Uno de los objetivos que abracé cuando empecé a colaborar en estas páginas, hace ya doce años, era encontrar un hilo conductor, o lógica, en el lenguaje sobre salud mental.
Una luz interior siempre me dijo que insistiera en la significación de las palabras y de los recuerdos, ya que allí se hallan las claves de su solución.
Llevado por ese brazo de luz, visité los espacios más insospechados, los paisajes más reveladores, los caminos menos transitados. Así, hasta albergar la certeza de que he cubierto un ciclo.
Cuando la significación de las palabras empieza a solaparse, y la originalidad tarda en llegar, eso es señal de que el lenguaje ha cristalizado, y ahora es momento de darle la forma.
Aquí, cada artesano tiene su fórmula, y sus trucos de mago viejo, y es en el instante de la definición cuando la tinta, el papel, y el mensaje, entran en conjunción.
Durante estos doce años he titulado los artículos de la experimentación como “La esquizofrenia de Basi”, como queriendo lanzar la idea de que las limitaciones no existen necesariamente. Muchas veces, son como espejismos, que cuando te vas acercando, desaparecen, y descubres que quizá solo estaban en tu interior.
Sin embargo, como uno de los mandatos del lenguaje es la positividad, prescindiré de esa realidad controvertida, que es la etiqueta y es el diagnóstico, y pasaré a llamar mi tribuna, simplemente, “Salud Mental”.
Es mi fe que hay una inmensa área de mejora en cuanto a salud mental con la simple observación del lenguaje, sobre todo en su fase preventiva; aunque también en los procesos de recuperación.
El primer paso sería invertir el esquema de uso, y evitar aludir a la salud mental solo cuando se produce una falta: “La salud mental no es una falta, antes bien es un activo”.
Escribiré esta leyenda en la piedra de la edad, y en un idioma extraño, y su noticia removerá las conciencias de un pueblo distraído. Habrá quien comparta su significado, y quien calle sus secretos. Los caminos se llenarán de peregrinos deseosos de descubrir el mensaje de la preservación.
Lo sabe cualquier arquitecto; para cerrar la bóveda del techo es necesaria la piedra angular: esta es la verdadera dimensión del lenguaje. En la medida que logremos que la sociedad se cuestione los fundamentos para el goce de una buena salud mental, la salud mental echará raíces. La vida arraiga a la menor oportunidad. La salud mental es el árbol de la miel en el periplo de la existencia.
Por tanto, en el año que empieza intentaré hacer una línea en el tiempo y encontrar esos fundamentos extraviados.