Los corazones humanos pueden poseer diferentes colores, y aunque puedan cambiar de tonalidad según las emociones, siempre mantienen el brillo de los sentimientos que los gobiernan. El corazón habla por sí solo, es la bandera que lleva inscrita las franjas de los amores que nos traspasan.
No podemos ocultarnos de su verdad, ni esconder a los demás nuestro propio ser, aquello que nos hace vibrar y levantar la cabeza hacia lo alto. Fuimos creados para la escalada más sublime, aquella que nos impulsa hacia la eternidad. La mayor aventura es la que se desarrolla en nuestro interior, dentro de los laberintos, sistemas montañosos, mares y junglas que conforman una intrincada e inexplorada geografía plena de peligros y sobresaltos.
Conocer algo de nosotros mismos es ardua tarea, propia de valientes que sean capaces de observar nuestra enorme pequeñez e insignificancia ante el reto del amor y del amar sin límites. Que duro y maravilloso ejercicio es exponerse a verse en el espejo del corazón al descubierto lleno de fealdades y malformaciones que necesita ser restaurado. La mística y estigmatizada Catalina Rivas tuvo visiones de como nuestro corazón lleno de inmundicias y pecados puede ser limpiado y transformado por el amor poderoso de nuestro Señor.
El conocimiento de nosotros mismos tiene sentido para provocar el cambio interior que nos transforme en seres bondadosos, pero es un ejercicio fútil si después del espanto de contemplarnos tal y como somos, nos aplicamos fármacos químicos para adormecer la luz de la conciencia, o también bazofias de emponderamiento personal para elevar nuestro ego y engañarnos ante una sociedad que demanda “winers”.
En una sociedad tan intoxicada de mentiras, la verdad está muy relegada a grupos de insumisos que luchan a diario con las armas de la luz cristiana para no endurecer el corazón e impedir que se vuelva de piedra. Uno de los mayores triunfos del mal es hacer creer a los seres humanos que nosotros solos y por nuestras propias fuerzas podemos alcanzar el bien y prosperar en el amor.
En mi caso, tengo el corazón teñido de azul profundo del mar, y por eso dedico mucho tiempo a su observación y estudio. El conocimiento debido al Creador, a servirlo y adorarlo, no solo es compatible con mi vocación científica y desarrollo profesional, sino también una bellísima e íntima relación con la majestad divina que llena mis aspiraciones en esta existencia. Además, impulsa todas mis limitadas capacidades humanas, y me invita con insólita fortaleza renovada a desarrollar literatura de encuentros con la naturaleza y la espiritualidad.
Corazul será el título de un próximo librito que incluye escritos de divulgación científica, reflexiones espirituales y exploraciones durante las campañas científicas del mar canario entre 2018 Y 2024. Rafa Herrero Massieu me acompaña en esta obra aportando sus preciosos clips submarinos sobre variadas temáticas del mundo natural marino de las Islas Canarias. Gracias a su generosa participación, esta obra se ha visto notablemente enriquecida y gratamente inspirada.
Ya habrá tiempo de presentarlo en sociedad, en la compañía de dos entrañables amigos (María Jesús Fuentes y José Manuel Pérez-Rivera) y sus inspiradas plumas, siempre dispuestas a ayudar redactando prefacio y prólogo. Ha sido un libro de ilusión y gozo, navegando y sumergiéndome en indómitas aventuras, por los fondos marinos de nuestras preciosas joyas isleñas. Por eso, las páginas se tiñen con la sangre de mi propio corazón, que palpita a cada recuerdo memorable, y teje una sonrisa de amor y lealtad a todos aquellos que han entregado, una parte sustancial de sus vidas en beneficio de la conservación de los océanos.
Haciendo un repaso de nuestro sistema solar, podremos comprobar el plan elaborado para que la Tierra (dadas sus actuales características se podría bien llamar Océano), sea un hogar perfecto en el sentido de albergar el inimaginable regalo que constituye la vida orgánica.
Sin embargo, la vida resiste a la amenaza cósmica y a los desastres telúricos. Los organismos que son más resistentes a estos eventos devastadores, procuran la recuperación de los otros. En paisajes arrasados, siempre que existan organismos estructurales resilientes en pie, todo volverá a regenerarse más rápido.
Podemos mirar horas al mar pero no captar su sagrada esencia, algo tan virtuoso es muy fácil que nos cautive y embelese los sentidos, sin embargo, llegar a contemplarlo en su absoluta majestad, solo está al alcance de verdaderos observadores de la naturaleza, pues solo ellos se sentirán conmovidos por la gran obra de la creación. Imposible comprender la mente de semejante arquitecto cósmico, pero, si, guardar la esperanza ilusionante, por localizar un simple susurro del origen de los tiempos, algo que nos habilite para crear unos sencillos párrafos acertados con sabor a franqueza, letras que podamos llegar a considerar inteligibles y honestas.
Comprender un fenómeno a base de observación, paciencia y amor es algo tan mágico y misterioso, que solo podemos realizar especulaciones al respecto del proceso que se desencadena. Esta clase de conocimiento es a la vez sencillo, directo, espontáneo, natural y sobre todo humano, pero no por ello deja de ser asombroso que tengamos un nivel de comprensión tan elevado de fenómenos tan sublimes. Así, el hecho de llegar a comprender es suficientemente reconfortante para nuestra alma, un regalo para entender porque somos los seres humanos esta anomalía animal y cultural, deberíamos estar muy agradecidos al excelso poder superior.
Al fin y al cabo, hemos sido creados sin justificación aparente, por pura piedad y afán de conocer y servir al amor, no existía ninguna obligación de hacerlo y de poner en marcha este maravilloso fenómeno que es la vida y sus procesos evolutivos visibles y entendibles a la luz de la razón.
El oleaje rompiendo en cualquier costa brava y salvaje es un espectáculo sublime y ha sido tan cantado, escrito, dibujado, pintado, filmado y fotografiado, que se podría entender por concluida ya la cuestión. Sin embargo, cuando se unen las piezas científicas y poéticas reconocibles y reconocidas, uno tiene la sensación de escasez, de no haber hecho nada y desea irremediablemente volver a recomenzar para seguir captando tan impresionante espectáculo de fuerza y sonoridad atronadora.
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