Solo los imbéciles, estúpidos, los cortos de mentes, los irresponsables y los niñatos pueden poner en duda que estamos viviendo una crisis sanitaria y económica sin precedentes. Vivimos en una situación extrema y, por tanto, hay que tomar decisiones extremas para proteger a nuestros mayores y a la población en general, porque el COVID-19 no sabe de edades ni de clases sociales. Sin embargo, nos topamos día a día con imbéciles que no cumplen voluntariamente las medidas de protección, incluso con ciudadanos que se declaran negacionistas, que dicen que todo lo que está pasando es pura manipulación.
Estamos sufriendo una situación de alarma sanitaria que debemos afrontar respetando las normas impuestas por nuestros representantes políticos y sanitarios -ya habrá tiempo de cuestionarlas- y debemos hacerlo para evitar tener que despedir en la más triste soledad a nuestros mayores, compañeros y vecinos. No es tiempo de cuestionar decisiones, SÍ de aportar puntos de vistas, pero NO de poner piedras en el camino porque nadie lo perdonará nunca. Tenemos que cerrar filas con las medidas que aconsejan o imponen nuestras autoridades, porque cada una de estas medidas puede salvar vidas y, sobre todo, puede minimizar esta doble crisis que estamos afrontando.
El presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, Juan Vivas, manifestó que en estos momentos aparece lo “bueno y lo malo, lo digno y lo indigno de las personas”. Y es verdad, porque hay mucha gente responsable, muchos ciudadanos solidarios con los más necesitados, muchos vecinos que van más allá de las normas impuestas por las autoridades como muestra de compromiso y solidaridad con todos nosotros, porque saben del sufrimiento de la gente y saben que la presión hospitalaria es máxima. Sin embargo, como decía Juan Vivas, también sale lo malo, lo peor y lo indigno refiriéndose a los que se saltan las normas sin importarles, quienes provocan altercados y a los que optan por los disturbios, asaltos a comercios disfrazando sus actos criminales como un acto de libertad y reivindicación contra las medidas de las autoridades.
Hablaba de lo peor, de los estúpidos, irresponsables y cortos de mentes y de los negacionistas imbéciles. Pues bien, el óscar a todos estos adjetivos se lo lleva una policía nacional en excedencia que ha pedido en una canal de difusión a guardias civiles, policías nacionales, autonómicos, locales y bomberos que se sumen a una manifestación que se desarrolló ayer. Esta policía, al parecer, miembro o portavoz de un colectivo llamado ‘Policías por la libertad’ no comparte la obligación de llevar mascarillas entre otras reivindicaciones. Pero eso sí, pide que asistan los compañeros con mascarillas para evitar conflictos.
Sin duda, tienen todo el derecho a poder manifestarse y a expresar con libertad lo que piensan, pero los que nos jugamos el puesto de trabajo e ir a la cárcel para poder ejercer ese derecho Constitucional no podemos sentir otra cosa que vergüenza ajena si un solo guardia civil utiliza este derecho para reclamar llevar o no mascarilla, entre otras cosas porque España se desangra al ver cómo nuestros abuelos que tanto lucharon por defender nuestros derechos son enterrados sin poder ser despedidos y, sobre todo, porque ellos conocen plenamente el significado de la palabra libertad. Esa palabra “LIBERTAD” que ellos no pudieron pronunciar durante más de cuarenta años y que, ahora, unos insensatos la secuestran manchando su verdadero y único significado.