Andaba yo estos días rumiando la mención que desde este espacio se merece el cumpleaños del gran Kirk Douglas (sí, el padre, está vivo y coleando bastante por las apariciones públicas que nos llegan), cuando me topo de sopetón con el ataque cardíaco y posterior fallecimiento de Carrie Fisher. Es por ello que las líneas de esta semana están dedicadas al recuerdo de dos personas muy dispares y con nada menos que cuarenta años de diferencia de edad entre ellos. Lo tremendamente llamativo es que la que nos ha dejado con solo sesenta años es la princesa Leia, y al que la Fuerza todavía hoy acompaña es al mítico galán, superviviente de la época del romántico y glamuroso Hollywood dorado.
Y es que Kirk Douglas acaba de cumplir ¡cien años!, rodeado de su familia y de amigos del cine en todo un fiestón, algunos días antes de que Carrie Fisher dejara proyectos vitales y profesionales a medias, así como el asombro generalizado por la luctuosa noticia.
Douglas y Fisher no compartían prácticamente ninguna característica, como se pueden imaginar, excepto poseer un carácter de armas tomar y haber alimentado desde la gran pantalla la imaginación del público con héroes para el recuerdo como Leia o Espartaco (quién no se ha emocionado alguna vez con ese “¡yo soy Espartaco!”).
No soy un experto en la vida personal de Douglas, pero aparentemente no lo tiene muy difícil para que haya sido más saludable que la de Fisher, confesa consumidora de todo lo que imaginan y un poco más; supongo no obstante que también una buena parte de genética y un toque de fatalidad han confluido para que lamentemos el fallecimiento de la joven y celebremos con una sonrisa ese aferramiento a la vida del venerable intérprete y productor del hoyuelo en la barbilla.
Hace ya veinte años que la Academia concedió a Douglas el Oscar Honorífico a toda una carrera, viéndolo octogenario y nunca premiado, por si acaso, pensarían, que en Hollywood cuidan a sus ídolos (aunque Alfred Hitchcock no habría estado de acuerdo), y ahí sigue con su premio en una estantería y celebrando el centenario.
Cuatro décadas hace, por otro lado, desde que Star Wars descubriera con el personaje que marcó la vida de Fisher a una mujer fuerte y con determinación, una de las primeras grandes heroínas de la historia del cine, que tuvo que plegarse a salir en pantalla casi en paños menores a la vez que manejaba una pistola láser y coprotagonizaba escenas de acción y pósteres que acompañaron a varias generaciones.
Douglas por el contrario no es un icono de culto, una pieza de eterno merchandising, es profesionalmente mucho más que un personaje, mucho más que su inmortal Espartaco. Douglas es también el protagonista de Veinte mil leguas de viaje submarino, El ídolo de barro, Cautivos del mal, El loco del pelo rojo (estos tres últimos papeles, sus tres nominaciones al Oscar), Duelo de titanes, Senderos de gloria, entre otros muchísimos inolvidables trabajos de su, evidentemente, dilatada carrera.
Carrie Fisher y Kirk Douglas, cuarenta años de diferencia, media vida o incluso más, y poco en común, coinciden estos días por antagónicos motivos en nuestro recuerdo. Como decía aquél, qué grande es el cine.