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Cuando el barrio grita

Himo quiere desahogarse. Por eso habla con la periodista. Quiere decir muchas cosas y todas ellas ciertas; y quiere sentirse bien soltándolas. Es un ejercicio sencillo y además sale gratis. Del Príncipe hay mucho que decir y todos quieren dar su opinión creyendo que es la que vale. Los políticos hablan, los policías comentan, las instituciones se defienden... Pero ahora quien habla es sencillamente una madre. Una mujer que ronda los 50 y que ha parido cuatro hijos. Una mujer que administra el único sueldo que entra en la casa, el de su marido. Una mujer que ha nacido en el Príncipe y quiere vivir en su barrio; una mujer que hoy lamenta la degradación sufrida por el lugar donde nació, creció, se enamoró y ha hecho su vida. “Lo de Karim ha sido muy fuerte. Tenemos mucho miedo, yo tengo miedo de que mi hija salga a comprar el pan, de que mi hijo esté en la calle, de mandarles a hacer algún recado”, se lamenta. “Lo de Karim ha sido muy fuerte”, repite. Lo dice ella, pero también lo dice más gente del barrio. La muerte del miembro de la brigada cívica ha sido la gota que ha colmado el vaso, ha marcado un antes y un después en el barrio. Si antes había miedo, ahora lo hay más. Y a ese sentimiento se suman otros: el del abandono, el de la desprotección, el de ‘mañana me puede pasar a mi’... Esto no es una pataleta más, es el reflejo de un barrio que pide soluciones.
“¿Sabes que el día que le mataron había una niña en la calle?, ¿sabes que había un hombre mayor sentado que le pasó una bala por encima de su cabeza?... ¡cómo voy a estar tranquila!”, apunta Himo. Ella siempre ha sido valiente, como muchas otras madres de un barrio en el que los niños se crían en la calle, en el que el modo de vida es bien distinto al que se estila en otras barriadas, simplemente porque en el Príncipe se vive el día a día de otra manera. Las agujas del reloj siguen otro ritmo porque también la barriada arrastra otros problemas. Hay mucho paro, hay demasiado caos urbanístico consentido por las autoridades y provocado por los residentes, hay el grado más elevado de absentismo escolar y fracaso en las aulas. Pero del Príncipe también han salido profesionales: policías nacionales, militares, guardias civiles, políticas con cargo, enfermeros, médicos... y también han salido delincuentes. Son las luces y las sombras de un barrio con rasgos de pueblo, en el que, se estima, pueden vivir más de 12.000 personas.
Ratonera urbanística, objetivo de los políticos en épocas de precampaña, escenario de cuantiosas operaciones policiales y hasta futurible yacimiento turístico, si hacemos caso de las promesas del ahora diputado José Antonio Carracao. El Príncipe está en boca de todos, más aún tras producirse el cisma con la muerte de Karim Mohamed.
“No es una película, cuando aquí contamos que hemos visto un encapuchado pasearse por el barrio con pistolas es real; son muchas las noches que escuchamos tiros, que nuestros niños escuchan disparos, esto se ha convertido en algo normal”, apostilla.
La pregunta es de cajón: ¿Por qué no denuncian, por qué los vecinos no se levantan contra el propio sistema enquistado en el barrio? La respuesta es también de cajón: “¿Quieres que me maten?”. Lo que desde el centro se puede entender como una actitud cobarde o incluso encubridora del delito, en el barrio se entiende como una forma de sobrevivir. La sensación de que alguien está mirando con quien hablas llega a extremos de psicosis. Al menos eso demuestra la actitud de Ilias. Habla sin problemas, pero no quiere pasearse por el barrio con extraños. “Luego te dicen que si soy el chivato de no sé quien, que si yo soy el que cuenta las cosas... mejor que no nos vean hablar ni con policías ni con nada que se le parezca”, apostilla.
En la barriada hay muchas pastillas, mucha droga, demasiada. Los viejos del lugar dicen que está volviendo loca a la juventud. Y los menos viejos aseguran que quienes pegan los tiros están enganchados a esa basura. Pero cada vez es más la juventud que consume algún tipo de estupefaciente y que tiene el poder de las armas. Ninguna fuente policial se arriesgaría a decir cuántas armas puede haber en el Príncipe. Las que se han intervenido lo han sido gracias a, llamémosle, ‘colaboración ciudadana’. Se han encontrado zulos con armas y munición pero los servicios de información saben que hay más y saben que es relativamente fácil que un joven pueda disponer de ellas.
El coctel está servido: hay droga, hay armas, hay jóvenes sin integración alguna que forman parte de ese círculo vicioso. Además hay mucha crisis y eso se nota en los comercios, en las colas del antiguo Inem y en la mafia. Los cobros se hacen y las extorsiones también. ¿Miedo en el Príncipe? y también lejos de este barrio. La Guardia Civil tuvo conocimiento hace unos meses de lo sucedido a un empresario de la ciudad que recibió la advertencia de determinado individuo: o le contrataba como vigilante de seguridad de su nave, o no podía responder si alguien le cogía gusto a eso de pegar tiros contra su nave. El empresario no le contrató, y una noche un encapuchado efectuó varios disparos contra la puerta de su nave. ¿Hubo denuncia? No. Todo aquello se quedó en una mera nota interna de los servicios de información. Poco más se hizo.
En el Príncipe el miedo tiene una explicación. Nadie quiere ser héroe. Esa profesión no tiene muchos seguidores. Todavía está fresca la muerte de Mustafa, activista de IU y vecino recordado en el barrio. Recibió varios disparos de un menor que, curiosamente, tenía una pistola en su poder. El menor siguió delinquiendo y Mustafa está bajo tierra en Sidi Embarek. ¿Su error?: haberle reprochado al menor que hubiera robado un teléfono móvil.
