Han sido casi 100 entradas en 24 horas. Sirios, marroquíes, argelinos… adultos que rozan los 40 años y menores que justo alcanzan los 15. Buena parte de ellos heridos por golpes contra las rocas, otros por ataques de perros y la gran mayoría con frío. Ceuta ha registrado del domingo al lunes lo que algunos llaman crisis migratoria y otros repunte, cuando en el fondo aluden a lo mismo: a esas llegadas que rompen las estadísticas.
Las últimas reuniones oficiales parecían haber provocado un efecto de calma en la frontera sur, pero la situación extrema vivida este pasado lunes no ayudó a dar por cierto ese compromiso.
Grupos de 18 personas, de diez, parejas, llegadas en solitario… y todo ello sin parar, en goteo, sin que se pudiera hacer algo más que organizar un dispositivo más bien orientado al salvamento en un mar afectado por un temporal que llevó a suspender conexiones marítimas.
Buena parte de los que han cruzado a Ceuta han solicitado asilo. Se hicieron expedientes de devolución que no se ejecutan y se registraron a menores de edad para facilitar su ingreso en el centro de La Esperanza.
Las brazadas en el mar de quienes aspiraban a llegar al arenal español eran vistas por Marruecos desde la playa. Lo más se escuchaba la sirena de alerta, sin que ninguna embarcación fuera movilizada a la zona.
La Guardia Civil debía esperar a que esos nadadores llegaran a zona española para poder atenderlos. Mientras se vivían escenas agónicas sin remedio ni solución.
El Ministerio del Interior cifrará este viernes el volumen de entradas del 1 al 29 de febrero, será la única versión oficial reducida a números que se dé oficialmente. Hasta la fecha se ha optado por no valorar ni tampoco hablar sobre la crisis/repunte que vive en primera persona la Guardia Civil con consecuencias también para la Policía.
Este martes se ha pasado de uno de los días, sino el más, de auténtica presión en el espigón a la calma absoluta. Cien personas entraron en Ceuta en solo 24 horas, poco más de 30 de ellos menores de edad.
Bordearon el espigón luchando contra un mar embravecido, protagonizando escenas dramáticas que llevaron a que un joven casi pierda la vida.
Hoy Marruecos mantiene a sus agentes en el arenal, allí también disponen de una embarcación, precisamente la que no tenían este lunes cuando era necesario. No hay rastro de patrullera, pero sí se mantiene el control en la playa próxima a la de Benzú.
Tras el repunte o la crisis migratoria, vuelve la calma a una zona que se ha convertido en el lugar de mayor presión.
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