanto tiempo con un buen reato de charla en las que jamás intenta poner su propia fe en Dios por encima de otras formas de acercarse al conocimiento de la divinidad suprema “….aunque muchos son los caminos del hombre, finalmente todos llegan a Mí”; comenta la Bhagavat-Gita en uno de sus versículos seleccionados en el libro de Juan Carlos. La divulgación de uno de los grandes textos sagrados del hinduismo tiene un gran interés porque precisamente se pone de manifiesto una cercanía entre la divinidad y su creación humana fuera de lo común. Siendo un texto complejo y lleno de posibilidades interpretativas está atravesado por una genuina filosofía de la verdad ética y nos procura líneas maestras sobre como debemos representar nuestro papel en este mundo físico. Es por lo tanto un mensaje altamente moralizante, refinador y purificador que implica a mente y cuerpo como vehículos que contienen al alma inmortal (para los hindúes el alma no tiene principio ni fin, es simplemente eterna y pertenece a la divinidad) en sus sucesivos pasos por el mundo material. De esta manera la idea hinduista es que somos todos avatares de nuestras almas inmortales y necesitamos unas normas de comportamiento y progreso espiritual; y es aquí precisamente donde podemos hallar una conexión directa y lugar de encuentro en relación a las principales religiosidades que practican la promoción de la bondad, la compasión, la generosidad, la paz y el amor: “La valentía; la pureza de corazón; el mantenerse constantemente en el yoga del conocimiento; la generosidad; el autocontrol; el sacrificio; el estudio de los Vedas; la austeridad; la rectitud; la no violencia; la veracidad; el estar libre de ira; la renunciación; la calma; No calumniar jamás; la compasión por los seres; ausencia de codicia; la amabilidad; la modestia; la seriedad; el vigor; el perdón; la fortaleza; la pureza; no tener envidia y ser humilde: estas son las cualidades, ¡oh Bhárata!, para el que ha nacido para un destino divino”. No contemplo ningún movimiento religioso que no pueda aceptar estos preceptos y virtudes, incluidos en la página 85 del libro que estoy comentando, como guía hacia la salvación y la entrada en el reino celestial una vez superado el umbral de la muerte física. De hecho, los versos y plegarias incluidas en la B-Gita son una y otra vez señaladas a través de fábulas y leyendas sacras como fuente de salvación. Aquel que las recita a diario alcanza a Dios y cesa en el Samsara o cadena de reencarnaciones. Mucho paralelismo observo en relación al cristianismo que presenta los sacramentos cumplidos devocionalmente como el sendero más seguro para alcanzar la vida eterna junto a Dios; los videntes de Medjugorge trasladan los consejos de la Santísima Madre de Dios indicando la importancia de respetar los sacramentos de la misa, el sacrificio semanal del ayuno y el rezo diario; si bien es Dios quien salva o condena y solo durante el juicio decidirá el destino final del alma. De ahí la importancia que para los cristianos tiene alcanzar la fe y obrar según la palabra de Jesús.
La B-Gita posee además el don de la adaptación a las mentes y los estados contemplativos del ser humano y entiende los niveles por los que se puede transitar hasta alcanzar la santidad y por ende la unión con la divinidad. Por eso prescribe los caminos para acercarse a la iluminación según las posibilidades de cada persona. Por supuesto, no se descartan el resto de los seres vivos pues en la espiritualidad hindú también ellos poseen alma, como todo lo que fue, es y será, por pertenecer a la creación de la divinidad suprema. Por lo tanto, están influidos también por las posibilidades del Karma encontrándose bajo las disposiciones establecidas por el señor Krishna. De hecho, en el capítulo final del libro, denominado las glorias, hay bastantes referencias a los animales y las plantas como receptores de almas desdichadas o interpretando papeles relevantes dentro del texto sagrado. Los tres niveles de la realidad son el Dharma básico y centrado en el ser físico y su progreso moral y en todos los sentidos buenos y saludables; el Yoga o desapego del mundo, es el rechazo a la prosperidad mundana y la práctica de la serenidad ante los golpes del destino y el transcurrir de la vida; el Moksha es una situación elevada y mística, la vía directa para estar cerca de Dios y sentir su amor y perpetua armonía. El yoga es el camino de autocontrol, dominio corporal, estoicismo vital, austeridad dedicación íntegra y desinteresada al trabajo, entrega al conocimiento y finalmente la apertura a la devoción y al amor por el Creador. En cualquier caso el yoga tal y como lo entiende la espiritualidad hindú no es un método de mantener el cuerpo en forma; se somete al cuerpo al rigor físico para entrenarlo y controlarlo en la austeridad y así evitar los vicios y estar preparado para que la materia ayude al ascenso espiritual que es el objeto principal del Yoga y la propia existencia de un practicante del hinduismo; cada cual con el nivel al que pueda acceder. Uno de los capítulos que más ha suscitado mi interés versa sobre las interpretaciones de la divinidad, sus atributos y la comparación con las tradiciones occidentales. De una manera sencilla pero consistente se explica las tres grandes visiones: Panteísta; Panenteísta y Monoteísta. Toda la naturaleza es el reflejo de Dios nos dice el panteísta; él está en todo y todo es él o manifestaciones de el ser supremo. Ver a Dios en todo y a todo en él es Panenteísmo y aquí los hindúes lo relacionan con el Espíritu Divino o Paramatma (quizá podría ser en algún sentido equivalente al Espíritu Santo cristiano) que lo impregna todo. El libro de Juan Carlos defiende, citando repetidamente al Señor Krishna, que la sacralidad hindú pertenece al ámbito del Monoteísmo y reconoce que Dios adopta diversas formas pero solo Vishnu y su avatar azul Krishna son figuras adorables del creador Bhagaván. Los cristianos rezamos a diversas advocaciones y podemos pedir diversos beneficios pero sabemos que son meros intermediarios ante Dios Padre el creador de todo lo visible e invisible. En la misa cristiana es el momento en el que los creyentes se ponen en contacto directo con el Señor. Estoy convencido que los seguidores de cualquiera de las grandes ramas espirituales y religiosas que iluminan el camino de la fe de los seres humanos pueden apreciar la profundidad teleológica de la B-Gita. Seguro que sus respectivas religiones aportan a los creyentes de diversos credos lo necesario para llenar sus vidas con la palabra sagrada así como para prosperar y perseverar en el acercamiento a la divinidad suprema. No obstante, como seguidor de la mitología y el mitogema histórico compartido inconscientemente y reciente peregrino en la búsqueda de respuestas sagradas a ciertos aconteceres personales, pienso que tanta inspiración no debe ser desaprovechada y el conocimiento, aunque sea al nivel de cultura general, siempre nos señalará nuevas posibilidades de entendimiento para cultivar nuestro desconocido espacio interior.