El Príncipe se lleva la victoria en el número de estudios sociológicos que se han hecho tanto por entes educativos locales como por otros peninsulares, como la UGR. Ahora la Ciudad anuncia un guión para empezar a ‘meter mano’ en el barrio. Y resulta cuando menos curioso que, a estas alturas, tenga que saber el número de residentes que hay en el barrio, el volumen de viviendas legales o ilegales o el número de parados. Es como si la propia administración desconociera lo que debiera saber, más si cabe cuando la propia asociación de vecinos se preocupó de mostrar, una por una, la infravivienda que existe en el barrio.
“Cuando decimos que nos sentimos abandonado es por algo. La gente lo tiene que comprender, ¿si en el centro se escucharan disparos todas las noches, si cualquier madre tuviera miedo de que su hijo bajara a la plaza a jugar con la pelota o mirara el reloj para saber cuánto tarda de venir de la compra... harían algo?”, se pregunta Himo.
Tras la muerte de Karim Mohamed los vecinos han gritado el basta ya, han mostrado su rabia, porque, como ellos lamentan, “no queremos sentirnos como unos perros”, sencillamente quieren ser iguales que los demás. Lograrlo es cosa de todos. “Lo que pase allí arriba al final repercute en toda la ciudad. Eso es lo que hay que frenar”, señala la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC).
De vuelta al centro, parada en un kiosco con conversación de espera incluida: “Mira lo que trae hoy ‘El Faro’... cuántos problemas está habiendo en el Príncipe”, apunta una lectora. ¿La respuesta dada?: “Bueno, eso es un problema entre ellos”. Detalle Delincuencia:
25 tiroteos en dos años
La Policía ha recibido denuncias por 25 tiroteos ocurridos en los dos últimos años. Más del 90% se trata de denuncias por disparos ocurridos en la barriada del Príncipe. Las muertes a tiros se han producido además en esta barriada.
Estudios:
Sociológicos
Algunos de los estudios publicados son demoledores. Hace cuatro años la UGR avaló la publicación de un informe en el que sus autores relacionaban la barriada con los focos integristas, hasta el punto de considerarla como uno de los núcleos en los que se podía producir un germen yihaidista. Un recorrido por otros informes avalados por entidades educativas vinculan la barriada con otro tipo de delitos. No existe informe alguno en el que se haga una lectura positiva de lo que sucede en la barriada más alejada de la ciudad.
Controles:
No existen
Desde la marcha de la Guardia Civil, a finales de los 90 y por decisión política, no existen controles sobre lo que hay en la barriada. Los policías reconocen que ya no tienen identificados a los chavales que detienen por cualquier actuación delictiva, se da incluso el caso de que hay patrullas que desconocen la ubicación de calles. Las intervenciones policiales que pueden llevarse a cabo terminan con la aparición de pintadas en las que se advierte de que no se quiere a vecinos chivatos. Los que residen en el barrio denuncian la proliferación de armas. De hecho hace cinco años la Policía Nacional localizó un zulo con armas entre las que había ametralladoras. Buena parte de este armamento tiene una procedencia militar.
Seguridad:
La reclaman
La Ciudad dispone de policías locales en el barrio y de una brigada cívica a la que encomienda cuestiones de seguridad como velar por el tránsito del autobús. Nunca se ha puesto encima de la mesa un plan de seguridad adecuado que coordine a policías locales y nacionales para garantizar el control perdido. Los vecinos quieren esa presencia pero rechazan las visitas aleatorias con fuerzas antidisturbios de operaciones como la Guadiana. De las redes sociales al rap y los videos de youtube Usted puede hacer la prueba. Ponga en cualquier buscador de internet las palabras ‘Príncipe, Ceuta’. Cuando el ordenador le escupa los resultados párese un momento y analícelos. Si no tiene tiempo, ahí le damos el resultado. Le aparecerán videos de narcotraficantes, de pases de droga o de jóvenes que entonan canciones raperas en las que el contenido es el mismo: desarraigo, odio a las fuerzas de seguridad, búsqueda de yacimientos económicos ilegales, sentimiento de desamparo. En las redes sociales existe un reflejo de una manera de sentir que se enquista en un sector de la juventud y que está marcando una generación en la que las canciones protesta y los negocios ilícitos se dan la mano con todo el descaro. AUGC pide que se recupere el fortín del barrio El pasado viernes el portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, presentaba una parcela en el entorno del Reina Sofía para cedérsela a la Delegación del Gobierno. Era la propuesta estrella de la Ciudad para ofrecer un lugar en el que poder edificarse una especie de unidad policial. AUGC se ha llevado las manos a la cabeza. La asociación pone las miras en el fortín que el Instituto Armado dejó de utilizar a finales de los 90 y que ha servido de taller restauración para Forja XXI durante varios años. Se trata de una instalación operativa cuyo uso sería viable al momento. “Aquí poco dinero hay que gastar, sólo hay que tener ganas. El fortín está ahí y sirve para que policías locales y nacionales estén fijos en el barrio”, advierte la asociación. “Sólo hay que tener ganas, interés político por trabajar y no parchear. Si hay intención de hacer una unidad fija para el barrio, que lo necesita, aquí tienen un fortín al que no se le está dando uso”, señala. AUGC calcula que en pocos meses podría estar esa vigilancia fija si realmente hay una apuesta por la barriada.

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